Albertoyos

POR Diana Hernández

25/04/2024

Albertoyos, ilustrador y presidente de la APIM, nos regala unas cuantas reflexiones a partir de su amplia trayectoria en la ilustración como profesión. Desde la realidad de hace treinta años hasta la actualidad, los retos actuales del sector con la IA generativa y su dualidad en cuanto al futuro de la Ilustración.

En la foto: Albertoyos

Alberto de Hoyos es su nombre completo, pero todos lo conocen como Albertoyos. En esta entrevista nos explica con elocuencia el papel de la Ilustración en la sociedad y pone en manifiesto su preocupación en torno a la Inteligencia Artificial que, en ningún caso, ve como herramienta de trabajo y mucho menos con un valor de obra artística en sus resultados. Además de la labor de la Asociación de Profesionales Ilustradores de Madrid (APIM) para defender las condiciones laborales de los trabajadores.

En treinta años que llevas de carrera como ilustrador profesional, ¿Cómo has visto la evolución del sector hasta hoy en día? 

¡Hola! Pues no quiero sonar como el eco de los compañeros y compañeras profesionales afamados de principios de los noventa, cuando yo empezaba en la profesión. Decían que la ilustración iba cada vez peor, que cada vez se cobraba menos, que te daba igual ganar premios, que no alcanzaba para vivir y menos para comprarte una casa… en resumen, ¡que nos dedicáramos a otra cosa! ¡Jajaja! Seguramente era verdad, pero, a pesar de todo, he podido vivir más de treinta años trabajando exclusivamente de ilustrador. El sector ha cambiado mucho desde entonces.  

Yo empecé trabajando en papel y fui uno de los primeros en pasarme a las herramientas digitales, conque solo con eso, imagina el cambio. 

El ritmo de trabajo era muy diferente en las editoriales, mucho más pausado, especialmente en libro de texto, uno de los caladeros de trabajo continuo y razonablemente bien pagado donde puedes mantenerte como profesional. En aquel entonces se publicaban menos títulos y teníamos plazos largos para trabajar, trabajábamos casi todo el año y se pagaba mucho mejor.  

Ahora hay una competencia mucho más salvaje entre las editoriales, lanzan multitud de proyectos diferentes, quieren ser los primeros en colocar sus libros en los colegios, y eso repercute muchísimo en los ilustradores e ilustradoras.  

Los plazos para editar los libros se acortan, porque los comerciales quieren tenerlos en abril o en marzo, hay muy poco tiempo para ilustrarlos y todo el trabajo se concentra en unos meses, por lo que la parte de ilustración se reparte entre muchos ilustradores, con lo que tocas a menos. Hoy es rarísimo que ilustres un libro completo, algo habitual cuando comencé. Además, todo el trabajo se concentra en unos meses y tienes que pillar todo el curro que puedas y darte palizones, porque luego no hay. 

Somos temporeros del lapicero. 

En LIJ [Literatura Infantil y Juvenil], las editoriales editan muchísimos más títulos al año que antes, las librerías terminan saturadas de novedades y las tiradas son mucho más pequeñas.  

Supongo que, de esta forma, las editoriales ponen más o menos el mismo número de libros en el mercado, y es posible que esto les compense o incluso aumente sus ventas, pero a los autores y autoras nos mata, porque hay tal cantidad de obras a la venta y el catálogo se renueva tan rápido, que no da tiempo a que se vendan ejemplares de cada título. Normalmente cobramos un porcentaje por ventas, si no se venden suficientes ejemplares no es rentable; el tiempo que te lleva hacerlo es el mismo que antes, pero las ventas no. Dependemos de pillar un buen anticipo. 

En prensa dejé de trabajar hace años, pero hay menos cabeceras y, por lo que escucho, mucho menos trabajo. 

