Foto de cabecera © Carlos Luján
El vigués Abraham Boba es la voz cantante, letrista, teclista; vehemente, con una dilatada experiencia en los enredos del negocio musical y con pocos pelos en la lengua. Cesar Verdú, a la batería y las percusiones; es cordial, atento y es quien marca el ritmo del encuentro para que no se descontrole. Eduardo Baos, al bajo y sintetizador: natural y sencillo como que vive en un pueblo rodeado de campo cerca de Zaragoza. Luis Rodríguez, guitarrista, frecuente en la escena madrileña; interviene como quien hace un punteo, como una verdadera caja de sorpresas. Los cuatro veteranos músicos son una formación en peligro de extinción, con conciencia de banda, artesanos del oficio sin concesiones, que hacen del directo su verdadera religión. «Los conciertos pagan nuestras nóminas. Nos autogestionamos y autoeditamos, pero incluso cuando estuvimos esos años en Warner vivíamos del directo», asegura Abraham.
Abraham para las fotos quiere ir a la mítica taberna Venencia, pero está cerrada. De camino nos encontramos con Jorge Pardo, que saluda a los cuatro miembros con efusividad y éstos muestran su admiración al talentoso músico de flamenco y jazz: «Tenemos entrevista con El Duende y nos encontramos a Jorge Pardo. Parece que todo cuadra», comenta Luis.
No nos pueden contar aún mucho de su nuevo disco, aunque lo tengan terminado, pero sí nos dan algunas pistas de lo que nos vamos a encontrar. En el festín, el single de adelanto, es toda una declaración de intenciones que, como el resto del disco, navega entre el rock y la electrónica. Es una canción inspirada en El ángel exterminador de Buñuel que muestra la cara más bailable, hedonista y descarnada del grupo. Abraham Boba define el nuevo disco como «el lugar al que queríamos llegar. Todo lo que llevamos buscando en los dos últimos discos concluye en este trabajo dónde todas las ideas están más claras y mejor plasmadas que nunca».
Ha sido producido por Martí Perarnau. Algo que no es baladí ya que a la personalidad activista, creativa e inclasificable de Martí se suma, como destaca César, que es «la primera vez en la historia del grupo que trabajamos con la figura de un productor. Hemos trabajado como un equipo de cinco personas aportando. Compartimos códigos que se suman. Con Martí, las canciones han cogido otro carácter y hemos llegado a un lugar distinto, nuevo para nosotros, con un punto más sofisticado».
Ahora que el disco ya está hecho están deseando presentarlo en directo. Nos cuenta Cesar que para ellos la gira de salas es muy importante. «Siempre lo ha sido. Ya tenemos montada toda la gira por España desde que salga el disco por octubre hasta la primavera. Tenemos muchas ganas de volver a México, ir a Colombia, a Chile y terminar después en los festivales de verano». Motivo por el que este verano solo darán conciertos muy concretos, alrededor de veinte. En Madrid podremos verlos en el Autocine, el 17 de julio.
Y es que en León Benavente el directo está presente siempre desde la misma composición o grabación. «Con los nuevos temas nos preguntamos si los podemos defender en el escenario. Todos nos los tenemos que creer. Es el verdadero filtro» remarca Abraham.
Para Luis, que nos cuenta que perdió a su madre el día de su cumpleaños y tocó al día siguiente en Benicassim con Nacho Vegas, «la música en directo es algo que necesitamos. Cuando paramos, mi novia (componente de Las Odio) está deseando que volvamos porque no hay quien me aguante». Para Edu la magia del directo es que no sabes lo que va a pasar y que ningún concierto es igual a otro. Abraham sí reconoce una cierta adicción que produce subirte a un escenario: «Te da una imagen de ti mismo que engancha. Algo que un día te ha pasado por la cabeza, que después de un trabajo artístico conjunto, subas a un escenario, lo presentes y la gente flipe te da una energía que quieres volver a sentir. Lo veo como una droga natural».
Comentamos el anunciado parón de un año que ha comunicado Vetusta Morla. Y Abraham no se muerde la lengua: «Nosotros no podemos parar porque no podríamos pagar el alquiler de nuestras casas. Somos proletarios de la música y si paramos es por obligación. Ahora no puedes tocar dos años por salas como antes y salir fuera es muy caro. Nada termina, son unas vacaciones, no tiene sentido comunicarlo».
De León Benavente han dicho que con su primer disco consiguieron una identificación generacional que no se veía desde Los Planetas. Algo que me lleva a pensar si un grupo tiene una idea de su público al igual que el público de ellos. Abraham lo describe así. «Nuestro público sabe la intención con la que estamos aquí, y cómo concebimos la música. A los que nos siguen no les sorprenden los cambios. Si hay un dinosaurio que espera que hagamos el primer disco, no nos interesa para nada. Si la gente se queda en la nostalgia, nosotros no jugamos a eso».
Fue en un concierto, en Sonorama, donde sintieron la necesidad de dedicarse a lo que más les gustaba y apostar por el grupo que aún alternaban como músicos de Nacho Vegas. Abraham cree que ha habido una falta de correspondencia de muchos festivales con el grupo. «Cuando se abrieron los conciertos en la pandemia se rebajó el caché a la mitad y nadie quería tocar porque era una palmada. Nosotros decidimos seguir tocando, llevar el mismo equipo técnico, pagar lo mismo y cobrar mucho menos. Eran conciertos realmente durísimos con gente sentada que no se podía mover. Y después de eso, festivales como Sonorama no te llaman o te llaman para tocar a las cuatro de la mañana o en determinadas condiciones. Nosotros hemos dicho cinco millones de veces que Sonorama fue el primer festival de nuestra vida donde conectamos con la gente y que nos abrió muchas puertas, pero hay que decirlo todo». Y añade que hay «un problema endémico en los festivales para las bandas nacionales. Tienden a jerarquizar los grupos con el nombre más grande o pequeño en el cartel, su caché, los horarios. Y te dicen que tú eres una u otra cosa sin existir un baremo real. Es como una especie de Olimpiadas de la música nacional. Y cuando viene un grupo internacional nadie puede competir, aunque meta solo a 80 personas en La Riviera. Es algo que estamos asumiendo los grupos de aquí porque necesitamos tocar en festivales».
Con la expectación puesta en el resto de su nuevo disco es seguro que volverán a mudar su piel y a venderla muy cara bajo los focos. Como dice César: «No entendemos el arte de otra manera que no sea arriesgando. Tenemos la necesidad de cambio, de no quedarnos en un mismo lugar». «El agua quieta se estanca», sentencia Eduardo. Y remata Luis: «A un coche que está mucho tiempo en doble fila, se lo acaban llevando».