En la foto: Paco Pomet en su estudio
Con mucho sentido del humor y una mirada crítica, Paco Pomet ha construido un lenguaje pictórico propio dentro del arte figurativo. Se formó en la Facultad de Bellas Artes de Granada, pero su obra ha ido mucho más lejos: ha sido expuesta en ciudades como Lisboa, Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Pekín, Copenhague o Dubái.
Uno de los episodios más mediáticos en su carrera fue su participación en Dismaland, el parque de atracciones distópico comisariado por Banksy en Reino Unido, donde solo dos artistas españoles fueron seleccionados entre más de cincuenta nombres internacionales. Ya ha pasado una década desde aquello, y aunque fue una experiencia anecdótica, no cambió el rumbo de su obra ni lo acercó más al universo del arte urbano.
Hace poco inauguraste la exposición “Esto es todo amigos” en Madrid, en la que estuviste trabajando muchos meses y que trae el fin de una etapa…
Sí, es la última exposición que hace la galería My name’s Lolita Art porque ya cierra, después de 37 años de andadura. Ha sido un privilegio cerrar con una exposición mía, con cierta pena pero también viendo que los cambios pueden abrir otros caminos interesantes.
¿Tienes planes de unirte a otra galería en Madrid?
Claro, me interesa mucho Madrid e intentaré escoger bien las opciones que puedan presentarse. Aunque ahora mismo no estoy pensando en ello, ya cuando pase el verano y comience a organizar un poco mi agenda de la próxima temporada.

Participaste en una exposición que dio mucho de que hablar en su momento, que fue el proyecto de Banksy Dismaland en 2015. ¿Cómo te impactó esta experiencia? ¿Te abrió algunas puertas, quizás cerró otras…?
Realmente no me cerró ninguna puerta, aunque tampoco es que haya abierto muchas, porque aunque el mundo de la pintura callejera, underground o el Graffiti no sea totalmente ajeno a mi práctica, es verdad que mi trabajo pertenece a un mundo paralelo. Alguna vez me han ofrecido hacer algún moral o intervención, pero yo soy un pintor de estudio, es allí donde me siento bien. Los viajes que hago son mentales, a través de mis lienzos. Trabajar solo y en mi espacio es lo que me inspira y motiva más.
Es verdad que se vendieron bastantes obras que yo tenía en depósito y no en galerías, hubo bastante demanda en su momento. Fue la exposición más vista mundialmente aquel año, me vino genial en cuestión de promoción porque bastantes medios españoles se hicieron eco de aquello.
¿Cómo viviste esa aventura?
No se parecía en nada a lo que había visto antes. Incluso, hasta el día antes no sabíamos a dónde íbamos a ir. Nos recogían en el aeropuerto de Luton en Londres y nos llevaban en un coche sin saber a dónde. Luego era un parque temático completamente adaptado a este evento, se preservó una parte de lo que sería un parque de verano típico inglés, con su noria, zona de areneros para niños, zona de tiro al pato… Era muy curioso, divertido y distinto.
Había grandes nombres como Damien Hirst, Jenny Holzer. Un plantel bastante fuerte y mezclado. Fue un espaldarazo a mi trabajo y una promoción bastante potente. Estuve encantado de hacer aquello, de participar en algo de ese calibre y de ese tipo. No me creo que ya hayan pasado diez años.
Veo las fotos de allí con mis niños, tan pequeños, que ahora lo disfrutarían quizá de otra manera, aunque aquello también tenía un punto muy interesante, porque también se había pensado en los niños, cosa que cuando los niños van a exposiciones tal se aburren como ostras, pero en aquella no. Y eso me eso me encantó porque vivimos hoy en día en un adultocentrismo, separamos mucho la infancia de la vida adulta.
En tus lienzos hay muchas referencias de otras de tus aficiones como el cine, la animación, la música o la fotografía…
Sí, totalmente. Me interesa la contaminación entre disciplinas, no creo en etiquetar distintivamente y de forma férrea. Creo que las artes se desarrollan en cuanto más influencia tiene una de la otra. Cuanta más contaminación artística existe, más compleja y más rica puede ser la obra.
En ese sentido, la música para mí es fundamental cuando trabajo. Me interesa el arte tanto como la música, casi me gusta más la música como un arte más directo y emocionante. Pero también el cine, la literatura, el cómic, la animación… Todo eso forma parte de mi enseñanza y aprendizaje como artista.
¿Alguna vez te interesaste en ser músico?
¡No! Me encanta la música como oyente. Me conmueve muchísimo más que ninguna otra arte. Pero en el dibujo y la pintura siempre me he movido como pez en el agua, nunca me he visto haciendo música, no se ha dado. Puede ocurrir cuando tus padres te meten en una escuela de música, que suele ser contraproducente, yo lo hice con mis hijos y no tuvieron mucho entusiasmo, no lo quise forzar. Disfruto de la música sin tener que dedicarme a ella o “sufrirla”, ser músico también es una profesión dura, me imagino.
Háblanos de tus gustos musicales…
Paso horas trabajando en el estudio solo, la música me acompaña y puedo sumergirme en ciclos musicales completos. Mi padre ponía mucha música clásica en casa y yo me quedé atrapado con aquello, luego empecé a ampliar mis gustos musicales. Pero desde pequeño me golpeó profundamente esa música muy melodiosa, instrumental, clásica…
Me da por épocas también, grupos de música alternativa de los 90 como Nirvana, Apple Jam, Blur o Radiohead. Pop-rock como en los 90 no ha habido, no ha vuelto a repetirse una cosa así, tan abrumadoramente brillante y tan brutal. Pero claro, eso fue una época, la época en que yo salía muchísimo y escuchaba música en los pubs. Era un placer enorme, pero más adelante he ido escuchando mucho post rock como como Mogwai, Godspeed You! Black Emperor, pero que son grupos que hacen composiciones de 20 minutos, con unos crescendos y una épica mezclada con una lírica exquisita.
