Foto de cabecera. 'State of silence'
Estado de Silencio es un documental que se adentra en los peligros del periodismo en México, de la mano de supervivientes de la violencia que despiertan la guerra de la droga y el populismo en el país. En la edición de 2024 del festival de Sheffield que tuvo lugar en junio, me reuní con la productora, Abril López, y uno de los periodistas que consiguieron burlar a la muerte, Jesús Medina.
«No somos héroes», enfatiza Jesús. Algo me dice que es una frase que se ha cansado de repetir. «Simplemente queremos hacer nuestro trabajo. Pero todos somos alérgicos a las balas». Todo empezó cuando montó una radio comunitaria.
El punto de inflexión fue cuando se involucró en un conflicto local. Las palabras que utilizó no fueron bien recibidas por las bandas que dominaban su territorio. Corrompieron a sus amigos, y Jesús fue traicionado. Tuvo que encomendarse al Mecanismo de protección nacional, que lo trasladó a las afueras de Ciudad de México para poder protegerlo.
Pero esta era una protección llena de límites, que incluso llegaba pedirles abandonar sus compromisos personales y profesionales. Lo que les ha salvado es forjar una red de apoyo solidaria con otros compañeros afectados.
Abril cuenta que no quería un documental de denuncia, ya que «la violencia en México está tristemente normalizada», sino construir un punto de vista más humano, cotidiano, con el fin de conectar más con el público.
Aun así, el riesgo siempre va a estar presente. Por ello, hay una distribución muy estratégica y apoyada por organizaciones de protección. Abril se centra en espacios que puedan generar debate: «es un documental que tiene que llegar a las personas correctas para llegar a un cambio de la percepción del público a los periodistas, y también desde el punto de vista gubernamental, replantearse el sistema».
Flores explora cómo consumimos información hoy día. Con una precisión quirúrgica, y armado con lentes macro que penetran en cada píxel de las pantallas, el cineasta ecuatoriano José Cardoso, un enamorado de la edición, traza líneas narrativas entre un monje budista, un hombre que se inmola para alertar de las consecuencias del cambio climático, Vladimir Putin y su hijo pequeño.
El resultado es inevitablemente macabro, yuxtapuesto por la mirada inocente del niño que está descubriendo el mundo. Hay una secuencia en la que la familia encuentra una rana, y el hijo establece un diálogo efusivo con ella. Es un momento que conmueve por la intimidad del descubrimiento.
“Yo tengo la necesidad de guardar, de capturar”, confiesa Cardoso. “Y el nacimiento de mi hijo cambió totalmente mi práctica”. El cineasta, que se llevó el premio al mejor Cortometraje Internacional en Sheffield, celebra el proceso liberador de filmar (sobre todo en casa, durante tiempos de pandemia), y editar por su cuenta. “A veces sentía que estaba trabajando con material sagrado. Tenía un mensaje, y debía encontrar la manera de transmitirlo. He encontrado un método de distribución muy bonito: mando una carta a seres queridos con un link escrito donde pueden ver mi película. Así me aseguro de que un público que me importa realmente va a ver mi trabajo. ¡Y doy las gracias a festivales como Sheffield por llevarlo más allá!”, concluye.