¿Hoy se podría repetir ese éxito digno de estrellas de rock que tuvo la Generación X? Percibo un fenómeno similar en las ferias: los youtubers. Pero no son un fenómeno estrictamente literario, publican libros pero no participan de la literatura. Me imagino que sí podría repetirse, aunque es verdad que aquel fenómeno fue extraño. Yo, con el primer libro ya conseguí todo lo que esperaba conseguir como escritor. Y luego, lo de ser una figura pública me sobrepasó, fue en parte el motivo de que estuviera seis años viviendo fuera. Esa presencia constante de uno mismo es demasiado contraria a lo que significa escribir.
El ‘sábado’ es la adolescencia y el ‘domingo’ es la madurez. ¿Usted prefiere vivir en sábado o en domingo? En sábado. Tonto no soy. Es el día en el que uno se toma vacaciones hasta de sí mismo. El domingo es la amenaza del lunes de responsabilidad y resaca.
De nuevo, un antihéroe como protagonista, como Trífero o Élder Bastidas. ¿Qué sería de la literatura, y sobre todo de la suya, sin antihéroes? A mí este personaje me cae bien, aunque sea un inútil. Me gustan este tipo de criaturas tan diletantes. Quizá porque empecé a trabajar muy joven y no he dejado de hacerlo, y me divierte imaginarme cómo será la vida de la gente que se toca las narices y, de alguna manera, desprecia todas las carreras hacia las metas y los logros. Poder vivir así es un sueño irrealizable en mi cabeza.
Veo también conexiones con la brillante Tokio ya no nos quiere en las malas pasadas que juega la memoria. A mí la memoria me interesa porque desde niño he sufrido epilepsia, como el protagonista de este libro, y acostumbrarte a tener blackouts y fogonazos al mismo tiempo que una memoria estupenda es como vivir en un puzle incompleto, en una máquina que se desenchufa.
El guardián entre el centeno creó un arquetipo de libro protagonizado por adolescentes con un estilo muy trabajado y depurado para resultar, en apariencia, sencillo. Como el ‘sábado’ aquí. También está en Tom Sawyer, el Lazarillo de Tormes o en la Sylvia Plath de La campana de cristal, un libro que me fascina. Esa naturalidad, esa aparente facilidad de expresión y esa conexión tan directa con el lector es muy difícil de construir.
El tono de ‘domingo’ es el de un cínico. Sí, utilizando el cinismo como siempre se utiliza: como mecanismo de defensa. Es un no querer participar de la opinión de los demás. Es alejarte para protegerte.
Un cínico que se salva por los pelos de esa generación frustrada de los treintañeros de hoy. Ha habido un problema tremendo en el mercado laboral de este país con la tasa de paro juvenil, la mayor del mundo occidental. Y es que a una generación entera se le ha robado algo que no podrá recuperar: las primeras dignidades, las que se adquieren trabajando con el primer oficio, aunque sea como un perro, pero que sirven para tener algo. Es una generación a la que se ha intentado compensar con más cuidados, que sobre todo son entretenimientos y distracciones como un teléfono mejor o Netflix. Son chicas y chicos de clase media que viven en casa hasta muy mayores, infantilizados. Si piensas que Melville ya había escrito Moby Dick con treinta y cinco años y que estos chavales empiezan a dar sus primeros pasos laborales ya con el cansancio de la edad madura, se te cae el alma a los pies. Esas no pueden ser sus primeras ilusiones.
En Sábado, domingo aborda también la persistencia de las clases sociales, aunque se nieguen y disimulen. Las clases sociales nos siguen condicionando, es innegable. El colegio donde has estudiado, el acento que tienes, el barrio donde vives… No es una cuestión de dinero, es de clase, y esta te da acceso a ciertas cosas y permite que se te perdonen otras. Funcionan como el racismo. Tengo amigos afroamericanos del Bronx que me cuentan que se generan diferencias sociales entre los negros por el pálido de la piel, y cuando ganó Obama, The Times escribió que tenía el color de ese tipo de negros claros que sí son aceptables en una cena de blancos.
Por cierto, no tiene usted redes sociales. Esa es la nueva aristocracia. Desde luego es un privilegio. Pero se matiza tan mal con eso del tuit, con esos impactos y contraimpactos… Es un lenguaje en píldoras que a mí no me funciona.
Con todos estos reflejos que hace de la sociedad se demuestra lo mucho que lo influye Baroja y cómo sabe absorber el panorama de su tiempo. Sobre todo intento reflejar costumbres. Toni Garrido me ha repasado esta mañana las noticias más importantes del año en que se ambienta este libro (la huelga general del PSOE, el Tour que ganó Perico Delgado…), y yo ni recuerdo ni me refiero a ninguna. No es mi trabajo ponerme analítico. Pero sí quiero recuperar la sensación, el ambiente. A mi generación de escritores se la ha acusado de tener poco compromiso politico y social, y creo que es verdad y se debe a que nuestros hermanos mayores, que vivieron el tardofranquismo, fueron tremendamente politicos, y nos saturamos.
Ahora sí se aprecia mayor componente político en escritores como Isaac Rosa. Supongo que ha sido a partir del 15M y tiene que ver con el hartazgo de no pintar nada en la sociedad. Yo sí he escrito columnas de opinión en El País, pero es un formato que me cuesta, porque lo que opino por la mañana ya no lo comparto a la hora de comer.
Estamos viendo constantes de su obra en Sábado, domingo, pero la verdad es que experimenta mucho: está el estilo centroeuropeo de Ya solo habla de amor; esa chifladura a lo Tom Sharpe que es Za za, emperador de Ibiza; o esa maravilla tan especial que es Rendición. Todos son muy independientes entre sí. En eso me he guiado sobre todo por el instinto, lo que a veces entraña un riesgo porque si un libro ha funcionado muy bien, lo lógico es quedarse y repetir la fórmula. Pero desde el principio me di cuenta de que, aunque Héroes había tenido mucho éxito, no quería ser fiel a mis fieles. Siempre he pensado que si un lector viene conmigo, irá en el viaje que yo haga. Y los cambios también te abren nuevos públicos.
Rendición es un libro alucinante. ¿El mejor de los suyos? Yo llego a un pacto con todos mis libros, un pacto privado, íntimo y silencioso: pensamos, el libro y yo, si lo hemos hecho lo mejor que hemos sabido, dadas las circunstancias que hayamos vivido. Si el balance nos da positivo, entrego el libro a imprenta. Si no, se queda en un cajón.
¿Tiene muchos manuscritos encajonados? Tengo muchas ideas embrionarias. ¿Quedamos para la próxima?