Foto de cabecera © Jorge T. Gómez
En su concierto madrileño en la sala Nazca (una discoteca ochentera, o setentera, de la calle Orense reconvertida recientemente en sala de conciertos), Stokes se dirigió a la audiencia en español, un idioma que confesó que aprendió hace años pero que puede practicar poco en Nueva Zelanda. Uno siempre aprecia cuando alguien hace su esfuerzo por conectar hablando en el idioma del lugar.
El arranque de su concierto fue de impacto, interpretando canciones alucinantes como la que da título a su último álbum; o el gran pulso, guitarra afilada y acelere de No Joy (también seduce la pausa intermedia); Silence is Golden es un disparo de luz y de guitarrazos, batería rotunda mediante; o la luminosidad muy a lo Breeders o Elastica de Future Hates Me, que da título a su primer álbum.
Los neozelandeses exhiben un nivel musical altísimo y elogiable desde los primeros acordes: sus conciertos son pura intensidad y un torbellino de buenas canciones. Son súper currantes, se nota su profesionalidad. Se han pegado una gira europea de 24 fechas, la penúltima fecha en Madrid, la última fue al día siguiente en Lisboa. Por eso vienen con un sonido excelente y tan bien rodados. Próximamente en Estados Unidos harán 31 fechas. Poca broma.
Contó Stoke que les robaron los instrumentos en la gira, tremendo bajonazo. Ante las desgracias hay que sobreponerse y dijo que estaba encantada con su nueva guitarra acústica. Sonó Metal, una de sus mejores canciones, que fue el single anticipo del nuevo álbum: una deliciosa canción en la que Jonathan Pearce exhibió su maestría con una guitarra de doce cuerdas. Atenaza firme When You Know You Know, una canción enorme que diría que suena a pop con confeti. En una pausa Benjamin Sinclair (bajo) contó con guasa que escribe un diario culinario de las giras, de los desayunos, pero si vamos al plano musical hace equipazo con Tristan Deck (batería) imprimiendo un colchón increíble a la banda.
Continuaba el concierto con baladas como Mother, Pray For Me sencillas en su forma pero de gran calado emocional: con pocos acordes y la voz de Stoke embelleciendo el todo. Casi sucede lo mismo con Til My Heart Stops, que funciona en su aparente sencillez, pero ahí Pearce aporta más poderío guitarrero. También desarman canciones como Jump Rope Gazers por su estribillo, por la parte vocal, una combinación de tiempo medio con momentos de impulso pujanza con la suficiente prestancia para dejar un rastro.
En la recta final, canciones explosivas como ‘Litlle Death’, como si fuera un noche de Perseidas, I’m Not Getting Excited es puro power pop de fabulosa ejecución, contiene la pulsión ideal para esa parte final de un concierto que remataron con un apabullante Expert in a Dying Field, una canción que empieza suave y crece. Abrieron la noche en una onda cercana los también neozelandeses Dateline, con un pop alternativo con buen power, lástima que me los perdí, pero me dijeron que fue un excelente aperitivo. Tras el concierto muchísima gente se acercó al puesto de merchandising. Take fue el único bis de The Beths, y el broche redondo a una noche donde el pop brilló como un diamante, porque el (buen) pop nunca falla.
