Foto de cabecera © Vanessa Rabade
El Fin es un soplo de aire fresco y un homenaje contemporáneo a la mejor comedia heredera de Mihura o Poncela. Una obra que arranca con el anuncio del apocalipsis con un texto muy inteligente de Paco Gámez y la dirección trepidante y con grandes dosis de originalidad de José Martret.
El reparto es sensacional. Protagonizando un elenco al que el humor le sale por cada poro, está Toni Acosta: una profesora (Lina) que se enfrenta a la situación de qué hacer en las 10 horas y 36 minutos que le queda de existencia al planeta tierra. Si no existiera Toni habría que inventarla. Es tan pasmosa su naturalidad que se te olvida que se debe a un texto, a unas marcas, a una escenografía y a todo un enorme montaje y producción detrás y hasta, si me apuras, que te encuentras entre el público de un teatro.
Pero una de las cosas más mágica de las artes escénicas es cuando se suma el talento. Marta Malone está fantástica en su papel de limpiadora serbia con esa realidad y verdad que solo encierran las personas más simples y humildes. Astrid Jones, es Sor Delia, una monja muy atípica que no podía faltar en un apocalipsis. Si la conoces sólo como músico o sólo como actriz podrás disfrutarla en su totalidad. Rubén de Eguía es un básico, musculado y bien dotado profesor de gimnasia, actor por el que sentimos predilección y al que es un respiro verle en un papel tan puramente cómico.
Alex Mola es el hijo de la exhausta profesora que descubre que es un total desconocido. Juan Carlos Sanchez y Esperanza Elipe son el abuelo y la madre, respectivamente, y ambos protagonizan los momentos más locos y desternillantes de la obra; junto con Pepe Sevilla, el alumno porreta y pasota que resulta ser todo un filósofo cultivado.
En fin, que es una obra altamente recomendable, que es cierto que podría protagonizar la cartelera más comercial pero que no deja de cerrar la temporada del “Español” con una gran sonrisa. Vayan a verla. Si se acaba el mundo, que nos pille riendo en el teatro más antiguo de Europa.