El artista crea mejor triste. ¿Verdadero o falso?
Falso, aunque hay que aprender a trabajarlo. En mis inicios, me volvía superproductiva después de un desengaño, porque concentraba todo ese dolor en dibujar. Cuando el arte se convirtió en mi profesión, tuve que reaprender a trabajar en la energía buena porque soy una persona muy positiva. Así que cuando estoy feliz y contenta, lo potencio incluso más.
Eres muy activa en redes, pero las empleas a modo de diario más que como un escaparate de tus obras…
Siempre me ha encantado comprar libros estilo Las cartas de Warhol a…, cada vez que descubría un nuevo artista. Y saber si se llevaba bien con fulanito, qué vestía o comía… Así uso mis redes: yo quiero compartir los viajes que hago y que me ayudan a inspirarme, las cafeterías de Madrid en las que trabajo para que la gente pueda comprender mis obras al 100%. Hablar solo de mi trabajo sería muy frío.
Hace poco hablabas del cabreo que te provocaba sentir vergüenza por perseguir a un cliente para que te pagara. ¿Dirías que lo peor del sector es la pelea constante para que el trabajo de la ilustración se valore como un trabajo “real”?
Para mí, el trabajo de estar en mi estudio trabajando los formatos o los tiempos… no es duro. Me encanta y me resulta fácil. Lo que me parece complicado es todo lo que rodea al sector en lo referente a temas económicos y de posicionamiento. La gente se sorprende muchísimo cuando les digo que vivo de mi trabajo, como si fuera una superheroína o algo así, cuando debería ser lo normal. Con otras profesiones no pasa.
Reivindicas la democratización del arte y romper con la figura del artista inaccesible. ¿Cómo llevas el “postureo” del mundo del arte en general y de la ilustración de moda en particular?
Arte, mal; mundo moda, peor. Nunca me ha gustado esa imagen de inaccesibilidad, y cuando la gente ve tu obra únicamente en galerías da por hecho que no va a poder adquirir ninguna. La ven tan lejana que ni se animan a preguntar opciones. Me duele que esto pase. Siempre he querido hacer láminas, agendas, libros ilustrados (ahora quiero hacer también murales y deco para casas), para abrir mi trabajo. A veces, con las galerías pecamos de no darles una oportunidad por el miedo de “no entender” las obras. ¿Qué hay que entender? Basta con que te guste o no.
En tu obra, el color siempre ha sido el protagonista. Aun así, hablas de no tener miedo al cambio. Después de tu viaje a Londres, a donde has ido a descubrir arte urbano, ¿algo ha hecho clic?
Al arte urbano lo rodea un tipo de cultura que nunca he consumido: la música, la moda, lo “ilegal” del grafiti nocturno… Yo, con mi primer trabajo, ya me di de alta como autónoma porque me daba pánico que me multaran si no facturaba 10 Ä. Está siendo mentalmente complicado el decir: “aunque pintar en la calle siempre se haya vinculado a hombre, rapero y demás, yo puedo hacerlo también”, y llenarlo todo de rosa escuchando a Rihanna y Rosalía, y no pasa nada. Me ha servido para quitarme los prejuicios e introducirme en un mundo en el que era totalmente ignorante.
¿Qué te gustaría haber sabido antes de lo que significaba de verdad dedicarse a la ilustración?
Me habría gustado saber la cantidad de proyectos que se llegan a caer, incluso con el contrato firmado. Esas subidas y bajadas de ánimo tan grandes que provocan. Y, como cosa positiva, la de posibilidades de evolución que hay. En la carrera siempre te dicen que hay pocas salidas, pero yo empecé haciendo ilustración digital y ahora estoy exponiendo mis cuadros en galerías. Con 70 años, ¿quién te dice que no puedo estar en un museo?