¿Cuándo te diste cuenta de que tenías oído absoluto?
Mi padre tocaba el piano en el salón de casa mientras yo jugaba a los Lego. A veces, paraba y me retaba a adivinar las notas. Para mí era como encajar las piezas del castillo que tenía entre las manos. Otra forma de jugar y pasar el rato.
En tu adolescencia le sacaste algún que otro partido…
Sí. Esto suena un poco a batallita de abuelo, pero entonces los teléfonos de casa tenían un código de bloqueo basado en una matriz de frecuencias llamada Dial Tone Multi Frecuency. Hice disparar las facturas de teléfono de toda mi clase.
Desembarcaste en Los Ángeles hace diez años.
Con teléfono, pero sin un solo contacto en la agenda. ¿Cómo te abriste camino? Creo que la clave estuvo en saber tocar en las puertas adecuadas pero también en que mi carta de presentación fueran mis partituras. Siempre he pensado que un “no” bien dicho y a tiempo vale tanto como un ”sí”.
¿Como aquel no a Jobs [biopic sobre el gurú informático y fundador de Apple] a favor de Fast & Furious 6…?
Es que la agenda no da para más. Y a veces, por mucho que duela, hay que elegir.
Te cruzaste con James Horner en los estudios de Abbey Road de Londres. ¿En qué parte del cuerpo te tatuaste sus consejos?
En la mollera, por supuesto [risas]. Estuvimos charlando un rato en el pasillo que lleva al mítico Studio One. Allí me animó a defender mi identidad europea y a no dejar de ensanchar mi horizonte creativo más allá de Hollywood.
¿Cuál es tu método?
Vivo rodeado de tecnología, pero sigo componiendo los bocetos a lápiz y papel. Soy muy clásico en eso. Por lo demás, me fío poco de la inspiración, soy más de echarle horas y más horas. Cuando me atasco, leo como si fuera un bestseller las orquestaciones de [Alexandre] Desplat. Tiene respuestas para todo.
Acostumbras a dirigir a las orquestas durante las sesiones de grabación. ¿No te impone el podio?
Siento un profundo respeto por los grandes maestros, pero no desaprovecho la ocasión cuando se me ofrece dirigir. En Berklee y la Juilliard aprendí que lo importante no es la batuta sino la mano izquierda, es decir, tener tacto con los músicos.
¿Quiénes dirías que han sido los cuatro puntos cardinales que han guiado tus pasos?
Ennio Morricone, por su capacidad para crear universos sonoros; Hans Zimmer como pionero en el empleo de nuevas técnicas; Alexandre Desplat por su magistral forma de orquestar, y por supuesto Alberto Iglesias, a quien admiro por su enorme sensibilidad y su gran oficio. Un músico genial y un tipo formidable.
¿En qué andas trabajando estos días?
Además de ultimar varias bandas sonoras para cine y televisión, estoy volcado en los nuevos temas de orquestación electrónica del que será mi segundo trabajo discográfico. Estoy más ilusionado que nunca.