Foto de cabecera © Javier García Blanco
Aire libre
Vías verdes reconvertidas en itinerarios cicloturistas, senderistas y ecuestres por las que puedes llegar hasta el mar Mediterráneo sin el ruido del motor, tirolina, barranquismo, paddle surf o kayak… Todo un vademécum de turismo activo y cultural para darle un respiro al cuerpo y al alma que, empresas locales, como Senda, organizan a las mil maravillas.
Creadores y emprendedores.
El Matarraña y la creación conforman un binomio muy difícil de separar. Artistas, agricultores, viticultores, recolectores, pequeños productores locales, chefs, arquitectos… Gentes de aquí y de allá, con un profundo amor, respeto y compromiso con la tierra, se reúnen en una especie de entramado pasional, tácito y telúrico, con el fin crear ideas, productos, lanzar nuevos proyectos o recuperar espacios y especies de la comarca. Además, todos ellos proponen experiencias, con el denominador común de la singularidad, para que el visitante se lleve algo más en su mochila viajera.
Espectáculo y contrastes
El Matarraña, además de ser un enclave privilegiado (linda con Tarragona y Castellón), situado a 80 kilómetros de distancia de la costa, es una tierra de contrastes que cuenta con los picos más altos, a 1400 metros y los más bajos, a 300 metros de altitud y en donde te van asaltando, de forma inesperada, paisajes tan imponentes como las Rocas del Masmut, monumentos tan majestuosos y mágicos como el antiguo santuario del convento de Gracia o lugares que parecen haber sido escondidos adrede, para luego ser descubiertos y recorridos, como el Parrissal de Beceite, o todos los “pueblos bonitos” de sus 18 municipios como Valderrobres, La Fresneda, Ráfales, Calaceite, Fuentespalda, Monroyo, Peñarroya de Tastavins, Cretas…
Gastronomía con historia e historias. Fonda Alcalá (Calaceite).
Por este restaurante, con 101 años de vida, fundado por el matrimonio Alcalá, han sucedido tantas anécdotas y pasado tantas figuras relevantes que se podrían completar varios tomos de enciclopedia… Gabriel García Márquez, José Donoso, Álvaro Cunqueiro, Joan Perucho, Català-Roca, Luis Buñuel o Carlos Saura… y hasta Picasso probaron su cocina (las perdices escabechadas que se comió allá por los años 60 se siguen elaborando con la misma receta). Hoy Ignacio Alcalá, cuarta generación, es el chef protagonista. Formado en distintos restaurantes «Michelin» de todo el mundo (Neichel, Can Roca, Neri) volvió a casa para aportar a esa herencia centenaria un golpe de nuevas culturas, sabores y productos. El resultado es una carta repleta de fantasía para los cinco sentidos. Imprescindibles, sus icónicos fesols (judías blancas) mar y montaña, con sardinas, tocino y longaniza.
Kilómetro cero, sostenibilidad y circularidad.
No solo se dice… Se hace… En esta comarca no se habla de sostenibilidad y de circularidad, se practica. Entre ellos se apoyan, se enseñan, venden y compran en una especie de “trueque hermanado” del siglo XXI. La Masía de Casetes de Monroyo y su proyecto de economía circular, La Despensa, del Restaurante de la “Fundación Restaurantes Sostenibles” son prueba de ello, así como otros negocios locales como los embutidos de Jamones Peñarroya o los quesos de La Freixneda.
Land-art, Arquitectura, Vino y Naturaleza.
El orden de los factores no altera el proyecto. Esto lo visualizaron a la perfección los galeristas Eva Albarrán y Christian Bourdais, padres de Solo Houses, cuando pusieron en marcha esta idea internacional y multidisciplinar y, a priori, incluso “loca” en la que cuatro palabras que, en realidad, podrían ser mil, infinitas y casi inenarrables, dan vida a un proyecto de cuatro patas indisolubles: Una exposición artística bianual gigantesca de land-art en medio 18 hectáreas de viñedos, formada por 16 de obras de arte con artista de la talla de Iván Argote, Christian Boltanski, Pedro Cabrita Reis, Claudia Comte…, sumada a la primera Colección de arquitectura de Europa formada por 12 casas (2 hasta la fecha y otras por llegar) en medio de otras 200 hectáreas, y una Bodega, Venta d’Aubert, que elabora “vinos ecológicos de alta calidad en un clima mediterráneo típico y suave, muchas horas de sol y poca humedad en el ambiente”. ¡Viva la locura!
Slow Travel y Slow Food.
