Su último poemario, Una buena hora, ensalza lo cotidiano. En La fuerza viva, aun hablando de temas como la enfermedad de su padre, también había textos luminosos. Y ha escrito un ensayo sobre felicidad en la poesía. ¿Diría que sus textos son disfrutones? Es una pretensión, aunque no sé si llego a conseguirlo. Desde luego la poesía tiene que ser esperanzadora para hallar lo imprevisible, lo no evidente, que entiendo como un buen camino hacia el buen vivir, hacia esa fortuna que no suponga infortunios. Y eso es lo que más me interesa.
Vivimos tiempos dominados por la religión del capitalismo, como apuntaba Lluis Duch, pero esa religión no habla el lenguaje del amor, el de la necesidad de estar con los demás, de buscar a los otros, que es el que hablamos los seres humanos. El dinero tendría que exigirnos responsabilidad, y no estupidez, como parece que ocurre en tantísimos casos. Lo decisivo no es que alguien tenga una u otra fe, sino qué hace dicha fe, o la ausencia de fe, con esa persona.
Acaba de poner en escena Resistencia y Sumisión, sobre Dietrich Bonhoeffer, un pensador que pasó sus últimos años en un campo de concentración, donde redactó cartas de amor. Me interesaron de él los mismos temas que veníamos comentando, su compromiso, su sumisión a la naturaleza, el abandono a lo que ofrece el camino, y la aceptación. En este texto potencio la relación sentimental con su compañero Eberhard Bethge, quien publicó las cartas que Bonhoeffer escribió en el cautiverio, y la convertí en una historia de amor, así conseguía un efecto dramático mucho más potente, aunque haya escocido a los más tradicionalistas, que suelen ser a los que menos interesa la tradición. He disfrutado y aprendido mucho trabajando junto al director Sigfrid Monleón en este proyecto dramático que fue seleccionado por Factoría Echegaray, en Málaga, y que esperamos que viaje por otras ciudades.
Ha crecido el interés por la poesía, el número de poetas y las editoriales que publican poesía, y algunos títulos son auténticos best sellers. ¿A qué lo atribuye? Lo que a mí me sorprende es que ese fenómeno no existiera antes. Si la narrativa, la música, la pintura, el cine lo tienen, por qué la poesía iba a ser distinta. La poesía es un medio para comunicarse, para dialogar con lo visible y lo invisible, no un género sagrado o intocable. Ese fenómeno juvenil me parece sano, lo único que veo peligroso es que los buenos editores pierdan la cabeza por los followers y no por los poemas.
¿Nos importa más el tema o la estética? Importa decir cosas que necesitemos contar, y escuchar qué nos quieren narrar esas palabras o imágenes que nos habitan, que nos penetran. Desde ahí el tema nos elegirá, y de la estética dependerá que el poema aborde bien esa historia que pretende, y no se quede en una buena intención fallida.
Ahora está trabajando con Tulsa y ha trabajado con Christina Rosenvinge. ¿La música y la poesía son simbióticas? Tengo amigos que son grandes poetas, pero que han elegido el formato de la música, o de momento se sienten más cómodos ahí, como pasa con Tulsa. Para mí ha sido un privilegio poder leer junto a ella durante estos últimos meses con esos Centauros vivos que nos sacamos de la manga. Es una de las grandes escritoras de canciones en nuestra lengua.
Bob Dylan, Nobel de Literatura. ¿A favor o en contra? A favor. Hay que ser muy fundamentalista para estar en contra.