En la foto: Rubén Pozo © Sara Irazábal
A Rubén Pozo le entrevisté para El Duende en 2012 y hablamos de su primer lanzamiento en solitario, Lo Que Más, tras separarse de Pereza y su amigo Leiva. Fue para una edición de la revista cuya temática jugaba a adivinar cómo sería el mundo una década después, en 2022, supuesta fecha en la que celebraríamos las Olimpiadas en Madrid si hubiera ganado nuestra candidatura. A la pregunta de cómo se veía dentro de diez años contestó que se veía “hablando aquí contigo de mi quinto disco, porque mi sueño es hacer música toda mi vida”. Y, aunque un par de años después de su precognición, aquí estamos, hablando de su quinto disco: 50town.
Recientemente se ha estrenado un documental en Movistar TV sobre su primer grupo, Buenas Noches Rose, donde Rubén era un guitarrista adolescente en una banda de compañeros de instituto llena de actitud, que estuvo a punto de comerse el mundo en la despiadada industria musical de los noventa.
Y es que, como el mismo dice, uno echa la vista atrás en su carrera y piensa “¡Qué cabrón, lo ha vivido todo!”.
¿Cómo describirías 50town?
Es una travesía en el desierto muy larga. Hice una canción “Santa Rita” en la que te encontrabas un pequeño pueblo árido en medio del desierto, donde solo había un bar. He atravesado ese desierto, he comido escorpiones crudos y me he bebido mi propia orina para sobrevivir. Y he llegado a 50town. Una ciudad llena de cosas, de gente, de oportunidades y donde me quedo a vivir.
Y musicalmente… ¿cómo es?
Una ciudad sin prejuicios, donde lo mismo puedes hacer rock duro, que una balada, que funky, que heavy metal, porque ya nadie te juzga nada. Se trata de hacer canciones emocionantes, sin importar los estilos. Para mí personalmente es una libertad que te cagas, porque ya nunca me planteo qué estilo es la canción que estoy componiendo. Simplemente me preocupo de si está siendo emocionante.
¿De dónde sacas la ilusión y las fuerzas?
Cuando se me va la ilusión empiezo a hacer una canción. Mientras la fuente de las canciones siga manando, yo voy a seguir feliz. Es mi única preocupación. Cuando llevo semanas que no me sale nada… me empiezo a deprimir y de esa preocupación nace una nueva canción.
Desde que empezaste con tu primer disco en solitario hasta hoy han cambiado mucho las cosas…
Soy muy afortunado porque siempre he tenido un público delante esperando nuevas composiciones mías, o esperando que vaya a su ciudad a tocar. A veces han sido más, a veces han sido menos, pero suficientes para haber podido seguir dedicándome a esto.
Cuando era chaval y empezaba con la guitarra, yo quería una vida dentro de la música, y ahora estoy pulverizando mis expectativas. Tengo 50 años, sigo viviendo de esto y no puedo estar más que agradecido a la vida, a los dioses y a esas personitas maravillosas que me han pillado el rollo y, de alguna manera, han hecho de mis canciones parte de su vida.
¿Cómo convives con un fenómeno como el trap?
La verdad es que no es lo mío, es para gente que está en “20town”, pero tengo que confesar que hay letras que escucho y pienso “esto está bien”. Entiendo que conecten con gente y me desmarco de esas personas de mi generación que los odia con todas sus fuerzas. También el rock&roll era la música que no gustaba a nuestros padres. Supongo que es ley de vida. Por ejemplo de C. Tangana me atrae más la lírica que la música. Tienen frases osadas, actitud, poesía actual.
El disco lo has vuelto a grabar en directo y tienes nueva banda para los conciertos…
El disco lo he grabado en directo, no para hacerme el guay, sino porque para mí es más fácil. Vengo de una generación en que la gente sabe tocar su instrumento, escucha al resto de la banda y funciona mejor que grabando por pista y disfruto mucho más que por separado. Después para los conciertos tengo una banda increíble. El premio gordo es meterme en una furgoneta, ir con amigos a tocar, salir a un escenario y si todo va bien recibir aplausos. Esa es la droga más potente que he probado en mi vida: los aplausos de un público emocionado y que quiere más.
Es la autenticidad el adjetivo que más se emplea contigo ¿Te define?
