¿Qué fue lo que te atrajo del guion de Quien a hierro mata? Por un lado, me gustó la construcción de los personajes, me recordó a El rey Lear. También me atrajo que trata el tema de que las buenas personas pueden hacer cosas terribles y viceversa. Pero lo que más me gustó fue el final. Cuando hablé con Emma [Lustres, la productora] y supe que iba a entrar una cadena de televisión le dije que solo la dirigiría si podía rodar ese final como estaba escrito. Esa imagen que estaba ya en el primer guion de Juan Galiñanes me pareció muy potente. Juan es realizador y había una aproximación muy visual a intentar resolver los conceptos básicos de la trama de forma plástica más que narrativa. En realidad, todo el guion estaba atravesado de eso.
Es la primera vez que diriges una película en la que el guion no es tuyo. ¿Cómo has vivido la experiencia? Para mí ha sido super satisfactorio adaptar un guion ajeno. Cuando el guion es tuyo, pasa tanto tiempo hasta que ruedas, que cuando lo haces has gastado mucha energía. Como director he podido dar mucho más de mí mismo en esta película de lo que he dado en otras. Estaba menos apegado y he podido enriquecerla más.
¿Cuál suele ser la génesis de tus guiones? Hay muchas génesis distintas. A veces es algo que has leído, una imagen, algo que te cuenta alguien que te encuentras por la calle. Cada una de mis películas ha nacido de un lugar diferente. Algo que te interesa a nivel dramático de un suceso, o de los personajes, o algo que tiene un eco en tu vida personal. Yo no creo mucho en eso de encontrar la inspiración. Yo entiendo el cine como algo que va cambiando contigo y te acompaña. Y siento que estoy empezando a entender cómo funciona. Tengo una visión de aprendiz.
Entonces, ¿tus fuentes de inspiración suelen estar en la realidad, en la vida? Cada vez soy más receloso en encontrar fuentes de inspiración recicladas, de segunda generación. Egoístamente, me interesa que los temas de los que hablo tengan que ver con mi vida.
Algunas de esas ideas no prosperan. ¿Cómo se protegen para que sí lo hagan? Después de tener la idea, viene un proceso de maduración y paciencia. El tiempo acaba diciéndote lo que debes hacer y lo que no. Curiosamente, Verónica y Quien a hierro mata son dos películas que dije que no haría y que acabé haciendo al cabo del tiempo. La primera vez que hablé con [el productor] Enrique Lavigne de Verónica, decidimos que no la haríamos, pero pasaron los años y, en una comida, mientras hablábamos de otros proyectos, reflotamos la idea. Creo que las buenas ideas se sostienen solas en el tiempo y que algo hay de destino también.
En la parte visual de una película… ¿Qué papel juega la preparación y la improvisación? Intento llevarlo todo superpreparado al rodaje y luego, al final, improviso. Si quieres ser libre en el set tienes que ir con una idea y luego ser permeable. No puedes esperar a que te inspiren las musas. Con los años, cada vez estoy más atento al factor humano que te aporta el equipo. Especialmente, con los actores. Por ejemplo, en Quien a hierro mata, he trabajado con Luis [Tosar], que es un artista superdotado y, como los grandes artistas, tiene arrebatos de genialidad. En Luis se combina el talento y la humildad y el estar siempre al servicio de la peli.
Un equipo de rodaje es, en el fondo, un conjunto de mentes creativas al servicio de la del director. ¿Cómo se gestiona eso en el set? Un director es, por un lado, un vampiro intentando absorber lo que le pueda aportar cada uno de los miembros del equipo. Por otro, establece un rectángulo de juego y unas normas. Es un entrenador que elabora una táctica, pero luego deja margen para que los jugadores hagan su propio juego. Tiene mucho de hilo conductor, de saber canalizar las energías de los otros profesionales.
¿Cambia mucho una película a lo largo de todo el proceso de creación? Mucho. La peli está viva hasta que cierras las mezclas de sonido. Y cada pequeña decisión que tomas puede cambiar la película. Por ejemplo, eliminar un diálogo en la mezcla de sonido, cambiarle una chaqueta a un personaje… Las películas son como arcilla. Cuando reviso mis primeras películas me noto muy encorsetado, veo que intentaba mantener el control todo el tiempo. Cada vez me gusta más el caos, supongo que porque he ganado seguridad y me siento más libre para hacer cosas diferentes. Yo aspiro a la pérdida de control, creo que eso es la excelencia absoluta. Hay un momento en el rodaje en el que la película va surgiendo y te dirige a ti.
¿Ese proceso creativo es satisfactorio o se sufre también? Hay cierto sufrimiento, pero los errores nunca son de vida o muerte. Y tampoco llegas al rodaje sin saber lo que va a pasar. Yo hablo de mantener cierto margen de libertad.
¿Cuál es tu parte favorita del proceso creativo? El montaje es muy satisfactorio, te das cuenta de que has rodado muchas pelis sin saberlo y está la intimidad con el montador. Pero a mí lo que más me gusta es el rodaje, porque estás intentando que haya vida delante de la cámara. Yo estaría toda la vida rodando sin parar.
¿Cuál es tu animal tótem? Me gustaría que fuera el jaguar, pero creo que en realidad soy el puercoespín. Igual es un jaguarcín.