Foto de cabecera. Photo Courtesy of Searchlight Pictures. © 2024 Searchlight Pictures All Rights Reserved.
A Real Pain se parece bastante a su creador, Jesse Eisenberg. O, al menos, a los personajes que ha interpretado a lo largo de su filmografía y con los que resulta casi imposible no identificarlo. Es una película que, de primeras, puede no caerte del todo bien, por intelectual, por su propensión a analizarlo todo, por resultar algo calculada. Sin embargo, como pasa con el actor nominado al Oscar por La red social, acabas encariñándote de ella según la vas conociendo. Y gran parte del mérito es el cariño, valga la redundancia, que muestra hacia sus personajes protagonistas.
David (Eisenberg) y Benji (Kieran Culkin) son primos. Su abuela acaba de morir y les ha dejado una porción de su herencia con la condición de que la gasten en un viaje a Polonia, donde la familia vivió antes de que la Segunda Guerra Mundial y los nazis los expulsasen de su tierra. A Real Pain narra ese viaje, el de esta extraña pareja que se embarca en un tour de la historia polaca de los judíos que sufrieron el Holocausto. Y cómo ese recorrido por el pasado traumático de sus ancestros reconecta a estos primos que no pueden ser más distintos.
David es ordenado, cuadriculado, algo neurótico. Benji es lo opuesto. Lleva una vida desastrosa, pero vive despreocupadamente, tanto que puede acabar siendo ese “verdadero dolor” al que hace referencia el título de la película en una de sus acepciones, la más colorida, la que no apela al horror de los campos de concentración. Los demás asistentes al tour del Holocausto (entre ellos, una irreconocible Jennifer Grey (Dirty Dancing) no tardan en descubrir lo encantador y pesado que puede llegar a ser Benji, y en esta última faceta es donde más se luce Kieran Culkin, que ya demostró en Succession un dominio absoluto de los personajes que resultan a la vez entrañables y odiosos.
Este viaje implica visitas a los campos de concentración, paseos por el gueto de Varsovia (preciosamente fotografiada por Eisenberg en planos fijos) y muchas conversaciones con sus compañeros de viaje que a veces ponen en evidencia las tensiones familiares y acaban convirtiendo la experiencia en una terapia de grupo. Una excursión que también sirve de reflexión sobre el tanototurismo, esa forma de turismo a lugares donde ocurrió una tragedia que se vive desde el lujo del hotel de cuatro o cinco estrellas, y que Eisenberg retrata en todas sus contradicciones porque él mismo no tiene claro qué pensar sobre el tema.
Porque esta es una historia que toca de cerca al director. Fue en un viaje a Polonia con su mujer, frente a la casa de su tía Doris en Kranystaw, cuando empezó a pensar en escribirla. Como a la abuela de David y Benji, el Holocausto expulsó a Doris de aquella cuidad diminuta de Polonia frente a la que, tantos años después, Eisenberg se preguntaba cómo hubiese sido su vida si aquella ignominia nunca hubiese ocurrido.
Esa pregunta fue el punto de partida de la obra que escribió para el circuito de teatro del off-Broadway en 2013, en la que Vanessa Redgrave interpretaba a su tía. Y que, desde entonces, ha intentado convertir en una película que no resultase tan fría como su ópera prima, Cuando termines de salvar el mundo (2022). Lo ha conseguido. Y ahí están para demostrarlo las cálidas interpretaciones de los actores, los diálogos de sus atribulados protagonistas y, en contraste, esa mirada cristalina a Polonia, el tono agridulce que tan bien ha aprendido de cineastas como Noah Baumbach, con en el que Eisenberg trabajó en Una historia de Brooklyn (2005).
De momento, los Globos de Oro, que se celebran la noche de Reyes, ya han reconocido su esfuerzo nominando al filme a mejor película de comedia y a mejor guion, además de a las interpretaciones de Kieran Culkin y el propio Eisenberg.
A real pain. Estreno en cines: 10 de enero de 2025