La publicidad antes daba mucho trabajo y mucho dinero, pero también dejé de trabajar allí hace mil años, y, aunque la ilustración está bastante de moda en las campañas, no sabría decir, porque todo el trabajo de storys y presentaciones a clientes me da que se ha perdido. 

La ilustración es una disciplina que abarca a su vez muchas otras. Para ti, ¿qué engloba exactamente?  

La ilustración es un completo y potente medio de expresión artístico visual, ideal para transmitir un mensaje, para explicar un concepto, para narrar un relato, para dar visibilidad, para vender o simplemente para decorar. ¡Y es reivindicativa ¡Es potencia pura!Por eso, por su potencia, su increíble eficacia y su versatilidad, nos la encontramos por todas partes. Nuestra vida está ilustrada y la ilustración ilustra nuestra vida. 

Además, la ilustración admite todos los estilos y todas las técnicas. Suele infravalorarse con respecto a otros medios de expresión artística, especialmente con la pintura, que popularmente sí es reconocida como arte mayúsculo, cuando, en realidad, la diferencia formal entre pintura e ilustración es ninguna.  

Una pintura y una ilustración pueden compartir concepto, relato, criterio, herramientas, técnicas, estilo, todo; la única diferencia entre ilustración y pintura es el objetivo final: el de la ilustración es reproducirse —en papel, en una pantalla, en una web, en una taza o en donde sea— y el de la pintura es colgarse, la obra en sí misma, el objeto material.

©Albertoyos. 'La niña del Retrete'

¿Cuáles crees que son los retos actuales de la profesión? 

Hace un par de años te habría respondido que el reto más importante de la ilustración es mantenerse como una profesión. Una profesión a tiempo completo y vida completa que permita vivir dignamente y desarrollarse profesionalmente, seas hombre o mujer; especialmente si eres mujer, pues las mujeres tienen más dificultades y son las que primero se ven obligadas a abandonar. 

La precariedad, la temporalidad y los precios bajos impiden mantenerte como profesional, a no ser que tengas recursos e ingresos al margen de la ilustración que te permitan vivir.Al final, la profesión pasa a un segundo plano y acaba convirtiéndose en un hobby o en una actividad elitista y ociosa para quienes pueden permitírselo, en lugar de ser la importante profesión, relevante para la sociedad, para la cultura y para el mercado, que es. 

Pero a día de hoy, el reto más importante de la ilustración, es sobrevivir. Sobrevivir a las IAs generativas. 

Estuviste “despejando dudas sobre la Inteligencia artificial” en una mesa redonda con otros artistas en UDIT, cuéntanos qué dudas están sobre la mesa… 

Esta mesa redonda la hicimos el año pasado y, desde entonces, han cambiado muchas cosas, porque todo va muy rápido y, aunque se han ido despejando muchas dudas, todavía necesitamos saber, necesitamos entender, dar a conocer y explicar; porque sin saber qué es y cómo funciona una IA generativa no es posible entender el terrible daño, la brutal apropiación y expolio y el porqué los profesionales estamos en contra de su uso.  

Y hay todavía mucho desconocimiento, incluso en profesionales o en agentes relevantes del sector, desde las editoriales al Ministerio de Cultura. Necesitamos saber y hacer saber de dónde saca la IA generativa las imágenes, el input, con las que luego obtiene sus productos derivados, el output.  

Las imágenes que usa la IA se han tomado ilegalmente de internet. Aunque mucha gente no lo sabe, en internet rigen la mismas leyes que en la vida real, por lo tanto, todas las imágenes que estas empresas se han apropiado sin pedir permiso, son propiedad de sus autores cuyos derechos de autoría patrimonial e intelectual han sido vulnerados, literalmente robados y pisoteados. 

Necesitamos saber, también, qué ocurre legalmente con el producto derivado, con esa imagen que produce la IA generativa.  

Porque, según la legislación vigente —tanto en Europa, ya sea romana o anglosajona, como en Estados Unidos—, una obra solo puede estar creada por un ser humano, su autor o autora, quien adquiere, de forma inherente e inmediata, los derechos legales sobre su uso y explotación.  