También me encanta el jazz, música electrónica o ambient que me hipnotiza cuando trabajo, como Brian Eno o Aphex Twin. También me gusta dejarme llevar por la curiosidad, descubrir cosas sin rechazar demasiado, aunque haya alguna música que no soporto (risas)…
¿Eres aficionado a los vinilos?
Escuché vinilo un tiempo, pero como sobre todo escucho música cuando estoy en el estudio trabajando, tener que cambiar un vinilo cada 20 minutos, con las manos llenas de pintura, es muy poco práctico. Tenía mi torre de música, cintas magnetofónicas, CDs y vinilos, pero ya directamente lo que hice fue guardarlo, comprarme un altavoz muy bueno y directamente con Spotify.
Me he adaptado un poco, tampoco he sido gran coleccionista, no le tengo especial cariño al objeto en sí mismo sino a lo que contiene. “Ir ligero de equipaje”, decía Pepe Mujica, creo que tiene mucha razón.
¿Una canción que te haya marcado?
Tom Waits es de los músicos que más me han aguantado a lo largo de los años, creo que es un músico total. Es maravilloso porque es un grandísimo compositor, es un tío que canta con una personalidad única, que tiene canciones desgarradoras y otras de una sutileza y de una belleza que se te salta las lágrimas. Es un poeta absoluto.
Desde que tenía veintipocos años, un amigo en la carrera me enseñó algunos discos, me quedé completamente enganchado a su música. No entendía las letras muy bien, no había internet todavía generalizado. Entonces cogía yo mismo, me traducía algunas letras suyas mientras oía la música.
You Can Never Hold Back Spring salió en 2005, yo empezaba a salir con Almudena [su pareja]. En aquel momento estábamos empezando y le enseñé a Tom, le encantó, y ella me regaló este disco [Orphans: Brawlers, Bawlers & Bastards], que es un triple disco, que es una maravilla. Esta canción estaba dentro y, por aquel entonces, yo le pasaba letras de Tom Waits escritas, traducidas por mí, y esta canción es especialmente muy bonita.
Tiene ese punto melancólico que habla del paso del tiempo, de que nunca puedes frenar la primavera, la primavera pasa y llegará el invierno, y no puedes frenarlo. La primavera es preciosa, una maravilla, pero se acaba.
La canción no puede ser más sencilla, más cortita y más intensa. Me parece la canción perfecta. Me parece que es una joya absoluta.
¿La ponéis en casa de vez en cuando?
Bueno a mis hijos les he puesto muchísima música, aunque Tom Waits me lo rechazaban mucho, quizás por esa voz tan áspera y cortante. Pero les edité un libro de letra con 800 canciones que poníamos en el coche, la mayoría de los 90, que les gustaba muchísimo. Es un regalo que me hizo mucha ilusión hacer, la educación musical es una cosa que sí quería dárselas.
¿Qué has estado escuchando últimamente?
Siempre estoy volviendo a la clásica, explorando las últimas décadas del siglo XIX en la música, el romanticismo musical y, sobre todo, el cambio de siglo que llevó hacia adelante mejor que nadie Mahler con sus últimas sinfonías. Me parece que tiene una intensidad que poca música ha alcanzado. Estoy revistando también a Sibelius, y después de él los primeros pasos de las vanguardias musicales con Stravinsky y Scriabin. Toda esa época me parece que se soltó el pelo brutalmente, hay unos hallazgos maravillosos. Son como catedrales musicales que estoy intentando descubrir.
Me falta tiempo para oír todo lo que quisiera, intento no ceñirme a una época o un estilo musical. También he explorado autores contemporáneos como Arvo Pärt, un estonio que hace una música absolutamente trascendental, que me parece maravillosa, y luego gente como Philip Glass, que está dentro de algo más minimalista. Así como figuras que lo han seguido, como el alemán Marx Richter, que tiene composiciones aparentemente muy simples, pero donde hay mucho alcance melódico y semántico dentro de lo musical, muy profundo.
¿Qué proyectos tienes sobre la mesa próximamente?
Ahora estoy preparando una feria de arte en Copenhague, Enter Art Fair, que comienza a finales de agosto. A partir de allí no tengo otro proyecto a corto plazo, quiero empezar a probar algunas ideas un poco distintas a las que he venido haciendo últimamente.
Una etapa más de introspección que de ejecución…
¡Sí! Tengo ganas de experimentar en una dirección que he venido deseando, tener más tiempo. Lo próximo que tengo ya será para bien metido el 2026, entonces ahora, este otoño, quiero tratar de experimentar algunas cosas que he venido pensando que le hacían falta a mi trabajo. Me tengo que aclarar con incorporar algunas ideas en las que no he frecuentado últimamente, y que me apetece entrar en ella, pero ya se verá cuando pueda sacarlos a la luz.
Ahora mismo tengo que experimentar un poco y no preparar algo que sepa de antemano hacia dónde va, dejarme llevar un poco. Los últimos años han estado muy llenos, concatenando muchas exposiciones, mucho volumen de trabajo y con plazos muy exigentes. Entonces creo que necesito ese respiro, reordeanar un poco la cabeza.
Cuando no levantas la vista del trabajo y te tomas un respiro, no cristalizan cosas nuevas que puedan entrar a enriquecer tu trabajo. Hace falta parar.
