Hoy es invierno en primavera, un mundo aterrado caminando en una cuerda de funambulista, un embarazo interrumpido por las bombas. No siempre tenemos futuro, ni siquiera el tiempo tiene todo el tiempo por delante. Hoy para hablar de tendencia hay que empezar por el final. El futuro es espacio, decía Neruda. “Un espacio negro para muchos sueños, un espacio blanco para toda la nieve, para toda la música”. Ahora el blanco y el negro están más cerca. El más allá está aquí al lado, en la solidaridad más cotidiana, en la literalidad del ser humano, en el diálogo en un monólogo dramático. Mi abuelo me contó que en la guerra se aferró a la esperanza escribiendo versos que hoy guardo como un tesoro. Tal vez exista una rosa en la nieve tras los versos de los poetas rusos, “la música más allá del muro del cementerio” tras los versos del ucraniano Serhiy Zhadan o “la vacuna contra el maldito desamparo en un futuro cada vez más jíbaro” en un verso de Benedetti. Tal vez exista el poema que acabó con la guerra. Tal vez exista un sentimiento que nos una a todos y descubramos la razón por la que transitamos bajo las mismas estrellas. Tal vez en el yate de Putin, aguardando bajo una almohada, se encuentre un verso dispuesto a asaltarle. Tal vez un día se imponga la creación a la destrucción y sea en todo el mundo y para siempre. Quizá sea el momento de cambiar.