Fotos © Javier Soto Azpitarte
Eva Amaral y Juan Aguirre vuelven de nuevo a la carga con Dolce Vita, su noveno álbum tras cinco años de Salto al color, su anterior trabajo. Y lo hacen ampliando su sonoridad, sin perder su sonido Amaral, su idiosincrasia. Siempre avanzando hacia adelante.
El verano de 2025 Amaral vendrá cargado de grandes fechas en directo, con un espectáculo que estará a la altura de este nuevo álbum, nos confiesan. Tienen previsto publicar próximamente colaboraciones con otros músicos. Y algo de lo que no dudan es de agradecer a la gente que les sigue y que les apoya, porque saben que nunca van a repetir sus discos clásicos, “esa gente que ha tenido que aprender a aguantar que no les vamos a dar más de lo mismo”, comenta Juan. Estuvimos charlando con ambos y nos desvelaron las claves de esta nueva etapa.
Dolce Vita es vuestra declaración de intenciones. Lo habéis categorizado como lugar soñado, paraíso, espacio de libertad, lugar donde empezar de cero, o sea, ¿como una especie de…?
Juan: Es como una utopía que contraponemos a la propia realidad de todos, a la nuestra y a la de todos, ¿no? Incluso a una realidad como también de equilibrio, de paz interior. Tiene que ver con una realidad de entorno soñado, pero también con una tendencia de encontrar el equilibrio y la paz que a veces puede ser más una utopía que una realidad.
Aunque intentáis que sea realidad, imagino.
Eva: Intentamos que sea realidad, pero precisamente en el disco sí que hay una parte que habla de esa búsqueda fallida. De repente hay cosas en la vida que te sacan de esa utopía de paz, y tienes que aprender a buscar o a disfrutar más de ese momento de felicidad porque puede ser fugaz.
También tenéis ese punto de revolución, de luchar por tus derechos, de manifestarte de una manera clara o de posicionaros en ciertas cosas.
Juan: Sí, igual tendemos a entender la expresión musical, o la expresión creativa, que no tiene por qué ser arte, la propia expresión como algo disruptivo. Algo que tenga un poco de subversión. Puede haber expresiones de cosas más íntimas, más personales, una parte más sentimental, otra de tu entorno físico, pero todo tamizado desde un punto un tanto disruptivo. No sé si Eva lo ve igual.
Eva: Sí, siempre hablamos de esto, de que nos gusta que las canciones de alguna manera también tengan un poco de dientes. Aunque hablen de cosas bonitas. Aunque ahora mismo la verdad es que hablar de la belleza del mundo casi es disruptivo o casi es una forma de subversión. Hablar de que puede haber un mundo mejor, de que puede haber un mundo bello.
¿Dolce Vita tiene algún vínculo con el neorrealismo italiano, al cine italiano o no?
Eva: La verdad es que en todo el arte del disco hemos querido hacer un homenaje a esas imágenes icónicas de la Dolce Vita de Fellini, pero para nosotros era como reinventar ese término y traerlo para nombrar así nuestro paraíso, nuestra burbuja soñada. Y entenderlo como vivir en armonía con tu entorno, con el resto de los seres vivos que te rodean, y ese equilibrio entre la belleza del mundo y la crueldad de la propia naturaleza y del ser humano también. Y el equilibrio que hay entre la vida y la muerte. Ser conscientes de que la muerte está ahí precisamente para poder aferrarse con más ganas a los momentos de felicidad y a la vida.
En este disco hay una apertura de otros estilos, como una sensibilidad con el folclore o con la música de raíz que se manifiesta aquí. ¿Es algo que ha surgido o que lleváis de hace tiempo?
Juan: Yo creo que desde que nos conocimos, siendo muy adolescentes, teníamos una visión de la música más abierta de lo que tenían algunos de nuestros amigos, que eran como más militantes. Nosotros crecimos en un ambiente de escena alternativa de Zaragoza, de rock independiente. Y a pesar de eso, digamos que nuestra corriente más mainstream era los sellos independientes alternativos americanos e ingleses. Pero luego aparte de eso nos interesaban muchas otras cosas. Música que tampoco era lo que más sonaba en ese momento, cosas del pasado. Éramos bastante curiosos los dos, y compartíamos cosas que nuestros amigos flipaban. Los dos trabajábamos en bares, que es donde se le daba bastante importancia a la música que sonaba y eso también fue una escuela. Todos esos discos que habían llegado de importación y flipábamos con cosas de rock, de pop, de música francesa y también de folclore. Yo recuerdo que a mí una vez Eva me regaló un montón de discos de Eric Burdon, de Pentangle, de Alan Stivell, de cosas que a nuestros amigos les daban igual.
Luego cuando empezamos a grabar discos, toda esa especie de apertura de miras igual se volvió un poco en contra nuestra porque la gente tampoco sabía muy bien dónde ubicarnos. Y luego cuando el proyecto se hizo súper mayoritario, pues todavía menos. Había un elemento que era ya habernos convertido en parte del mainstream.
Vuestro sonido Amaral ya es un mérito ¿Sonáis a vosotros mismos?
Juan: Para bien o para mal, puede que sí. Yo viéndolo desde dentro, pues intentamos evitar tics y cosas así. Cuando algo nos recuerda a un disco anterior, si no tiene plena justificación en ese momento lo evitamos. Y desde luego Eva tiene una manera de cantar muy personal e impactante. Ha sido así desde que empezamos.
La voz es otro instrumento más que transmite mucho. Pero es importante saber cómo utilizarla. Imagino que también es un reto para ti Eva, porque hay que adaptarse a los tempos y al mensaje, a mil cosas.
