Sucedió en la zona del Arlanza, en los años 60. ¿Recuerdas la inolvidable escena del cementerio de Sad Hill de la película El bueno, el feo y el malo, de Sergio Leone, estrenada en 1966? Pues eso es Burgos. La Asociación Cultural Sad Hill lo restauró por su 50 aniversario en 2016, y ahora está accesible para todo el que se quiera acercar por allí.
Si estás pensando en ir, te cuento: es el Valle de Mirandilla, en la zona entre Santo Domingo de Silos, Contreras y Barbadillo. Si tienes un todoterreno, mejor. Ponte a Ennio Morricone a todo trapo y enfila los cinco kilómetros de pista forestal que te separan de entrar en esta película del Oeste: hileras de cruces que identifican supuestas tumbas, letreros de forja del lejano Oeste, e incluso una horca. La montaña que se ve en la peli es la Peña de Carazo. Y las chicharras que se oyen de fondo son las tataranietas de las que escuchas en la gran pantalla.
El viaje al más allá también lo puedes hacer aquí, aunque de manera figurada: alquilan tumbas por una módica (modiquísima) cantidad. Se están interesando por ellas aficionados al western, amigos que quieren tener su particular espacio en ese cementerio, o familiares de finados a los que les gusta la idea de ir a peregrinar allí para recordar a su allegado. Los hay, incluso, que quieren garantizarse el viaje a la otra vida en estas tierras y se están alquilando su propia cruz. Ojito con la previsión.
La huella de Eastwood en la provincia de Burgos
Cuentan que a Clint le encantaban los cangrejos de río cocinados en el legendario restaurante Casa Galín, en la localidad de Covarrubias, donde también por un (buen, supongo) puñado de dólares, se realizó la cena de fin de rodaje de El bueno, el feo y el malo. Este templo de la gastronomía de la zona es famoso por su olla podrida, un plato a base de judías pintas, morcilla, chorizo y tocino, que todo el que va debe probar. Ya se sabe, “donde fueres,…”.