Háblame de tus orígenes. Soy catalana, nacida en Barcelona en el barrio de Sant Andreu. Es una zona de tracción trabajadora en la que mi familia se estableció en esa ola de migraciones que hubo en los años 50 y 60, llegados de Córdoba y Jaén. Mi abuela puso un colmado aquí en el barrio, mi abuelo era albañil. El caso de mi familia era bastante parecido a la inmigración actual: los primeros años vivían juntos un montón de familiares en un bajo, lo que hoy llamaríamos un piso patera. Así consiguieron salir adelante.
¿Una es de donde nace o de donde pace? Yo pienso que de donde pace. Ese lugar en el que te encuentres, desarrolles tu actividad, pases más tiempo… A veces eres más de tu barrio que de tu ciudad. O de tu casa, de tu plaza, de tus tiendas de siempre. Sin embargo, intentar olvidar o directamente ignorar de dónde vienes es absurdo. Como seres humanos estamos repletos de explicaciones, orígenes, causas, y a mí pensar en eso me ayuda, me reconforta. Puedo llegar a entender que haya gente que quiera olvidarse, pero a mí todo esto me nutre bastante.
¿Qué nos pasa con el origen? Yo creo que hay un proceso deliberado por parte de los poderes y las élites en el que se nos obliga a experimentar un proceso de integración. Pero creo que el planteamiento es erróneo y que la historia debería intentar integrar y enriquecer nuestra cultura con la de otros sin poner en juego mentalidades colonialistas o expansionistas que se basan en que una cultura tiene más sofisticación que la otra. Así se está planteando la inmigración en la actualidad, sin empatizar ni entender al otro ni su realidad. Mira por ejemplo el tema surgimiento del término MENAS, un eufemismo terrible para no decir la verdad sobre las cosas.
¿Cómo se reconcilia una con su origen? Primero se siente dolor, frustración, desubicación, que es lo que plantea la novela. Después de eso te preguntas quién eres, quiénes son tus padres, los padres de tus amigos… Todo este autocuestionamiento te va acercando de una forma más natural a tu origen, y lo terminas poniendo en valor. Es doloroso y vergonzoso, pero luego muy enriquecedor. El hecho de que vivamos en sociedades machistas, racistas y clasistas lo pone todo mucho más difícil. Claro, que la vivencia depende del origen de cada quien.
¿Es tu novela autoficción? No. Quienes escribimos siempre ponemos mucho de nosotros en el libro. Veo partes de lo que soy yo en muchos personajes: en Yaiza, en la madre, el padre… Obviamente todo está impregnado de mí, remonta un imaginario mío que he vivido. Pero más allá de eso, no es autoficción. Los personajes son invenciones que salen de apuntes en notas del móvil. El único personaje que sí se corresponde con uno real es el de mi abuela.