Eva: Claro, es interpretación, efectivamente, que yo creo que va más allá de la técnica que tú poseas como instrumentista, en este caso, como intérprete. Es una mezcla de cosas, lo que decía Juan, que me hace gracia escuchar que mi voz es personal, porque yo empecé de adolescente. Cantando en mi casa yo sola, en mi habitación, encima de discos de otros. Desde Queen, que me encantaban, a Patti Smith, o The Cure, ese Kiss Me Kiss Me Kiss Me, que era mi disco favorito. Y supongo que no creía que yo fuese cantante, pero ahí es donde se fraguó mi forma de cantar, sin duda alguna. Luego he recibido clases. Por supuesto, la importancia de la técnica, recibes clases ya más adelante. Pero yo creo que verdaderamente mi forma de expresarme con la voz se fraguó en esos primeros años de jugar a cantar.
Me gusta el contacto con Latinoamérica que tenéis en “Podría haber sido yo” con Víctor Jara ¿Qué os llama de Latinoamérica musicalmente?
Juan: En concreto la figura de Víctor Jara era un referente desde siempre, porque siempre habíamos oído hablar de él y conocíamos las canciones más emblemáticas, Duerme, duerme negrito, Te recuerdo Amanda y A desalambrar. Conocíamos lo más popular de su discografía. Recuerdo que, subiendo al coche de Antonio Arias de Lagartija Nick, creo que Eva iba a hacer algo con ellos, de pronto Antonio puso a Víctor Jara en el coche. Y no sé si fue porque tiene una voz impresionante o porque tenemos en alta estima los gustos de Antonio. Pero de pronto Víctor Jara pasó de nuestro subconsciente a nuestro imaginario, o sea, como si lo sacaras del disco duro y lo pusieras en tu escritorio. Y lo empezamos a oír más sin darnos cuenta. Y luego me decía, ¿por qué no le hemos hecho caso a esta persona y le hemos hecho más caso a Billy Bragg?
Eva: Yo creo que las generaciones anteriores, las de nuestros padres, no vivían tan de espaldas a Latinoamérica. Sí que vivían más en comunión con la música que se hacía al otro lado. Pero, por lo que sea, las nuestras vivían más de cara a lo anglosajón.
Ya es la segunda vez que Antonio nos abre un universo increíble, porque la primera vez fue con Morente. Antonio es el multiverso.
En la canción, “Hasta que la música se acabe” mencionáis a Nirvana, pero a mí me resulta una canción muy Arcade Fire ¿Os gusta Arcade Fire?
Eva: Sí que nos han gustado. Recuerdo cuando aparecieron que nos los enseñó Xoel por primera vez, con el primer disco, “Funeral”. Y en ese momento sí que nos importó. Era un sonido muy novedoso, cogiendo cosas que ya se habían hecho, pero tenía una energía especial.
Juan: Para mí la peculiaridad que tiene esa canción es que es una canción burbuja que va subiendo, va subiendo. No tiene un estribillo claro porque toda la canción la imaginamos como un estribillo. Y en realidad toda la letra y toda la curva de energía tiene sentido porque rompe en “Pero hoy estamos juntos frente al río en Zaragoza / justo en el momento en que la luz del sol se apaga”. Hay una visión muy clara en Zaragoza cuando estás sentado en una ladera del río, con las torres del Pilar al fondo, que es como una imagen muy de postal de Zaragoza, pero es que es como una especie de skyline que no te puedes quitar de la cabeza. Habla de un reencuentro. Entonces toda esa pulsión y el hecho de hablar de música, o sea, hay todo referencias a canciones porque habla de alguien que acaba de descubrir a Nirvana.
Eva: Lo que hablábamos de mirar al mundo como anglosajón. Pues eso es. Es curioso porque esta canción, en realidad, desde que Juan la inició, la teníamos como una cosa muy folky. Y de repente decidimos, en vez de hacerla con una acústica pasarlo a algo más eléctrico, con batería, y lo que salió fue esto. Fue la transición entre el mundo folk, casi un poco irlandés, ese tipo de folk celta, al mundo eléctrico y más subida de BPMs.
¿Tiráis más de filosofía o sois más espirituales?
Eva: Juan es filósofo. Yo igual soy más espiritual.
Juan: Para mí la clave es no pensar demasiado. La música que me gusta tiene algo de físico, de energía y de no pensar demasiado. De hecho, muchas veces cuando Eva me enseña una canción casi prefiero no saber qué acordes son y empezar a tocar. Incluso cometer errores pasar por ella buscando un algo que me llame, como si no supiera tocar, como cuando tenía 16 años y hacía ruido. Para mí empezar a tocar una canción nueva tiene algo de vuelta a la ignorancia, a la inconsciencia, a apagar la razón, a todo lo que hemos aprendido de trabajo en el estudio. Y luego una vez que has encontrado el germen, apagando la mente, o sea, sin pensar en nada musical, ni en teoría musical ni nada. Una vez que lo has encontrado ya aplica todo lo que sepas para que eso brille. Pero para mí si una canción no tiene un germen me parece que le falta algo, le falta la esencia.
¿Qué propósitos tenéis para 2025?
Juan: Yo quería aprender a tocar el piano un poco más, sin poner los dedos mal, y con un poco más de soltura, por hablar de algo prosaico. Y no tengo muchos más planes, me gustaría pasar más tiempo con mi familia, con mis padres que no viven aquí y dejar de comerme los dedos. Y tenemos muchísimas canciones sin grabar.
Eva: Pues intentar que no arrasne mi ánimo Twitter y las noticias. Creo que ese es un propósito que tengo que hacer, desconectar un poco más de esta realidad que no sabemos muy bien qué realidad es. Y lo que dice el disco, intentar centrarme en las cosas un poco más positivas de la vida.