V60, Kalita, AeroPress, Moccamaster… La jerga del café de especialidad puede ser un tanto compleja, pero al término de esta lectura seguro que todas estas palabras pasarán a formar parte del vocabulario habitual.
Como ella misma afirma en su biografía de Instagram “traduzco y escribo movidas sobre café”, como en SOLO Magazine que, para quien no la conozca, es la revista de referencia de los cafeteros. Ana Rubio (@coffeeandtranslation) es la guía que necesitamos para conocer las herramientas –y los trucos– con los que hacer un buen café. Pero, antes de nada, puntualiza que no hay un método ideal, el mejor es el que le guste a cada uno. Lo que sí es importante es que el café sea bueno, nada de torrefacto, a ser posible de especialidad y que se sepa el origen o el año de cosecha.
La de toda la vida
Empezamos con ella, la Moka, la cafetera italiana más famosa que conquista cocinas de todo el mundo. Eso sí, tiene varios truquitos. El primero es que “el café pase el menor tiempo posible en contacto con la cafetera porque, al ser de ebullición, cuando el café sube, la cafetera está tan caliente que lo acabas quemando; de ahí también viene el abrir la tapa para quitar calor a la parte de arriba”, confiesa Ana. La segunda argucia consiste en echar unas gotas de agua fría para que cuando el café suba no entre en contacto con una superficie tan caliente. Y como no hay dos sin tres, es importante que cuando el café ya esté casi arriba, se baje la tapa y se apague el fuego. Ah, y mejor lavarla sólo con agua.
La de los vecinos
La cafetera francesa, o French press, es otro método –en este caso de inmersión– súper sencillo. Ana considera que lo ideal es moler el café al momento, pero si no se tiene molino, lo pueden hacer en la cafetería. Eso sí, es importante decirles que lo quieres para french press. El proceso no tiene misterio: echar café en la cafetera, llenarla de agua caliente y esperar. Aquí el truco está en romper la costra que se forma más o menos al minuto para que el café empiece a precipitar. Cuando esté bien infusionado, se baja la tapa y listo.
Las de goteo
El café de filtro es todo un mundo en sí mismo. La explicación básica del sistema determina: un recipiente con un filtro en el que se pone café molido y sobre el que, poco a poco, se va vertiendo agua, pero con menos presión. Todo el proceso debe ser manual a no ser que se tenga una automática como la Moccamaster. El resultado es una bebida ligera y compleja. La mayoría de la gente suele empezar por la V60 ya que los resultados son muy estandarizados, pero también está la Kalita en cuyo caso sí que será necesaria una Kettle, o hervidor de agua, de cuello de cisne para controlar la dosificación del agua (en realidad, en todas las de filtro es recomendable usar este hervidor). “La Chemex ha sido muy querida porque es una obra de arte, está incluso expuesta en el MoMA. Lo único es que tiene tiempos de extracción más largos y por ello es más fácil que se te pase el café”, explica Ana y recomienda la cafetería Alchemy, donde hacen una Chemex “que está brutal de rica”.
La veloz
El espresso son palabras mayores porque, para hacerse con una máquina buena es necesario un desembolso importante. En este caso Ana es tajante y cree que si no se quiere hacer esa inversión lo mejor es ir a un café de especialidad. Y es que, aunque tengas la máquina en casa, “será difícil hacerlo tan bien como lo van a hacer ellos ya que hay que tener en cuenta muchos factores como el molido, la temperatura, el tiempo, la leche, etc”.
La juguetona
Terminamos con la AeroPress; el método más independiente y versátil. La inventó Alan Adler, el propietario de una empresa de juguetes que quería tomarse un buen café en la oficina. Existe incluso un documental sobre su historia titulado AeroPress Movie. A Ana le gusta porque se puede jugar mucho, “aquí no hay truco, todo lo que tienes que hacer es experimentar”.