Nacido en Lavapiés en 1940, en pleno momento de ebullición para las tabernas, Zecchini ha sabido mantener su alma artesanal mientras se renueva con estilo. Su fórmula tradicional, que combina más de 30 botánicos —como ajenjo, vainilla, salvia o iris de Florencia—, se elabora con mimo a partir de vinos blancos de la ribera del Tajuña. El resultado: un vermut blanco sedoso, fresco y equilibrado, con un punto amargo justo, ese que despierta el apetito y la conversación.
Ideal para los mediodías largos o las tardes distendidas, el Zecchini Blanco pide poco para brillar: sírvelo frío, con hielo, una rodaja de lima y una uva roja (sin pepitas, claro). ¿Notas vainilla? ¿Hierbas mediterráneas? ¿Un guiño cítrico? Cada trago es casi un juego, una mezcla amable y aromática que invita a descubrir más.
Reconocido con premios en Londres, Bruselas y más allá, y con el sello de calidad de AENOR, este vermut no solo conquista paladares, sino que también viste bien la mesa, gracias a su diseño cuidado y ediciones especiales como la Edición Madrid o sus botellas de colección.
Perfecto como aperitivo, compañero ideal en coctelería y apuesta segura para cualquier bar que se precie, Zecchini es más que un vermut: es una forma de brindar por el verano, por la tradición… y por esos domingos que saben a siempre.
