Foto de cabecera © Jorge T. Gómez
“An Intimate Evening with Richard Hawley” rezaba la publicidad de la visita del genio de Sheffield por la capital. Y es que cosas del Brexit –y también algo que ver tienen los promotores y sus márgenes− venía a presentar su último disco, In This City They Call You Love (2024), en un escaso formato dúo junto a su gran guitarrista Shez Sheridan. El formato de banda sólo ha podido verse en Bruselas y París. Y claro, mucha gente estaba enfadada porque el precio de 40 euros de la entrada pedía banda, y porque las canciones de Hawley suenan con todo su esplendor en el formato magno. Pero su concierto fue pura maravilla, a la altura de su grandeza, a la altura de sus canciones.
Otro motivo de molestia para algunos (alguien decía “¿no podemos ni hablar o qué?”) fue el mensaje, en la pantalla y en múltiples carteles repartidos por la sala, que reclamaba el silencio del público. Por lo visto en Santander el público fue muy molesto y ruidoso. Y Hawley reaccionó diciendo “por lo visto os sobra el dinero para venir a hablar a un concierto”. La verdad es que se ha convertido en habitual, y molesto, el público que asiste a los conciertos pero se dedican a hablar a viva voz, rompiendo la magia de la música e incomodando al resto del público.
Pero vamos al grano, Richard Hawley cuenta en su haber con una brillante carrera y diez discos publicados. Cada cual más brillante, si bien fue con Cole’s Corner (2005) y con Lady’s Bridge (2007) con los que alcanzó la excelencia y desde entonces no se ha apeado de esas maneras virtuosas de songwriter. Un concierto suyo es un regalo para los oídos.
Y eso fue precisamente lo que sucedió el pasado lunes en la sala But, disfrutamos de sus canciones al desnudo, con dos acústicas y su inconfundible y preciosa voz grave, junto a la prestancia y virtuosismo de su guitarra de siempre, Shez Sheridan.
Hawley estuvo cercano y hablador. Empezó a lo grande con un trío de canciones infalible como As the Dawn Breaks, Ashes on Fire y Tonight the Streets Are Ours. Demostrando esa capacidad que tiene para embelesarnos, para transitar por el pop (su canción más hit, Tonight), por la balada reveladora (Dawn) y por el rock americano (Ashes).
Nos explicó que su familia humilde se reunía para tocar y cantar y que aún no siendo músicos profesionales demostraban gran talento. De casta le viene al galgo. Y una de esas canciones que tocaban era Corrine, Corrina del bluesman Bo Carter. Un guiño a sus influencias tan americanas. A la música que toca el alma.
Hawley seduce con esa manera de cantar dificultades y el amor, como esa canción que dedicó a su mujer con la que lleva más de 25 años For Your Lover Give Some Time, un alegato para cuidar/nos. También interpretó de la canción que compuso en su 50 cumpleaños, Standing at the Sky’s Edge, canción que da título a su disco en el que desplegó un rock más épico. También cantó la historia de Prism in Jeans, uno de sus últimos singles que suena brillante. R
Lady Solitude, Heavy Rain, ‘Tis Night o Just Like the Rain son baladas de las que desarman. Recuperó dos canciones, Something Is y Precious Sight de su segundo álbum Late Night Final (2001) que llevan su marca como compositor. Fue una de esas maravillas que se disfrutan en silencio y casi con los ojos cerrados. Y el fiel a su tupé a su elegancia vaquera, camisa y botas. El público respondió con silencio. Y caímos rendidos ante la elegancia, la maestría, de un músico que vuela alto y conquista. Intimidad para deleitarse de un gran fabricante de canciones, de uno de los grandes.