Autenticidad… Claro, me encanta… Si lo soy no lo sé, pero cuando intento ir de otra cosa la cago estrepitosamente. Para mí, carta boca arriba y transparencia. Esto es lo que hay, esto es lo que soy y no es parte de un plan. Duermo mejor así.
‘Sgt. Pepper’s…’ de Los Beatles, ‘Pet Sounds’ de Beach Boys, ‘Kid A Mnesia’ de Radiohead o ‘Achtung Baby’ de U2… ¿Nunca te ha tentado hacer un disco experimental, usar la electrónica, romper con el rock clásico?
Por el lado de la electrónica no, porque yo compongo con guitarra acústica. Hago música de guitarras porque estoy enamorado de ellas. Desde chaval, mi oído se fue para allá. Me parece el instrumento popular por excelencia. Es barato, abarca varias octavas, tiene bajos, tiene agudos, medios, acompañamiento, solos y en casi todas las casas hay una guitarra vieja. Una guitarra española acústica es el invento humano que me apasiona y me sigue teniendo hipnotizado.
Precisamente el tema “Los que ya no están” es un homenaje a la guitarra…
Cuando quiero reír y llorar, celebrar o ponerme macarra, escucho esta canción. Les Paul dijo una cosa muy poética, “una guitarra es el barman cuando el bar ha cerrado, se ha ido todo el mundo, y te quedas solo con él y le cuentas tus problemas. Es el amigo que no está cuando estás solo en casa, a quien contarle las cosas”. Yo le cuento mis cosas a ese cacho de madera con pelos de metal y sus sonidos me acunan y me curan la cabeza.
Una canción que te haya marcado la vida.
De chaval escuchaba música anglosajona, la que sonaba por la radio, no escuchaba nada en castellano. Un día, una amiga me pasó una cinta con el directo de Radio Futura. Escuché Paseo con la negra Flor. Y descubrí una historia alucinante. Me pareció la mejor canción del mundo, de la historia. Me enamoré de esa canción y empecé a escuchar música en castellano. Fue un antes y un después y, después vino Rosendo, Barricada, Joaquín Sabina, Extremoduro, cantautores…
De un nuevo disco en este caso con diez temas ¿se puede elegir uno sobre otro o son como los hijos?
Hay una canción que se llama Garabato que no me interesaba si le gustaba a la gente, solo a mi chica, para quien la compuse. Se llama así porque no tiene estribillos ni estructura, es una sucesión de estrofas sobre los mismos cuatro acordes. Un garabato. A mi chica le ha encantado. Me da igual si dicen que es una mierda.
Decías que la canción ‘Ha llegado el día’ era tu obra maestra…
Ahora tengo diez nuevas obras maestras en 50town.
Hay un tema con el nombre de El Puto Amo. Siempre oí que el puto amo para ti era Bob Dylan.
Bob Dylan es un genio que ha hecho canciones atemporales en veinte minutos. Decía Joan Baez que lo de Bob daba asco. Bob se ponía a escribir, ella se iba a la ducha y cuando salía había hecho Blowin’ in the Wind.
‘La última canción’ es el tema que cierra el disco, parece abrir una puerta aun en el mar. ¿A dónde lleva?
La canción, de forma natural, se podía llamar “Déjalo rodar” o “Rodar”. Es la preferida de Ricky Falkner con quien he producido el disco y la quería poner antes. La letra dice “esta va a ser la última canción” y me pareció que el disco debía terminar así y la cambié el título. Pero no es la última canción que voy a hacer. De hecho, ya llevo como ocho canciones más. Hay frases que no termino ni yo de entender hasta años después con la perspectiva del tiempo.
El documental sobre tu primera banda Buenas Noches Rose me parece una gran historia, pero tengo la sensación de que, aunque no es poco lo que cuenta, silencia mucho más…
Creo que estamos en la era de los documentales, todo el mundo tiene una banda que no llegó a explotar, todo el mundo está haciendo un documental y se ve que funcionan. Me gusta que alguien haya hecho un documental sobre la primera banda que tuvimos del instituto. Es una historia bonita, pero para mí el documental lo tiene un tipo que se llama Dani Molina, que es un fan de la época de la banda, que ha estado años peleando por el legado de Buenas noches Rose que es su banda preferida. Buenas Noches también fue una banda que acabó tocando para once personas y estuvimos años sobreponiendonos animicamente a este fracaso cada noche.
