El escenógrafo de estudioDedos, Curt Allen Wilmer, premio Max en 2017 por Hamlet opina que “existen campos e industrias que tienen un impacto mucho más grande sobre el entorno, el del teatro puede ser un porcentaje ínfimo”. Y antepone la naturaleza artística de su profesión: “Estamos creando un producto que es parte de la puesta en escena, algo único, uno se acerca a ello desde lo conceptual, no te pones a pensar en una conciencia sostenible de lo que estás creando, porque eso va en detrimento de la creación”. Y argumenta: “Esto suena políticamente incorrecto, uno no puedo crear pensando en la sostenibilidad porque te cohíbe y coarta, pero una vez tienes el concepto es el momento de ver cómo se puede pensar en materiales alternativos”. Por su parte, la diseñadora de vestuario de la compañía Barco Pirata, Elda Noriega, da la señal de alarma: “En nada o casi nada relacionado con las artes escénicas existe un protocolo de hacer un montaje sostenible”. La imaginación que activan los presupuestos limitados, el ritmo marcado por la legislación europea o la responsabilidad con el cuidado del planeta, alimentado desde la concienciación, serán los motores que aceleren esta revolución. Queda claro que nos queda un largo camino por recorrer.
Mientras las compañías más alternativas llevan siendo sostenibles, de forma invisible, años por esa magia de “hacer mucho con poco” o de esa “economía de guerrilla” que las caracteriza, el potencial de inversión para cambiar las instalaciones led de una sala o pensar en el uso de materiales más respetuosos con el medio ambiente son gastos que a priori solo pueden asumir los proyectos más pudientes. Aunque, a la larga, compensan.
La causa verde se reconecta cuando hablamos de dramaturgia: “El teatro es un motor de cambio en una sociedad, cuando hablo con compañeros del sector veo que todos tenemos la conciencia sostenible en nuestro ADN, el cambio es posible”, subraya Torres de Artemad. Por su parte, el director del Teatro Abadía, Carlos Aladro, afirma: “La manera en la que podemos contribuir desde el escenario a cambios en el mundo es inspirando a nuestros públicos, abordando conversaciones y preguntas pertinentes en el contexto actual, con obras que se relacionan con la sostenibilidad, como Antropoceno de Thaddeus Phillips [programada la temporada pasada], con foros de debate y otras acciones expansivas, al tiempo que buscamos vías para que la actividad en sí sea más sostenible desempeñando, modestamente, una función de ejemplaridad de cara al sector de la cultura y a la ciudadanía en general”.
Teatro del Barrio toma de la mano este mismo compromiso para concienciar con iniciativas que retomarán en la nueva temporada como Teatro por el Clima, Universidad del Barrio y los Martes Ciudadanos. “Somos altavoces de este movimiento, gran parte de nuestra programación está alineada con este contenido”, asegura Enrique Quintanilla, miembro del consejo rector de la sala de Lavapiés. El mismo que subraya la urgencia con un “no tiene mucho sentido hacer las cosas como las estábamos haciendo”, mientras señala: “Es más fácil que esto tenga réplica en las salas alternativas, ideológicamente más cercanas, que en los grandes teatros que viven con unas subvenciones tremendas y que les da un poco igual”.