Maya Pixelskaya, ¿cuánto tiene de real tu nombre y ‘apellido’? .
En mi DNI pone Maya. Me llamaron así por Maya Plisétskaya, la primera bailarina de ballet del Teatro Bolshói. Ella estaba en Madrid cuando nací, en mayo. Mis padres me iban a llamar Isabel, pero cambiaron de opinión. El apellido es artístico. De avatar usaba Maya Plisétskaya y un compañero de la escuela de animación me llamaba Pixelskaya porque hacía pixel art. Me encantó
¿Cómo empezaste tu tienda de merchandising de videojuegos?
No había nada bonito de videojuegos para chicas así que yo me hacía mis cosas monas. Hebillas, collares de Sonic, vestidos… Me llegaban pedidos al verme en Internet y abrí la tienda online.
¿A quién te gustaría ver con tus diseños?
Mucha gente a la que admiro ya tiene algo mío. Jordan Mechner, el creador de Prince of Persia, Tim Schafer, el creador de Grim Fandango que trabajó también en Monkey Island o Ron Gilbert, el creador de este último, que tiene varias corbatas mías pintadas a mano.
Es que además eres pintora. ¿Te ayuda tu faceta artística como gamer?
No juego mejor, pero disfruto los juegos de otra manera. Aprecio mucho la parte visual. Cuando hacía streaming en Twitch pensaba que iba a aburrir a la gente. En un juego de la Edad Media me metí en una capilla a explicar el románico, los capiteles…
¿Cuál fue tu primera PlayStation?
Mía, mía, la PlayStation 5. He usado todas pero prestadas. Me ha hecho especial ilusión reservar la PS5 y comprármela el día de salida.
¿Qué estilo de videojuegos disfrutas más?
Con los que lo paso un poquito mal, de sufrir. No de terror, que me encantan, pero no puedo jugarlos sola. Hablo de los que juegan con tu moral. Que te ponen en aprietos. Los que varían según tus decisiones. No es un género. Yo los llamo los “juegos de sufrir” y son mi rollo total.
¿Te incomoda en los videojuegos ser inmoral: robar, matar…?
Yo siempre los juego dos veces. La primera, según cómo reaccionaría realmente y, la segunda, destruyendo todo y siendo mala. Hay un juego que se llama This War of Mine que está basado en el asedio de Sarajevo. Tú manejas supervivientes que solo pueden salir de noche a por comida y medicinas. Es uno de mis videojuegos favoritos y el primero que me llevó a esa tesitura. La primera noche te ves frente a una casa en la que viven dos ancianos que están intentando fingir que el asedio no existe pero tú estás fatal, con gente de tu familia sufriendo, y ellos tienen de todo. ¿Qué hago? Les dejo tranquilos, les quito un poquito, arraso, los mato… Esa vez los dejé tranquilos. La segunda vez fui con el cuchillo directamente (risas).
¿Qué juego de PlayStation recuerdas con más cariño?
The Last of Us, aunque pasé mucho miedo con él porque hay oscuridad, criaturas ocultas… Yo abría la puerta, la ventana, encendía todas las luces y le decía a mis compañeras de piso: “¡Hablad alto, que os oiga desde la cocina!”
¿Hacia dónde evoluciona este universo?
La evolución máxima de la nueva generación de consolas es el mando. También abren nuevas posibilidades las gafas de realidad virtual.
¿Cuál es tu sentido favorito?
La vista, sin duda. Me supera cuando la gente comenta en alguna foto por redes que no distingue dos tonos y yo lo veo clarísimo. La vista se entrena, al igual que el oído y la voz, y yo la tengo muy desarrollada de pintar y mezclar colores.
¿Eres de jugar en solitario u online?
En solitario. Soy hija única. A mí me compraron la primera consola con ocho años. Pero empecé a jugar al ordenador en la guardería con un compañero japonés. Él tenías todos los ordenadores y todas las consolas en su casa. Yo siempre vi los videojuegos como algo para mi disfrute personal, al igual que leer o dibujar. Por eso igual siempre he tirado hacia juegos de un solo jugador y una buena historia. El online me gusta de vez en cuando. De compañía lo único que tolero son mis gatos. Además, soy muy asquerosa. Si alguien me distrae ya se la tengo jurada. Lo vivo mucho.
¿Cómo encajas la fama?
Podría ser relativamente conocida por donde estoy ahora, pero esto me ha pillado en plena pandemia. Yo voy por la calle con mascarilla y no me reconoce ni Cristo.
Hace poco tuve la primera experiencia regulera de la “fama”. Me metí en un Rodilla a comer algo rápido y noté cuchicheos. Me reconocían. Pensé: “¿Por qué me tienen que reconocer aquí, sola, royendo un sandwich? Dirán que soy la persona más triste del universo” (risas).
¿Qué creadores de juegos sigues?
Me gustan los videojuegos ‘indies’. Mi estudio favorito nacional es Deconstructeam, que son dos chicas y un chico. Viven juntos y en poliamor. Hacen esos juegos de sufrir.
Internacional, mi favorito es Lucas Pope. Se hizo conocido por Paper, Please, un videojuego sobre burocracia.
¿Han cambiado los gamers la relación contigo?
Los gamers son supermajos conmigo, siempre. Antes de salir en la tele me conocía por Internet, por los eventos como Gamelab o Madrid Games Week y solo tengo buenas experiencias.
¿Cuál es el videojuego más loco que presentaste en los programas en los que colaboras?
Posiblemente Mr. Massagy, que convierte el mando de la Play en un vibrador. También un juego de citas de ligarte a un caballo con cara de príncipe.
¿Cuántas horas sueles jugar al día?
Si puedo una hora. Con el nuevo Assassin’s Creed, igual dos. El finde puedo estar 12 horas.
¿Te has planteado dedicarte 100% a los videojuegos?
Ahora mismo ya son un 80% y estoy contenta así. La faceta de colaboradora y presentadora me encanta. Los videojuegos son una de mis grandes pasiones, pero no la única.
La tecnología me flipa, el arte me vuelve loca, la historia me fascina, la divulgación… Si son el 100% genial, pero hay más cosas que me motivan.