Me ha sorprendido la naturalidad con la que habla en su artículo La arquitectura como poesía. Ya desde pequeño leíamos poesía en casa. A mi padre, que era un hombre muy culto, le encantaba recitárnosla. Incluso nos sabíamos muchos poemas de memoria, de Lope, de Bécquer, de los clásicos españoles…
¿Lee a los poetas contemporáneos? Me interesa la poesía de la gente más joven, pero a los que nos hemos acostumbrado a la métrica clásica el verso libre nos cuesta. Hace unos años compuse un poema sobre un edificio que yo había construido y se lo enseñé a la actriz Alicia Sánchez, que es muy buena actriz y amiga mía, para la que hice la casa Turégano, una de mis primeras obras. Como me daba vergüenza que pareciese una poesía, puse todas las palabras seguidas, igual que si fuera un texto en prosa. Pero ella, tras leerlo en voz alta, inmediatamente se dio cuenta de que estaba escrito originalmente en verso. Se titula Mi casa es una sombra en el verano.
¡Un endecasílabo perfecto! Entonces también escribe… He escrito y escribo mucha poesía, aunque nunca la he publicado, sería muy atrevido por mi parte. Ahora estoy digitalizando mi archivo, ya que voy a donarlo a la Escuela de Arquitectura de Madrid. Están saliendo poesías escritas por todas partes.
¿Algún poeta de hoy? Hay un gaditano, Juan Bonilla, que lo hace muy bien. También está Rafael Llano, que además es autor de un precioso libro sobre Andrei Tarkovski. Y Luis Alberto de Cuenca, que no sólo ha ocupado cargos de responsabilidad, sino que también es un muy buen poeta. Hace poco conocí a otro que escribía, con razón, que “al guardar un tesoro con cuidado, habitualmente se pierde”. ¡Ay los poetas!