La IA generativa no crea absolutamente nada, remezcla de forma muy sofisticada obras ajenas, no produce obras y, por tanto, el producto resultante no puede tener derechos de autoría.  

Ahora mismo, las imágenes generadas con IA generativa no se pueden registrar, y de poder hacerlo, la autoría debería recaer en los autores de las obras de las que se han servido ilegalmente para producir esa imagen.

«El valor de una obra artística no es solo el resultado final, no es darle a un botón. Lo que le da gran parte de su valor es el criterio, el relato, el aprendizaje, el conocimiento, el esfuerzo intelectual, la subjetividad, la vivencia, la emoción y el proceso creativo.»

¿Cómo ves el futuro de la profesión tomando en cuenta estos nuevos paradigmas? ¿Se caminará de la mano con estas herramientas o se tomará ventaja sobre ellas? 

Pues no tengo ni idea. Depende del día, pienso que es Apocalipsis zombi, el fin del mundo y de la civilización toda tal y como la conocimos, o que es un enorme globo inflado que nos han colado y que pinchará y pasará de moda sin dejar demasiado rastro.  

Pero quiero señalar y dejar muy claro que la IA generativa no es en absoluto una herramienta.  

Una herramienta te sirve o ayuda a realizar una obra, mientras que la IA te da el producto terminado sin intervención alguna. Photoshop o Procreate sí son herramientas —al menos de momento— porque dibujas con un lápiz que pinta con píxeles, en vez de con tinta, sobre la pantalla, una superficie plana como el papel. Sin la intervención humana, no hacen nada. 

Una IA generativa no es una herramienta sino una tecnología que no hace obras, sino productos. Y no crea nada, solo mezcla muy astutamente un material que, además, es robado.  

Su única aportación es la aleatoriedad, pero esa aleatoriedad está ordenada sobre unos patrones que también han sido sustraídos de las obras de seres humanos. No tiene criterio, ni propósito, no es más que una máquina. 

Hay quienes defienden que cuando le das órdenes, los prompts, de alguna manera estás dirigiéndola y aportando tu criterio, pero esto tampoco significa que estés creando nada.  

Los clientes también nos dan órdenes, nos dirigen y aportan su criterio, nos dan sus prompts, pero ni esto los convierte en creadores ni están creando absolutamente nada: la obra es de quien la elabora, es única y personal y, por eso, legalmente pertenece a quien la ha creado. 

Me da la sensación de que hay un cierto disfrute en redes sociales, una especie de resquemor o inquina por fin satisfechos; gentes que se alegran con nuestro problema y con nuestra denuncia, como si, por fin, hubieran conseguido arrebatarnos una especie de privilegio o hubieran encontrado la forma de hacer lo mismo que hacen los ilustradores e ilustradoras y los y las creadores/as de obras. Pero olvidan que el valor de una obra artística no es solo el resultado final, no es darle a un botón. Lo que le da gran parte de su valor es el criterio, el relato, el aprendizaje, el conocimiento, el esfuerzo intelectual, la subjetividad, la vivencia, la emoción y el proceso creativo. Si quitas el proceso, si al arte le quitas todo esto, el juego carece de sentido.  

Creo que en este asunto de las IAs generativas, los profesionales, ilustradoras e ilustradores, estamos todos totalmente de acuerdo, unidos y sin fisuras.  

Lees declaraciones o entrevistas y el discurso es siempre el mismo, porque, pocas veces, una circunstancia profesional es tan clara y tan grave. 

