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Una antología de las comedias de Wes Anderson

POR Andrea G Bermejo

18/10/2021

“Empezó como unas vacaciones. Dispuesto a escapar de un porvenir brillante en las grandes llanuras, Arthur Howitzer Jr. transformó la serie de columnas de viajes en La crónica francesa”. Una voz en off presenta la revista semanal que da título a la décima película de Wes Anderson, que se pudo ver por primera vez en el Festival de Cannes con un año de retraso a causa de la pandemia. El virus ha querido que el estreno en España el próximo 22 de octubre de la película más afrancesada del estadounidense coincida con el rodaje de su siguiente película… ni más ni menos que en Chinchón. 

Siguiendo los pasos de sus admirados De Sica en The Gold of Naples y Max Ophüls en El placer, Wes Anderson dirige en La crónica francesa su primera antología de historias breves. La particularidad es que todas ellas se articulan en secciones periodísticas –un obituario, una guía de viajes y tres reportajes de la crónica francesa– que traslucen el amor del cineasta por las revistas de papel, y en concreto, por The New Yorker. Fan confeso desde la adolescencia, cuando consultaba la publicación en la biblioteca de su instituto en Texas cual Max Fisher en Academia Rushmore, Anderson ha pasado su vida recortando y coleccionando artículos y reportajes de la revista hasta el punto de basar a los protagonistas de La crónica francesa en los periodistas de esta.

Empezando, claro, por el fundador de The New Yorker, Harold Ross. ¿Y quién mejor que Bill Murray para interpretar al mítico director la revista? Murray es un incondicional del cine de Wes Anderson desde Academia Rushmore, aunque el cineasta ya había pensado en él para su película anterior, Bottle Rocket (Ladrón que roba a ladrón). Fiel a su máxima de “actuar en las películas de aquellos que no se comen una rosca”, el actor de Atrapado en el tiempo figura en todas y cada una de las películas posteriores de Anderson, ya sea con pequeños cameos corriendo detrás de un tren como en Viaje a Darjeeling o como protagonista absoluto y subacuático en Life Aquatic.

Pero Murray no es el único “fijo” en la constelación andersoniana, una pintoresca familia cinematográfica a la que todavía hoy se recuerda viajando a Berlín en el mismo autobús para presentar El gran hotel Budapest. Sin ir más lejos, en la redacción de corresponsales expatriados de La crónica francesa vemos bastantes rostros conocidos. Owen Wilson, compañero de la facultad de Anderson en Texas y coguionista de Bottle Rocket, Academia Rushmore y Los Tenenbaums. Una familia de genios, se encarga aquí de la guía de viajes invitándonos a un encantador paseo en bicicleta por la preciosista Ennui-sur-Blasé (Angoulême), una pequeña ciudad francesa de colores pastel que recuerdan a los de El gran hotel Budapest.

Adrien Brody, Willem Dafoe, Saoirse Ronan, Tilda Swinton, Edward Norton, Anjelica Huston, Jason Schwartzman o Bob Balaban repiten en La crónica francesa y también se incorporan nuevos miembros a la familia. El chico de moda Timothée Chalamet, que acaba de conquistar la cartelera con Dune, interpreta en uno de los reportajes de la revista a un revolucionario ajedrecista librando una suerte de Mayo del 68. La actriz de Papicha Lyna Khoudri se reparte sus afectos con la plumilla de La crónica francesa a la que interpreta Frances McDormand, otra incondicional de la familia cuyo personaje está basado en las periodistas del New Yorker Mavis Gallant y Lilian Ross, ídolo del director a la que conoció en el rodaje de Los Tenenbaums.

Entre los rostros nuevos de La crónica francesa destacan Benicio del Toro y Léa Seydoux, que interpretan a un recluso con dotes artísticas y a una carcelera que hace las veces de musa y marchante. Tilda Swinton, la crítica artística JKL Berensen, cuenta la historia de esta curiosa pareja no sin cierto retintín hacia el mundo del arte contemporáneo más especulativo. Esta historia es además la primera que Wes Anderson, conocido por su paleta de color en tonos pastel, rueda en blanco y negro.

Una última crónica, esta culinaria y a la vez involuntariamente policiaca, cierra la décima película de Wes Anderson. Jeffrey Wright interpreta a un crítico gastronómico que cuenta en una entrevista televisiva su intento de entrevistar al teniente Nescafier (Stephen Park) que le llevó a presenciar el secuestro del hijo de ‘El comisario’ (Mathieu Amalric). Esta historia contiene uno de los mejores diálogos de La crónica francesa pronunciado por Nescafier. Cuando entre sartenes dice “Los extranjeros buscamos algo que nos falta. Algo que nos falta porque lo dejamos atrás” es imposible no preguntarse si la frase no tendrá algo de autobiográfica, sobre todo desde que Wes Anderson lleva los últimos años viviendo en París.

Es la tercera ocasión en la que Anderson firma el guion de una de sus películas con Jason Schwartzman –protagonista inolvidable de Academia Rushmore– y la cuarta en la que une fuerzas con Roman Coppola. Al primero le reserva además el papel del historietista y portadista de la revista, aunque en realidad el autor de las cubiertas de la publicación sea el ilustrador Javi Aznarez, responsable también del poster de la película con ese toque 13 Rue del Percebe.

Anderson perpetúa su conocido amor por los detalles en la dirección de arte, quizás el departamento más importante en sus rodajes y que, con los años, solo ha aumentado en su sofisticación llegando a contar con un diseñador gráfico como fue el caso de Annie Atkins en El gran hotel Budapest. Sí. A ella le debemos las cajitas de pasteles de Mendl’s. Fiel a sus simetrías, a sus personajes mirando a cámara y a sus encuadres estudiados con precisión, La crónica francesa es la película de Anderson que menos canciones preexistentes inmortaliza, recurriendo para la composición de la banda sonora a su habitual colaborador Alexandre Desplat, con el que trabaja desde Fantástico Sr. Fox.

Entre historia e historia, Wes Anderson nos sumerge en la vida de la redacción de La crónica francesa, en la que Arthur Howitzer Jr. muestra su veneración hacia sus periodistas, su permisividad hacia los gastos desproporcionados que le presentan y también sus dos máximas como director. La primera, como dice el cartel que preside su despacho: “No está permitido llorar”. La segunda, un consejo que esta plumilla se guarda para siempre: “Tú intenta que suene como si lo hubieses escrito así a propósito”.

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