Las tres obras que están incluidas en esta edición de El Duende pertenecen a su serie más emblemática y de mayor éxito: What the hat!?, “Hemos hecho unas 10-12 imágenes pero tenemos en mente crear unas 50-60 más para completarla. Todo surgió al ver que un objeto tan ordinario como un sombrero podía crear una serie extraordinaria con un poco de imaginación. Es nuestra serie más obsesiva. Nos hemos centrado en un único elemento para contar toda una historia”, argumenta Anna, a la que veo sentada junto a Daniel al otro lado de una videoconferencia en una tarde de viernes en la que, en Valencia, donde viven, “llueve a mares”.
A pesar de que la mayoría de sus clientes son internacionales, se sienten muy arraigados a su tierra. Aman su ciudad (aunque Daniel nació en Albacete está más que integrado) y su efervescencia creativa. Antes de esta entrevista venían del barrio de Ciutat Fallera, porque para la creación de una de sus nuevas imágenes se han aliado con un artista fallero. Aunque se podría decir que ya crearon una en el contexto del festival de creatividad publicitaria de Cannes, por encargo de Facebook, les encantaría participar en las oficiales. “Las hay más pequeñitas y arriesgadas, con una componente artística contemporánea que quizá no es conocida fuera. Más cercanas al festival Burning Man, de EEUU, por ejemplo, que a las tradicionales”, describe Daniel. Y apunta a varios artistas contemporáneos que han participado, como Javier Jaén, Isidro Ferrer, Okuda o PichiAvo.
Pusieron en marcha su filosofía de trabajo desde que comenzaron a trabajar en equipo mientras estudiaban la carrera. “Por aquel entonces creíamos que era un hobby, pero nos dimos cuenta de que nos faltaban horas para hacerlo”. Y vieron que la arquitectura no era el fin, solo un camino. “Necesitábamos otra manera de expresarnos”, comenta Daniel.
Es Anna la que sienta los cimientos conceptuales de su trabajo: “No somos fotógrafos al uso; no capturamos imágenes sino que las creamos. Lo que mostramos en nuestras fotografías es real, pero no es ‘el instante decisivo’ de Cartier-Bresson, es otra cosa”. Con un lenguaje propio, cercano a la poesía visual y al surrealismo, elaboran imágenes en las que “mostrar la realidad y actualidad con un toque de humor, positivo”. Y, aunque pueda parecerlo, no hay trampa ni montaje fotográfico en postproducción.
Hijos de su tiempo, publican su trabajo en sus redes sociales, pero trabajan de una manera concienzuda pensando en grandes formatos, no en una pantalla pequeña. “Cuando ves una de nuestras imágenes en papel, o expuesta, ves que todo es real. Ese trabajo por cuidar cada hilo de cada prenda, de cada sombrero pintado a mano, o cada fachada exterior buscada, de repente, tiene sentido. Cada pixel importa”, afirma Daniel. El proceso lo puedes ver en las piezas de vídeo que cuelgan en sus redes pues, otra cosa que han aprendido este año es que “es tan importante el proceso como el resultado”.
El parón de la pandemia, como a tantos otros creadores, les ha servido para reflexionar y echar el freno a la vorágine de proyectos; ya fueran charlas, encargos de clientes o exposiciones como las que tenían en preparación en Shanghái y Bilbao. “Ha cambiado totalmente nuestra manera de trabajar”, sopesa Anna. Muchos proyectos actuales han surgido ahora, de poder controlar nuestra agenda”. Sus cerebros van a la misma velocidad que sus corazones. “Si una semana no tenemos un cliente o un proyecto comercial en el que trabajar, tenemos tal cantidad de ideas que nos ponemos con ellas”, comenta Daniel y ella lo completa: “un encargo, de repente, te hace pensar en ideas que no están en tu radar. Te empuja a tener otras nuevas”.