En APIM, la Asociación de Profesionales de la Ilustración, Animación, Videojuegos y VFX de Madrid, no estamos en contra de la inteligencia artificial, ni de los avances de la tecnología. Lo que exigimos, a nuestro Estado y a la Unión Europea, es una regulación que termine inmediatamente con el uso de obras protegidas sin el consentimiento de sus autores/as. Exigimos que, a partir de ahora, las obras que utilicen las IAs para alimentar sus bases de datos sean remuneradas a sus creadores/as, respetando la legislación vigente de Propiedad Intelectual.  

Y que en los productos derivados de esas IAs generativas se acredite a los autores/as de las obras que se han usado como fuente. Todo esto, entre otras cosas y con carácter retroactivo.Mientras tanto, nos oponemos frontalmente a su uso. Nuestras reivindicaciones son exactamente las mismas que las de la Federación de Asociaciones de Ilustradores/as Profesionales de España, FADIP, nuestro nexo de unión y de fuerza, de la que formamos parte junto a las de Galicia, Euskadi, Cataluña y Valencia y donde trabajamos codo con codo. 

El futuro de la profesión dependerá, pues, de la regulación. Si no se regula, la ilustración profesional puede desaparecer.  

Un Madrid cada vez más ilustrado, ¿estamos a la altura de ciudades referentes en materia de Ilustración, como Tokio, Nueva York, Londres, Berlín…?
 

La verdad es que no tengo suficiente conocimiento de lo que se hace en Tokio o Nueva York o Berlín para opinar. Cuando viajo por Francia, Holanda o Bélgica sí noto la importancia que le dan a la ilustración o al cómic. Por no hablar de cuando trabajé para Inglaterra.  

Lamentablemente tanto la ilustración como el arte en general están muy poco valorados en nuestro país. Digamos que nos resbala, como a una sartén de teflón recién comprada. 

Si en el XVIII no tuvimos Ilustración con mayúscula, difícilmente vamos a valorar hoy la ilustración con minúscula. 

Pero sí es posible que la ilustración esté hoy más presente que antes en Madrid. Las redes la han democratizado, ¡todo el mundo ilustra! ¡Yupi! 

La ilustración admite cualquier material, cualquier formato, cualquier soporte, y las calles rebosan de ilustración. Paneles, pantallas, publicidad, grafitis… oficial, publicitaria o autogestionada, sí que parece que hay ilustración por todas partes.  

A mí me gustan mucho las pegatinas grafiteras, las hermanitas pequeñas de los grafitis. Voy en bici y me voy parando en cada señal y en cada farola a mirarlas. Aparte de las de los cerrajeros, unos precursores, las hay con publicidad y con firmas, pero también con ilustraciones de todos los estilos, a veces realmente muy buenas. Sé que, en parte, son suciedad, pero ilustran las calles, como si las paredes, las farolas o los postes fueran las páginas de la ciudad. 

 ¡Y lo de Tabacalera! ¡Aquellas catacumbas! Lo que había allí dentro era realmente brutal. Un edificio completamente ilustrado. Espero que lo conserven cuando terminen la reforma, aunque mira que lo dudo. 

Puede que últimamente la autoedición y el fanzinerismo estén tomando cada vez más fuerza en Madrid, con ferias a tope de gente, como el Fanzimad o el Autozine o el Krunch en Alcalá. 

Y las tiendas de cómic, manga, anime, parece que aumentan; cerró Madrid Cómics, que fue nuestro referente —aquellos tiempos con Mario Ayuso y las bolsas y folletos ilustradas por Javier Olivares—, pero cada vez abren más. 

¿Qué acciones apoyáis desde APIM para posicionar cada vez más a Madrid como una ciudad referente en cuanto a Ilustración? 

Dentro de nuestras limitaciones como asociación independiente que somos, trabajamos para divulgar y promocionar la ilustración al límite de nuestras posibilidades. Y cuando digo al límite, de verdad que es al límite, ¡jajaja! 

Reconozco que yo era escéptico, pero, cuando estás dentro, ves el trabajo titánico por y para la ilustración que se hace y el que han hecho las compañeras y compañeros que nos precedieron.  

