En la entrevista que te hicimos en 2011 nos hablabas sobre tu proyecto “Soy joven, me aburro” que pudo verse en Scope Bassel (Suiza) sobre la insatisfacción y el narcisismo generacional tras el 15M. ¿Te siguen interesando los mismos temas? Creo que el camino que he recorrido, y el que he estado buscando estos últimos años, me ha llevado a alejarme del discurso que tenía en 2011, aunque comparto todavía unos principios necesarios como son la narratividad, la relación de uno mismo con un contexto, y el concepto de movimiento (político, social o gestual). Si miro atrás, me alegra ver que he evolucionado, y que los temas que me preocupaban han crecido y han desarrollado varías ramas en su complejidad.
Antes te interesaba (y cito): “La percepción de lo que nos rodea y la manera en que nos vemos a nosotros mismos”. ¿Cómo ves hoy ese contexto y a ti misma como creadora? Mi trabajo tiene un marco geográfico y temporal muy concreto y siempre he sentido que debo intentar responder y cuestionar mi percepción de la realidad. En eso no he cambiado. Como creadora busco darle un carácter más poético o abierto, de tal forma que el trabajo nunca sea literal y tenga una lectura más amplia. Para mí, supone un compromiso vital y de persistencia: no busco correr, pero si caminar diariamente porque el contexto muchas veces no es amable, y trabajas con la incertidumbre siempre de tu lado. Pero lo importante es buscar nuevas vías y caminos.
“Soy autodidacta en mi manera de trabajar y muy intuitiva con los materiales que utilizo”. Imagino que eso te ha llevado a experimentar más con la performance, instalación, escultura…, y menos con el dibujo. ¿Continúas con el mismo método de trabajo? Para mí todo comienza y acaba con el dibujo, siempre ha sido así: es donde empiezo a trazar cómo será mi próximo trabajo. Después, cuando veo qué material es el más adecuado para expresar esa idea, empiezo a encajar las piezas y, entonces, vuelvo al dibujo para plasmar ese proceso o esa parte performativa.
Por aquel entonces trabajabas “la visión de lo natural y lo artificial”. ¿Es algo que podemos ver en tu proyecto actual en The RYDER? Bueno, cada paso que doy me lleva a ver mejor la relación que hay entre esos dos factores y nuestra forma de interactuar a través de ellos. En concreto, esta exposición es la segunda parte de la que se vio en la Tate Modern donde presenté un trabajo que se basa en la medusa T. Dohrnii o medusa inmortal, un organismo vivo que podía ser símbolo del ‘loop infinito’ y por tanto de la repetición que llevo años estudiando. Para esta continuación, escogí como eje ‘The Resistance Island’ que es un espacio poético de resistencia a este loop que propone la medusa, una oda a nuestra propia condición humana y mortalidad.
También decías: “Noto que voy paso a paso, pero estoy en la carrera. Y cada vez me surgen mejores oportunidades”. Y has expuesto nada menos que en la Tate Modern. ¿Qué te ha aportado? Personalmente, supone una gran responsabilidad y presión, pero a la vez un gran apoyo a mi trabajo y a la investigación que estoy realizando. Por primera vez, pude experimentar con performers durante todas las horas de la exposición, tener una acción coreografiada diaria y exponer en un espacio donde el público ya sabe que puede relacionarse con el trabajo que allí se muestra. El objetivo era hacer una exposición performativa y transformable, y estos fueron ingredientes esenciales para que pasara y, en todo esto, el público tenía un rol fundamental, el de transformar la exposición y ser parte de ella, el de continuarla en el espacio físico del museo o virtualmente, todo mediante una invitación abierta y con una parte de incertidumbre que realmente me apasiona.
¿En qué proyectos estás trabajando? En septiembre, tengo una exposición en el Museo Lorca de Granada, donde dialogo con la obra del poeta, algo que tenía pendiente y que me está conquistando e influenciando mucho.