Antes fueron Siena, Islandia, Voronia… La Veronal vuelve a hacer de su montaje una travesía, en este caso a un lugar de su invención, Pasionaria, que llega a Teatros del Canal. Hablamos con Marcos Morau autor de la obra y director de la compañía, Premio Nacional de Danza 2013 y figura reclamada en óperas y ballets de todo el mundo.
Pasionaria es “un planeta que representa el futuro, un progreso que estamos imaginando, dominado por la ausencia de emociones”, explica Marcos Morau (Valencia, 1982). Una mezcla de lenguajes, con la danza como base; en esta expedición, también del movimiento, la palabra y la interpretación.
Nos lleváis a un lugar donde se han anulado las emociones, y lo hacéis con la danza, que es de lo más pasional que hay.
Estamos inventando un lugar donde la gente no tiene pasión, ni emoción, ni facilidad para relacionarse, moverse, hablar, vivir. Analizamos cómo se mueve alguien que no siente, una pareja que no se quiere, una familia que no se sostiene a nivel emocional. Los bailarines están acostumbrados a trabajar desde la organicidad. Un movimiento acompaña a otro, y a todo lo acompaña la música. Este es un lugar muy restrictivo, es como escribir al revés, nos movemos de la manera más abstracta y vacía posible, pensando que los bailarines no tienen dentro huesos sino hierros, y tienen plástico en lugar de piel. Nos encontramos seres que parecen más del mundo de los androides que humanos.
La distopía futurista es recurrente en la ficción (Un mundo feliz, 1984, Blade Runner, Gatacca, Akira, Black mirror…).
Ese tipo de distopías son lugares ficticios que todos tenemos en la retina, pero yo quiero irme a otro donde los personajes se parezcan más a nosotros, donde sus acciones sean parecidas a las nuestras desde la distancia, desde la no implicación, desde la sequedad, desde el sentimiento agotado. Buscamos un lugar para olvidarnos de él, es donde no queremos ir. Tenemos que invocar un escenario posible, retratar una realidad para conjurarla. Creo que todos los creadores intentan ser algo visionarios, piensan hacia dónde va a ir a parar todo. Me pareció que Pasionariaera, así, muy interesante, no solo por cómo se mueven estos personajes, sino también por las posibilidades que ofrece contar una historia con estos condicionantes.
Ahora que predomina el ocio en casa, ¿qué lugar ocupan las artes escénicas?
Me encanta la idea de que, en un mundo tan digitalizado, ir al teatro a ver cuerpos humanos en movimiento, a un espacio donde se declama un texto vivamente (por eso se llaman artes vivas), sea un acto de modernidad, que no es sino abrirse a los cambios. Ir al teatro parece casi un acto de rebelión, de revolución. Salgamos de casa, dejemos de obsesionarnos con las pantallas, y veamos lo efímero, mágico y artesanal que contiene el teatro.
Estrenáis en Teatros del Canal, pero luego giraréis por todo el mundo. ¿Qué diferencias hay entre el público de danza español y el de otros países?
De entrada, la cantidad de público, en otros países está más sensibilizado y va a ver más cosas. Aunque creo que esto está cambiando, y no me puedo quejar porque en las ciudades en las que me muevo (Madrid, Barcelona, Valencia), creo que hay bastante público, e incluso en provincias se está incrementando también. Además, creo que el público de danza es el más conservador que hay, el de teatro o el de artes plásticas me parece mucho más abierto. No sé si es una herencia del ballet, de que este se haya metido en la ópera… Incluso a los propios bailarines les cuesta verse en cosas nuevas, ven la danza como un imperativo del dolor. Eso es también un palo en las ruedas.
En Barcelona tenéis el Mercat de les flors, en Madrid tenemos Teatros del Canal o Conde Duque… ¿Tenemos suficientes espacios para la danza, y están apoyados institucionalmente?
Yo creo que Barcelona ha dado un paso atrás mientras que Madrid lo ha dado hacia delante, con Matadero y Teatros del Canal con una programación muy plural, internacional y que acompaña y educa al espectador. Barcelona, que desde hacía tiempo avanzaba en esta dirección, se centra ahora más en lo local, en promocionar lo propio. En todo caso, es interesante la mezcla, y en ambos casos, creo que falta apoyo para la danza, y tejido, apoyos entre teatros y compañías. Es imposible vivir de una sola compañía de danza en España, aunque en este sentido, somos pasajeros del siglo XXI.
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