Ana López Cobos

POR Juan Sardá

18/02/2024

La diseñadora de vestuario habitual de los Javis o la compañía de teatro Kamikaze explica por qué su trabajo consiste sobre todo en la creación de personajes mediante la ropa.

En las novelas de Sherlock Holmes deducía la profesión, el carácter, la situación económica y hasta los más oscuros secretos de los personajes mediante su vestimenta. La madrileña Ana López es como una detective, pero al revés, ya que su trabajo como figurinista, como nos explica, es partir de la psicología para después dar con la ropa que llevaría si fuera una persona real. Porque la ropa, nos define. Licenciada en psicología y en traducción e interpretación, formada también en Central Saint Martins de Londres (una de las mejores escuelas de diseño), habla cuatro idiomas y aúna ambos mundos para hacer verdaderas creaciones artísticas.

Su trayectoria está muy ligada a los Javis, con quienes comenzó a colaborar en el vestuario de la obra de teatro La llamada y desde entonces no ha parado, desde la película homónima a Paquita Salas, La Veneno y el reciente gran éxito de La Mesías. Sin olvidar sus importantes colaboraciones en el mundo del teatro con la compañía Kamizake de Miguel del Arco en obras como Veraneantes o Hamlet, el Teatro Español o sus trabajos para Carlota Ferrer, entre otros.

¿Cómo se llega de la psicología y la traducción e interpretación al diseño de vestuario?

Cumplí con mis padres y la parte de seguridad, soy traductora Jurado del Ministerio de Asuntos Exteriores. Después hice estudios relacionados con moda en Londres y en Barcelona. Ser psicóloga y traductora tiene mucho que ver con mi aproximación al diseño de vestuario porque trabajo la psicología de los personajes, traduzco su personalidad utilizando prendas, formas, colores, texturas… Cuando estás haciendo ficción, series, películas o teatro estás creando personajes a través del vestuario. Se trata de utilizar la moda parra contextualizar también a ese personaje en una época en concreto. Para ello te vas a la fuente, quién está vistiendo qué, qué se lleva en esa época… Más allá de que te guste el look, que el actor salga favorecido, se trabaja esa parte narrativa para que el vestuario transmita algo.

¿Su trabajo se parece más al del novelista?

Si te fijas en las películas del Hollywood clásico lo que llevan las estrellas también deja una huella sobre ese tiempo, siempre hay algo de la moda sobre la época que estás contando, claro. Luego pasa mucho con frecuencia que eso influye en la propia moda, hay un trasvase mutuo. La serie Euphoria ha dado lugar a varias colecciones de ropa y de complementos. Las series y las películas hoy llegan a más gente que nunca. En Cardo, una serie de la que fui figurinista, pasó con la camiseta de la marca El Niño que lleva Ana Rujas. Era una marca desaparecida y olvidada y se ha vuelto a poner de moda, la ha llevado hasta Rosalía. De todos modos, no es algo que puedas forzar. Hace años veías series en las que todos los personajes iban vestidos de la misma marca y no quedaba natural, eso ha cambiado mucho, hoy nadie quiere verse obligado a tener que utilizar unas determinadas prendas.

¿Qué tal la relación con quien dirige la película u obra?

Tanto en teatro como en televisión y cine he trabajado casi siempre con directores que también son autores, tienen muy claro cómo son y qué imagen tiene de ese personaje. Esta es la parte de traducción de esta profesión, tienes que meterte en la cabeza del director para saber plasmar esa propuesta que ha imaginado, yo tengo que materializarlo físicamente. La tercera pata es el actor, claro, tenemos que caminar director, actor y figurinista a la par.

¿Cómo se conjuga su trabajo con maquillaje y peluquería para acabar de confeccionar cada look?

Hace tiempo que trabajo con el mismo equipo, Pablo Morillas en peluquería y Mariló Osuna en maquillaje. Yo empiezo antes a trabajar antes y cuando ellos se incorporan ya tengo mucho material de pruebas que sin su aporte no se puede completar. Es un trabajo de mucha colaboración porque hasta que veo el look completo no puedo darme por satisfecha, si el pelo no está bien me echo las manos a la cabeza. En este trabajo es muy importante encontrar la medida justa porque es muy goloso irse al exceso, a lo demasiado llamativo.  

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