Ese trabajo pretende repercutir en las condiciones laborales de los compañeros y compañeras, asociados y no asociados, y, por tanto, en la ilustración y en Madrid, que es nuestro vínculo. 

Por ejemplo, APIM participa en el comité de expertos que elige a las empresas que realizan las campañas de comunicación del Ayuntamiento de Madrid —esas que se ven en los paneles y pantallas de las aceras—, valorando muy positivamente aquellas que proponen la ilustración como medio protagonista; y con la gran satisfacción de comprobar, desde hace años, que el grupo de expertos que nos acompaña coincide con nuestra valoración. Aprovechando una subvención del Ayuntamiento, el año pasado desarrollamos un ambicioso proyecto expositivo por toda la ciudad, «Madrid, juntos somos más fuertes», con un tremendo despliegue de talleres, charlas, mesas redondas con grandiosos y grandiosas profesionales, y dos exposiciones colectivas centradas en Madrid, con el objetivo de llevar la ilustración y la fuerza que nos da la unión, a todos los rincones. 

Y organizamos los premios anuales APIM, que siempre nos colapsan con la participación y la calidad de nuestros compas, a pesar de que el premio no es material. Son realmente la fiesta de la ilustración de Madrid. Y podrían serlo aún más, con un poco de apoyo. 

Nos gustaría hacer mucho más y estamos muy abiertos a ello, pero nuestra batalla, sobre todo y principalmente, es defender las condiciones laborales de la profesión. 

En APIM trabajamos de forma voluntaria, ¡pagamos una cuota por currar! Por mí, por mis compañeros y por la ilustración primero. 

¿Darías un consejo a esta nueva generación, nativos digitales, que están dando los primeros pasos en la profesión? 

Han pasado más de treinta años desde que empecé a trabajar como ilustrador y las circunstancias y mi experiencia vital no son equiparables a las de hoy. 

Seas nativo digital o no, da igual, pintamos con el cerebro, la herramienta es irrelevante y el soporte solo un paso intermedio más en el resultado final: reproducir nuestra obra o dar visibilidad a nuestros clientes.  

¡Ojo, porque la visibilidad la damos nosotros! Esa es la esencia de la ilustración. Nunca aceptéis trabajar a cambio de visibilidad; dar visibilidad es nuestro trabajo y no nos pueden pagar con nuestro propio trabajo, debéis cobrar siempre. 

De nuestra profesión se dice que es vocacional, y es cierto, y es un privilegio, pero el trabajo siempre es un peñazo, lo mires por donde lo mires. Ahora bien, si te dedicas a algo que te gusta y, además, es creativo, el peñazo se hace mucho más llevadero y, según pasa el tiempo, cada vez lo disfrutas más. Es un lujazo.  

Por eso, si tu trabajo ideal existe, insiste.  

Si alguien está ahí, es porque se puede. 

La convicción y la cabezonería suele ser una buena estrategia para conseguir lo posible. Pero si no existe, no te gastes, no pierdas el tiempo en imposibles. 

Nuestra profesión no está valorada socialmente, así que debemos valorarnos y empoderarnos como ilustradores/as, quitarnos complejos y encasillamientos rancios. La ilustración es un medio de expresión artístico completo, tan valioso y tan mayúsculo como todos los demás: pintura, cómic, música, escultura, cine, arquitectura, animación, literatura, teatro… e ilustración. 

Para terminar quiero añadir que me siento muy feliz y afortunado de haber nacido en una familia en la que había suficiente para comer, en un estado de derecho con unos impuestos que nos dan la libertad de poder educarnos y desarrollar nuestra vida, y de haber contado con suficientes recursos para dedicarme a la ilustración. 

Al final, resulta que el lujo no lo da el dinero. El lujo lo da el buen gusto y hacer lo que te apetece, especialmente si es ilustrar. 

La vida nunca será fea si la ilustras bien de arriba abajo. 

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