En el mundo del arte no todo son fórmulas perfectas, rigurosamente planificadas. Dar trompicones o palos de ciego también refleja creatividad. La convicción tardía emerge, a veces nos salva o nos indica el camino a seguir. “Empecé tarde con la música, con 19 años tocaba la guitarra. Tarde para elegirlo como estilo de vida. Era una época en la que ya tenía que escoger. Cuando decía que me quería dedicar a la música, escuchaba ese comentario de ‘tienes muchos pájaros en la cabeza, Travis’. Y era verdad. Pero creo que esos pájaros son necesarios, aunque sea una locura. Todo empieza con un interés hacia algo. Te hace falta fantasear mucho para poder llegar a lo más alto posible. Si no, nunca haríamos nada”, nos confiesa la vocalista y compositora Travis Birds (Madrid, 1990) en una conversación por videoconferencia.
La inspiración surge en los márgenes, entre dudas, en épocas de cambios. Hablando con Travis Birds emerge la música como una fuerza animal, reveladora, poderosa y superior. En mitad de la conversación le envían un mensaje para confirmarle que al día siguiente actuará en La Resistencia. Sigue una carrera ascendente, con unas letras de calado experiencial, con una fusión de géneros que va más allá del clásico cantautor o del manido pop-rock.
Liberarse
En su personalidad aflora mucho de autosuperación, de empuje. “Obviamos muchas cosas a nuestro alrededor. Afortunadamente conservo esa mirada, que me abre muchos mundos distintos, y me inspiran mucho. Porque conservo ese espíritu”, afirma. Luego te da un quiebro y te suelta “estoy como una cabra. Parece que soy una persona muy normal, pero no lo soy (risas). Tengo pájaros en la cabeza y muchas otras cosas (más risas)”.
Sus letras le resultan “curativas, porque sacan cosas que se quedan anquilosadas” y abordan “la persecución y el juego del momento como leit motiv en mi inspiración. Me gusta más la búsqueda que encontrar”, reconoce. Nos habla de liberarse, del cambio, de “la transformación por medio de la obsesión. He aprendido lo fácil que es volverte loco. Tenía mucha seguridad en la base que tenemos como seres humanos. Y es algo muy frágil. Dependiendo de lo que te ocurra, es fácil que todo eso se desvanezca y cruzar a la parte de locura, a la parte más animal y más instintiva. Se está perdiendo de vista la esencia animal. No tenemos la función tan importante que creemos que tenemos. Somos animales y deberíamos disfrutar cómo eso que somos, y conocernos en eso, en lugar de huir tanto de ahí”, reconoce entre sus “zumbidos existenciales” que la mantienen más viva que nunca.
Transmitir imágenes
Le gustan los acústicos. “Sobre todo si hay un ambiente propenso a una escucha, y a que se genere una energía. Pero me impone porque soy más mirada con que todo esté en orden para que todo funcione. Me parece un formato con la forma más directa de transmitir, en la que se palpan más cosas. Pero a la vez es el más arriesgado”, afirma.
Se inspira “muchísimo en el mundo del cine a la hora de componer. Me gusta tener en mente pequeñas películas: con su ambientación, con su historia, con su textura. De hecho su nombre artístico es un homenaje a una de mis películas preferidas, Taxi Driver, cuyo protagonista es Travis. Fue muy importante para mí descubrir ese personaje, y un poco en homenaje decidí adoptarlo”.
Sol y autotune
Los ciclos también afectan a Travis Birds. “Diría que la tarde y la noche son los momentos donde más me encuentro. Quizás soy del ocaso total. Mi momento álgido del día es la puesta de sol, de verdad”, reconoce. Se decanta por el campo. “Voy a la ciudad cuando es necesario. Me gusta, pero cada vez me siento menos identificada con ella”. Uno de sus sueños es “tener una casa en el monte, donde tenga aunque sea un mini jardín”.
Su voz es muy personal. De lo cavernosa que es, transpira emociones por doquier. Frente a artistas que admira como C. Tangana o Rosalía que tiran del efecto vocal autotune, sostiene que no es algo con lo que se sienta identificada como para usarlo. Le parece “un recurso válido para el que le sirva y le quiera dar ese punto. Son recursos que, tocados con gusto pueden tener su aquel. Pero un recurso repetitivo o no utilizado con elegancia al final se vuelve en tu contra”, remata.