Siguiendo los pasos de sus admirados De Sica en The Gold of Naples y Max Ophüls en El placer, Wes Anderson dirige en La crónica francesa su primera antología de historias breves. La particularidad es que todas ellas se articulan en secciones periodísticas –un obituario, una guía de viajes y tres reportajes de la crónica francesa– que traslucen el amor del cineasta por las revistas de papel, y en concreto, por The New Yorker. Fan confeso desde la adolescencia, cuando consultaba la publicación en la biblioteca de su instituto en Texas cual Max Fisher en Academia Rushmore, Anderson ha pasado su vida recortando y coleccionando artículos y reportajes de la revista hasta el punto de basar a los protagonistas de La crónica francesa en los periodistas de esta.
Empezando, claro, por el fundador de The New Yorker, Harold Ross. ¿Y quién mejor que Bill Murray para interpretar al mítico director la revista? Murray es un incondicional del cine de Wes Anderson desde Academia Rushmore, aunque el cineasta ya había pensado en él para su película anterior, Bottle Rocket (Ladrón que roba a ladrón). Fiel a su máxima de “actuar en las películas de aquellos que no se comen una rosca”, el actor de Atrapado en el tiempo figura en todas y cada una de las películas posteriores de Anderson, ya sea con pequeños cameos corriendo detrás de un tren como en Viaje a Darjeeling o como protagonista absoluto y subacuático en Life Aquatic.
Pero Murray no es el único “fijo” en la constelación andersoniana, una pintoresca familia cinematográfica a la que todavía hoy se recuerda viajando a Berlín en el mismo autobús para presentar El gran hotel Budapest. Sin ir más lejos, en la redacción de corresponsales expatriados de La crónica francesa vemos bastantes rostros conocidos. Owen Wilson, compañero de la facultad de Anderson en Texas y coguionista de Bottle Rocket, Academia Rushmore y Los Tenenbaums. Una familia de genios, se encarga aquí de la guía de viajes invitándonos a un encantador paseo en bicicleta por la preciosista Ennui-sur-Blasé (Angoulême), una pequeña ciudad francesa de colores pastel que recuerdan a los de El gran hotel Budapest.