Foto de cabecera. The Lemon Twigs en concierto © Martin Page
Un clásico: quieres ir a varios festivales en verano y todos comparten muchas bandas en el cartel. Más de mil macroeventos en nuestro país y una ingente oferta de conciertos en directo en las principales ciudades ponen difícil a esta industria diferenciarse del resto.
El pasado año, el sector de los conciertos y festivales en España obtuvo una facturación histórica: 579 millones de euros, un incremento del 26% respecto al 2022 y una inyección brutal si tenemos en cuenta la pandemia. Entre los macroeventos que recibieron más visitas den 2023 en nuestro país encontramos el Arenal Sound (+300.000), Primavera Sound, Viña Rock, Mad Cool o el FIB, con 180.000, aunque suenan otros nombres con fuerza cada año como Sonorama, Low Festival, Bilbao BBK Live, o Pirineos Sur, que también reciben miles de visitantes.
La oferta (así como la demanda) también se ha disparado en las principales ciudades de nuestro país, no solo a gran escala, sino también en pequeños ciclos. Siendo este el panorama, ¿cómo ser original y destacar entre el resto con el booking de artistas? Carolina Sada, del departamento de booking de Baltimore (Low Festival) lo tiene claro: «El buen festivalero tiene que prestarle atención a los escenarios más pequeños, donde están los artistas en crecimiento». En la misma línea apunta Teresa Rebagliato, responsable de programación artística de Sonde3 (Río Babel, Sansan Festival, Sonrías Baixas), que recalca de nuevo los nombres medios y pequeños. «Es imprescindible estar atento a los artistas que tienes en el radar para poder ver cuáles están en un momento dulce o a punto de despegar».
Tomar la decisión
Satisfacer el cada vez mayor nivel de la exigencia de los asistentes que repiten año tras año, el caché y el poder de convocatoria del propio cantante o grupo, o la viabilidad técnica y logística, son algunos de los aspectos que se tienen en cuenta a la hora de elaborar un cartel. La cosa no cambia mucho si hablamos de ciclos Pirineos Sur (con más de treinta actuaciones durante todo el verano) o Inverfest, que este año cumplió su décima edición en Madrid. Un ciclo de conciertos que nació con el objetivo de revitalizar la capital en una estación que no tenía mucho movimiento cultural hasta la fecha. Y vaya si lo consiguieron.
«Buscamos que los artistas contratados, sean del estilo que sean, tengan cosas que contar, que sean originales y buenos en lo suyo, ya se dediquen a la bachata o al rock. Pero que tengan una propuesta personal auténtica. Luego tenemos que diversificar, si tenemos cien conciertos, no pueden ser todos de flamenco, así que siempre estamos en la búsqueda de pluralidad de estilos», comenta Pablo Rodríguez, uno de sus responsables.
Paridad y redes sociales
No hay verano de festivales sin polémica: los carteles (que cada vez se anuncian con más antelación) se llenan de nombres mayoritariamente masculinos. Al igual que los macro eventos y la música en directo, las redes sociales viven un momento boom en muchos sentidos y se convierten en estos casos en foros de peticiones y denuncia. Sada aboga por la normalización de la presencia de artistas queer, femeninas, racializadas y un largo etc. que no debería ser polémica. Aunque lanza un mensaje al público: «Si queremos más mujeres en los carteles, hay que escuchar a más mujeres también. Nosotros dependemos de los gustos del público, ellos tienen la última palabra, aunque somos conscientes de que todas las salas y festivales tenemos una responsabilidad con esto».
En cualquier caso, la música en directo lleva casi diez años de burbuja, con la sensación de estar a punto de explotar. Como apunta Teresa Rebagliato, «tras la pandemia, hemos conseguido que sea una de las principales opciones de ocio de nuestro país». Habrá que cuidarlo.