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El espacio (des)habitable

POR José de Montfort

19/02/2019

El autor ha escogido a dos artistas, Paula Valdeón y Jana Leo, la primera, en el inicio de su carrera, reconstruyendo el espacio habitado y los recuerdos ajenos y, la segunda, con una trayectoria de varias décadas, centrada en la experiencia íntima usando el arte como herramienta didáctica y concienciadora.

Paula Valdeón: Habitar las ruinas

El tiempo mancilla; y borra. Torna invisible el recuerdo (o casi). Deja un sentimiento latente. Pero el espacio al que adherirlo se pierde. Así que no hay forma más que de recomponer el cuerpo a través de los fragmentos. Fotografías, papeles pintados o azulejos. Así es como la joven artista Paula Valdeón Lemus (Badajoz, 1992) trabaja, becada ahora mismo en la Fundación Antonio Gala, tratando de “extraer la plasticidad y lo sensible que dentro encierra la basura y que no es visible para todos, para así establecer una conexión con la parte afectiva de “lo perdido””. Se trata de buscar, nos cuenta, “el encuentro fortuito con la huella doméstica del ser humano”.

Paula Valdeon
Paula Valdeon

En las ciudades, al pasear. A la deriva. Ahí encuentra los vestigios, las huellas. Entre los vacíos de la decadencia.  Y así, la artista deambula por la ciudad sin un objeto específico. De esta forma, establece “una reflexión en las formas de ver y experimentar la vida diaria. Así, en vez de ser prisionera de una rutina, me planteo seguir las emociones y mirar a las situaciones cotidianas y urbanas de una nueva forma más subjetiva.”, nos cuenta. Su poética pasa por reconstruir los rastros de nuestras presencias en aquellos lugares que hemos habitado. Gracias a una subjetividad de raigambre proustiana, la artista busca las “reminiscencias volátiles que experimentamos al ver u oler algo”. En estos momentos, concreta su trabajo en la tela y la pintura, recuperando su fuerza y profundidad, haciendo obras “más hápticas”, que le permiten generar espacios “a partir de la experiencia sensorial que desprende lo pictórico”. Con ello crea lo que ella llama “entes contenedores”. Y es que nos confiesa que tiene una relación muy especial con los recuerdos, y su cabeza “siempre está relacionando olores, sabores e imágenes sin descanso”.

Re-apropiarse de los espacios domésticos (y del propio cuerpo)

Por su parte, Jana Leo (Madrid, 1965) hizo del miedo de la violación que sufrió en su piso de Harlem en 2001, su convencimiento, sabiendo que “el arte es una herramienta muy precisa”. A ella, el arte, primero la escritura de Violación Nueva York (Lince, 2017) y luego la performance No violarás, le sirvió para dar cuenta de esa experiencia personal que se convirtió en objeto y objetivo de su obra. Su obsesión: “Que la violencia sexual no se ejerza”. Pionera en el ámbito hispánico en tratar el tema de la violación,  Jana Leo tiene muy claro que se ha de hablar desde la experiencia, que para ella “es hablar desde la realidad, el que ha sido víctima debe hablar como víctima y el que no lo ha sido no debe hablar como víctima”. Por ello, espectáculos teatrales como el reciente La Jauría, de Jordi Casanovas y Miguel del Arco, en el teatro Kamikaze, le parecen problemáticos. Ya que “el que habla como si fuera víctima sin serlo, automáticamente se convierte en la voz de la autoridad”.

Para Jana Leo, re-habitar el cuerpo pasa por “reconocer que ha habido violación en lugar de esconder el hecho”. Y es que, “Poner algo en un lugar es una manera de hacer que descanse, y que nos deje descansar y eso solo se puede hacer desde el reconocimiento”.  Ese reconocimiento, Jana Leo lo ha volcado en su obra, tanto en la escritura como en la performance, tratando de desdoblar la realidad afectiva, que siempre tiene dos partes: “lo que está pasando y lo que una piensa sobre lo que está pasando”. Con dos propósitos. De un lado, que se entienda exactamente cómo y por qué una violación es una experiencia traumática. Y dos, en tanto que pieza didáctica,  que sirva para educar y responsabilizar a los/las potenciales agresores/as.

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