Desde que Araia (Murillo, 3) abriera sus puertas en 2022, he tenido la oportunidad de ir en dos ocasiones; la segunda hace unas semanas para probar las nuevas incorporaciones. A un precio medio entre 30-40€, la carta se divide en cuatro partes: Cosecha, con las propuestas de la huerta; Bahía, que incluye platos del mar; Pastos, que ofrece recetas con la carne como protagonista; y Montaña, la parte más dulce de Araia.
La estrella de la casa es el Tershi de calabaza asada con miel. En plena temporada de esta hortaliza, este entrante que forma parte de Cosecha, acompañado con pan lagana (tradicional griego), tiene un sabor dulce y suave y una textura increíble. Entre otros clásicos favoritos tenemos el Sish Kebab de cordero con pistachos, tzatziki de kéfir y piparras. El toque ácido y ligeramente picante de las piparras en combinación con la textura y suavidad de la salsa griega es sencillamente exquisita. En cuanto a las novedades, destacan las Koftas de picaña madurada con puré de chirivías y mole Mediterráneo o los Langostinos con suquet de tamarindo y vainas verdes.
De los postres, recomiendo la Manzana Tufahije, un dulce de la gastronomía balcánica elaborado a partir manzanas asadas, mousse de nueces, helado de hibisco y crumble. En la versión de Araia la manzana se presenta en pequeñas esferas que explotan en la boca. Lo mejor para disfrutarlo al máximo es coger en una misma cuchara todos los elementos del plato. También ofrecen Cremoso de chocolate con chile y Rozata, una panna cotta de rosas, crema inglesa y frutos rojos.
Por su parte, la selección de vinos de Araia refleja esta diversidad gastronómica con una cuidada colección de rosados, naranjas, tintos y espumosos procedentes de España, Italia, Francia, Grecia, Eslovenia y Croacia. Como en cualquier buen restaurante, lo mejor para acertar es dejarse recomendar por el personal.
Ambiente íntimo y decoración cuidada en Araia
El espacio, diseñado en colaboración con el estudio de arquitectura 83 Estudios, es parte imprescindible de la experiencia. Un interiorismo íntimo con una luz tenue al abrigo de las velas que evoca una geografía misteriosa: paredes de tonalidades terrosas, detalles marítimos como cordajes, maderas lavadas o elementos náuticos y texturas naturales como piedra, lino, madera y cerámica artesanal.


