Foto de cabecera. Ilustración Nuria Cuesta
Sin quitarle los ojos de encima, Priestly comienza uno de los monólogos más importantes del séptimo arte dedicado a la moda. Y es que nadie puede escaparse de este gran coloso y Miranda lo sabe.
«¿Estas cosas? Ah, de acuerdo, entiendo. Crees que esto no tiene nada que ver contigo. Tú vas a tu armario y seleccionas, no sé, ese jersey azul deforme porque intentas decirle al mundo que te tomas demasiado en serio como para preocuparte por lo que te pondrás. Pero lo que no sabes es que ese jersey no es sólo azul, no es turquesa, ni es marino, en realidad es cerúleo. Tampoco eres consciente del hecho de que en 2002 Óscar de la Renta presentó una colección de vestidos cerúleos. Y luego creo que fue, Yves Saint Laurent el que presentó chaquetas militares cerúleas. Y luego el azul cerúleo apareció en las colecciones de ocho diseñadores distintos y, después, se filtró a los grandes almacenes; y luego fue hasta alguna deprimente tienda de ropa a precios asequibles, donde tú, sin duda, lo rescataste de alguna cesta de ofertas. No obstante, ese azul representa millones de dólares, y muchos puestos de trabajo, y resulta cómico, que creas que elegiste algo que te exime de la industria de la moda, cuando, de hecho, llevas un jersey que fue seleccionado para ti, por personas como nosotros, entre un montón de cosas».
Estas palabras le valieron a Streep una nominación al Óscar y a nosotros nos quedó claro que el azul no solo es azul. En mi caso, pude incorporar la palabra «cerúleo» a mi diccionario personal (para hacerme la culta si la ocasión lo requería) y descubrir, gracias a esta maravillosa comedia de enredos, a la reina indiscutible de la moda en el universo cinematográfico: Patricia Field.
Patricia Field es una estilista neoyorquina que saltó a la fama por atreverse a combinar un tutú con unos zapatos de tacón de aguja. ¿Te suena? Efectivamente, estoy hablando de Sarah Jessica Parker, o Carrie Bradshaw, en la intro de Sexo en NY. Y es que ver a una mujer empoderada, inteligente, segura de sí misma y que vestía tremendamente bien era en aquel momento algo muy rompedor. ¿Se puede ser lista y a la vez ultra femenina?
Quizás para las generaciones más jóvenes esta pregunta resulte obvia, pero para alguien como yo, nacida en los noventa, la respuesta no era tan evidente. El estereotipo era el que era: si eras guapa, se te permitía vestir bien, pero nadie esperaba que supieras juntar un sujeto y un verbo. En cambio, si eras inteligente, el aspecto pasaba a un segundo plano, porque invertir tu tiempo en algo tan tonto como la moda, no tenía ningún sentido. Un poco lo cree el personaje de Andy Sachs.
Field y Parker cambiaron eso. Ambas le gritaron al mundo que estaban dispuestas a pasar por encima de los prejuicios de todo el mundo para hacer, pensar, decir y vestir cómo quisieran. Y lo consiguieron solo con una escena. El boom fue inmediato y a día de hoy la gente sigue hablando de ese atuendo como una de las mayores declaraciones de intención femenina de la historia.
Este testigo lo han ido recogiendo otras estilistas a lo largo de los años, pero me gustaría destacar a Jacqueline Durran, diseñadora de vestuario británica de peliculones como Orgullo y prejuicio (2005, Joe Wright), Anna Karenina (2012, Joe Wright), Mujercitas (2019, Greta Gerwig) y la reciente ganadora del Globo de Oro Barbie (2023, Greta Gerwig).
Barbie consiguió eso que pasa muy pocas veces en el cine: generar debate. Tanto positivo, como negativo. Demasiado panfletario, dijeron muchos. Obra maestra, otros tantos. Yo creo que ni tanto, ni tampoco. Pero sí que volvió a traer a la palestra todo lo que Field y Parker reivindicaron en los 90 y que, en ocasiones, se nos olvida. Barbie puede ser filosófica y tener pensamientos profundos y, a la par, vestir increíble (mención especial a toda la colección que sacó Zara por el estreno de la película y que se agotó en segundos). Parece una locura tener que escribir algo así en 2024, pero es necesario recordarlo de vez en cuando.
Por más Patricias, más Jacquelines, más Sarahs, más Gretas y más Barbies. Por luchar por tus derechos con el puño bien arriba, te juzgue quien te juzgue.