La tecnología está irrumpiendo en el campo de la neurociencia. Con los últimos avances, estamos más cerca que nunca de descifrar el código del órgano más complejo que existe. Cada vez es más evidente que se trata de una transición inevitable: nos estamos transformando en una especie nueva.
I Am Human (que forma parte de la programación del Brain Fest de Barcelona (Del 17 al 20 de marzo) ahonda en la actualidad de la neurotecnología desde una perspectiva humanocentrista. En nuestras entrevistas virtuales desde sus bases en Nantucket y Texas, desciframos las claves de su obra, que nació de la curiosidad congénita de Taryn y una necesidad imperiosa por iniciar un diálogo que antes era relegado a los especialistas del campo. “En 2016, me quedé de piedra cuando me enteré de que había cientos de miles de personas con implantes cerebrales”, comparte la cineasta. En la era de Black Mirror, “queríamos ponerle caras humanas a la gran discusión filosófica que estaba teniendo lugar” y “promover una visión más inclusiva y optimista” de temas que, en la ficción, tenían un trasfondo distópico innegable.
El documental se divide en tres capítulos centrados en personas cuyos cerebros están siendo intervenidos. Un tetrapléjico, una artista con Parkinson y un hombre con ceguera total nos invitan a sus hogares para hablarnos del impacto que ha tenido la en sus vidas esta tecnología. Nos encontramos con miradas esperanzadas (algunas provenientes de ojos prostéticos); gracias a la estimulación cerebral, estas personas han dejado de ser totalmente dependientes y sentirse como un obstáculo en la vida de sus seres queridos.
“El documental me hizo darme cuenta de lo útil que puede llegar a ser la tecnología. Pienso en mi abuela, que sufre demencia, y anhelo saber lo que está pasando en su cerebro”, comparte Gaby. Pero esta simbiosis entre la naturaleza humana y electrónica trae consigo dilemas morales. Además, surge el riesgo de que nuestro cerebro sea hackeado. Aunque nuestra democracia “ya está siendo hackeada desde las redes sociales”, como advierte Gaby, esta nueva dimensión nos hace todavía más vulnerables.
Southern concibe la tecnología como una herramienta empoderadora. Tras experimentar con las posibilidades de la realidad virtual, ha compuesto álbumes musicales con softwares de inteligencia artificial: “Es un proceso muy parecido al de editar una película, modulando y refinando el algoritmo a través de datos extraídos de otras canciones”. Está claro que estamos llegando a un punto de inflexión; incluso de replantearnos nuestras identidades y lo que significa ser humano.
Cuando discutimos las tendencias en el mundo del cine, Gaby lamenta la proliferación de documentales concebidos como blockbusters y centrados en la vida de celebrities: “Me gustaría ver temas más controvertidos en nuestras pantallas”. Por su parte, Southern celebra el creciente interés e inversión en el género documental, pero es consciente de que todavía queda mucho camino que recorrer para que la escena indie despegue.
Sobre el futuro de nuestras salas de cine, Gaby señala que siempre necesitaremos un punto de encuentro donde vivir emociones en grupo. “Nuestra sed por interactuar socialmente es inagotable”, afirma Taryn, aunque reconoce que la gente se ha vuelto más selectiva. “A los tres meses del comienzo de la pandemia, fui consciente de que la vida nunca volvería a ser igual. Las revelaciones que hemos tenido han cambiado cómo concebimos nuestras vidas”, opina Gaby, mientras que su colaboradora alaba la flexibilidad que ha introducido esta crisis mundial.