¿Te imaginas dormir en una antigua fábrica de papel, en una hospedería ubicada en un antiguo santuario o en un convento construido sobre una iglesia del siglo XVII? El hotel La Fábrica de Solfa se suma a esta propuesta de slow travel o lo que es lo mismo, un turismo inteligente para disfrutar con calma del paisaje, el patrimonio cultural y la gastronomía. En el bellísimo pueblo de Beceite (que desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XX acogió 13 fábricas de papel) se encuentra este hotel único restaurado por los hermanos Moragrega. Su restaurante ha sido galardonado con 1 Sol Repsol, de la mano del chef Kike Micolau Álvarez, y nos ofrece el gran regalo de darnos a conocer la gastronomía de la comarca bajo un prisma holístico de platos, donde los sabores y colores se visten de fiesta en su menú Identidad, por el que desfilan garbanzos, anguilas, sesos, fesols, foie, papada, yuzu, chocolate blanco y una largo etcétera para disfrutar con calma con unas vistas hacia el río Matarraña que no tienen precio.
En Peñarroya de Tastavins, se encuentra La Hospedería de Virgen de la Fuente, hoy gestionada por el hotel boutique Relais & Chateaux La Torre del Visco, dentro de un asombroso santuario del mismo nombre en el que al entrar uno parece retroceder en el tiempo. Una auténtica joya del mudéjar aragonés que ha acogido a viajeros durante más de 500 años. En 1931, las ermitas, el claustro, sus quince fuentes y los jardines de todo el recinto fueron declarados Bien de Interés Cultural. En su restaurante, platos tradicionales de los fogones del Matarraña con un menú inspirado en la cocina tradicional de las abuelas del pueblo.
Y si lo que te apetece es dormir con vistas a lo que fue la nave central de la iglesia en un antiguo convento de los Padres Mínimos del siglo XVII, tu lugar está en La Freneda, en el hotel y restaurante El Convent 1613.
Trufa. Restaurante Posada Guadalupe (Monroyo).
Desde 1940 cocinan siguiendo unos principios que son inmutables: “proximidad, respecto por el producto, estar al día y coherencia”. A esto, hay que añadirle, las trufas de Monroyo, la negra de invierno y la blanca de verano, sus escabeches de perdiz, codorniz, conejo, cordero, trucha…sus arroces y pastas con orejones, pichón o perdiz y trufa. También guisan alubias, manitas de cerdo, carrilleras, bacalao a la “matarrañesa”, en sanfaina, vizcaína o gratinado… Aseguran no haber inventado la sopa de ajo, pero la hacen y muy bien, la tradicional del Matarraña y también las migas de Aragón.
Vinos con nombres y apellidos.
Hay gente que te hace vibrar y sentirlo todo de una manera amplificada, gente cuyo producto va más allá del mundo puramente empresarial, que se mueven por el amor a lo que hacen. La Finca Deméter de Tastavins, desde su propuesta de agricultura regenerativa propone, con su marca Tel·lúric, un completo abanico de productos elaborados a partir de la almendra, oliva y uva con certificación ecológica o Mas de Castellans, en Calaceite, de la mano de una joven cuarta generación, continúa el legado familiar con unos AOVES de extracción en frío y toda una completa gama de productos gourmet derivados de la oliva, como jabones o mermeladas, con la vista puesta en continuar con la despoblación rural y en ofrecer la máxima calidad.
En Fornoles, Bayod Borrás son dos socios que, con el lema “cuando el tiempo para se hace la magia”, han lanzando al mundo un sorprendente y emocional proyecto de espumosos elaborados de manera manual y totalmente artesanal por el método tradicional del champenoise y la Bodega Mussols, una de las “microbodegas” más singulares del Matarraña, con un proyecto único cuyas elaboraciones, procedentes de viñedos de la comarca, dan a luz vinos de edición limitada y efímera, como también lo son sus nombres (Estoico, Original, Disruptivo…) y el diseño de las etiquetas que los acompañan en ese viaje tan personal e intenso.
Dentro de la indicación geográfica “Vinos de la Tierra” se encuentra Bodega la Amprius con la IGP Bajo Aragón, que desde hace 15 años elabora sus vinos con uvas procedentes de Matarraña.
Todo un ejemplo de la viticultura orgánica es la Bodega Mas de Torubio, cuya pasión por la tierra viene de una filosofía ancestral, con abonados orgánicos y cubiertas vegetales, y respetuosas alianzas con la flora y fauna autóctonas, y obviando siempre el uso de herbicidas o insecticidas.
Así es Matarraña, la primera letra, con Amor, la pone la comarca… el resto de palabras de tu viaje las decides tú.