Las salas de pequeño formato son los templos de la música en directo. Allí se concentran la mayoría, sino la totalidad, de los actores que intervienen en la coreografía perfecta de un concierto: artistas, promotores, técnicos de sonido, “pipas”, merchandising, público… Todos peregrinan abnegados hacia ese lugar sagrado cuya oscuridad se intuye tras las puertas.