Foto de cabecera. Fotograma 'El niño y el traje de luces'
Desde pequeña, he visto los toros desde la perspectiva marcada de otros: algunos lo ven como un crimen, otros lo defienden como una parte esencial de nuestra cultura. El Niño y el Traje de Luces, que se llevó el premio a la Mejor Ópera Prima Internacional en el Festival de Sheffield, no se sitúa en ninguno de los polos, sino que aborda el tema desde una perspectiva inusualmente neutral.
Los secretos de Inma de Reyes, la directora, son una atención minuciosa y una intuición artística única. Con ellos, se adentra en la realidad de Borja, un joven de familia de clase obrera que confía en que su primogénito les saque de la precariedad a través del toreo.
Basándose en la pura observación del día a día de la familia durante más de cinco años, Inma ha concebido una película iniciática que trasciende el género documental, donde conocemos la realidad de personas cuyas vidas están ligadas a la cultura taurina, pero desprovistas de la gloria y el artificio a los que se les suele asociar.
La película empezó como una exploración personal de la directora, que sentía la necesidad de interrogar sus raíces castellanas tras años viviendo en Escocia. «Cuando lo encontré, mi pregunta sobre la identidad pasó a Borja, explica Inma: ¿Qué es la identidad? ¿Cómo se hace una persona? ¿Por qué una familia pone a un niño delante de un toro?».
Como espectadora, nunca he visto una obra de no-ficción en la que los cineastas fueran tan invisibles y al mismo tiempo estuvieran tan presentes, tan cómodos, en la vida de las personas retratadas. «Es estar ahí y no tener que esconderte de nada. Estás y te ven, pero no se pierde lo íntimo», nos cuenta Inma. Hacían tomas muy largas, muchas de más de 45 minutos; a los niños se les olvidaba la cámara.
Inma ha reflexionado mucho sobre la representación del toreo en su obra, lo que debía estar presente y ausente: «Si incluyes la violencia del toreo para que te de un shock, te vas de la vida de Borja. ¿Qué imágenes ponemos para que la audiencia se sienta identificada con él y no salga de esa realidad?».
El cine de Inma de Reyes está hecho con cariño, a fuego lento, como un buen cocido. «Al estar grabando con los niños durante cinco años, todos crecimos juntos. Los protagonistas eran parte del proceso, era una aventura para ellos: el pequeño hasta dirigió alguna secuencia», cuenta Inma.
Aimara Reques, la productora de origen venezolano, recuerda el toreo en la Caracas de su infancia. «En Venezuela, hemos crecido todos para entender la relación con el otro, que es lo que le pasa a Borja. En ese proceso me identifico, cómo se ve un país, cómo se ve la tradición. Cuándo la tradición atropella a otro, y ese otro no es necesariamente un humano». Con proyectos reconocidos en Venecia, los BAFTA y hasta los Oscar, Aimara defiende el documental como forma de arte. «Cuando vi el corto del que surge esta película, para mí era irresistible. Sabía que podíamos hacer algo especial, que se quedara en el tiempo».