Su industria mueve una cantidad obscena de millones al año y cada vez hay menos excusas para permanecer ajeno a él. Pero el videojuego tiene barreras de entrada, y puede que la mayor sea el vocabulario. ¿De qué demonios hablan los gamers?
¿Por qué, ante el lanzamiento de Hogwarts Legacy, les hace tanta ilusión que sea un sandbox? ¿Una “caja de arena” como la que usan los gatos? ¿No hablábamos de un juego de Harry Potter? Sandbox es un género centrado en inmensos mundos que explorar a placer. La posibilidad de hacer eso en Hogwarts es, claro, seductora. God of War: Ragnarök tiene algo de eso, pero su estructura se ajusta más al hack and slash porque eso es lo que hace Kratos con sus enemigos: cortarlos, rajarlos. Con tanto énfasis en los combos que nadie siente mucha inquietud, aunque esos enemigos sean aterradores en otras circunstancias. Por ejemplo en un survival horror, como será The Callisto Protocol. Si esos aliens pudieran ser capturados y usados para combatir, eligiendo sus ataques y subiéndolos de nivel, estaríamos hablando de algo como Pokémon Escarlata o Púrpura. Es decir, de un RPG, role playing game. Minimizando la estrategia para centrarnos en pegar tiros Call of Duty: Modern Warfare 2 sería un ejemplo de first person shooter. O FPPS, que los jugadores son mucho de abreviar. Por eso a algo tan lioso como Apex Legends lo llaman battle royale, y se quedan tan anchos.
Lo que pasa con fenómenos como Apex Legends o Fortnite es que todo el mundo se enfrenta entre sí online, porque todo el mundo puede jugar gratis. Es el free to play, a lo que algunos añaden la coletilla pay to win porque solo se puede hacer progresos significativos echando mano de la cartera. Hay juegos que requieren una gran inversión económica (normalmente los Triple A, de amplísimo presupuesto), y otros que una vez comprados te dan acceso a algún DLC. O contenido extra descargable, vaya: expansiones del título original como la que puede suponer Delicious Last Course con respecto a Cuphead. Por otro lado, sus productoras reciben denominaciones distintas si trabajan para varias consolas o solo para una concreta. Third party o first party, WB Games Montreal con Gotham Knights o The Last of Us: Parte I con respecto a una compañía, Naughty Dog, que nos ha hecho a todos piperos. ¿Porque nos ha enganchado a las pipas? No, es el apodo despectivo que reciben los fans de PlayStation; en este mundillo cualquier cosa es susceptible de traer guerras civiles. Imposible olvidar lo de Cyberpunk. El juego requirió el crunch (acumulación de horas extra) de sus trabajadores, y todo para que luego resultara no estar exactamente en fase Gold (versión que se entrega a fábrica, lista para ser jugada). Inundado de bugs y glitches (errores), y para colmo nerfeado (superado) según salieron mundos abiertos que funcionaban mucho mejor, como Horizon Forbidden West. Juegos tan grandes que requieren que el jugador pase un buen rato farmeando (mejorando a su personaje) o looteando (buscando tesoros que le ayuden a esa mejora). Los gameplays que se suben a YouTube, grabando la progresión de cada juego, suelen saltarse esta parte.
El gamer es en general impaciente, poco dado a ese slowgaming que, no obstante, va cogiendo adeptos. Jugar despacio hace que brille el lore: Elden Ring, candidato al GOTY (juego del año), no sería lo que es sin el detalle de su mundo. Tiene el problema, claro, de la dificultad, a prueba de jugadores torpes que pueden ser machacados por la IA (Inteligencia Artificial) de sus enemigos. Quizá ellos prefieran propuestas más amables, con quick time events donde el único desafío resida en apretar cierto botón si así lo indican. O, si no, darse por vencidos. Asumir el estatus de NPC, que aunque se refiera a los “personajes no jugables” de un juego (que son un mero adorno) también tiene, como noob (novato), una connotación peyorativa. Así es el mundillo.