¿Cómo va a ser el mundo dentro de 25 años? Del programa me quedo con dos ideas: la ciencia avanza muy rápido para resolver los grandes problemas de la Humanidad, pero los problemas políticos y sociales no solo no se resuelven sino que a menudo se agravan. La ciencia dice lo que podría pasar, pero no lo que va a hacer la sociedad con esos avances desde el punto de vista ético, político y social. Así que la pregunta no es qué va a pasar, sino qué vamos a hacer.
¿No le aburre ya la política, ahora que dicen que vivimos otra Transición? No, y este tiempo no se parece en nada a la Transición. Entonces éramos unos inocentes, tanto los políticos como los periodistas. Hoy es todo más sutil, sofisticado, complejo. Y ahora, en esta época en la que al bipartidismo lo ha sustituido el bibloquismo, los políticos no están dispuestos a ponerse de acuerdo. Se van acumulando en el desván los grandes problemas, como Cataluña o la reforma constitucional, mientras ellos se dedican al menudeo. Rajoy era un ejemplo perfecto de este estilo, consideraba gobernar hacer pura y simple administración de fondos públicos. Además, la gente ve los pactos como mercadeo, algo indigno, y desde la vigilancia extrema de las redes sociales se considera una debilidad cualquier postura políticamente flexible. Deberíamos aprender de los americanos, que sí saben pactar. De El ala oeste de la Casa Blanca.
Nos decía en nuestro anterior encuentro, hace seis años, que su género periodístico preferido era la entrevista. ¿Se ha crispado en ellas, ahora, el tono? Sí es el género que más me gusta porque, junto con el reporterismo, parte de la premisa de que, quien no sabe, pregunta al que sabe. A mí, y es algo que he comentado con compañeros como Ana Pastor, no me gusta mucho que exista un único modelo de entrevista, y que los periodistas lo planten frente a todos los personajes con los que se cruzan independientemente de que sean políticos, ganadores del gordo de la lotería, artistas… Además, no me gusta que el entrevistador sea más importante que el que entrevistado, el que marca el gol es más relevante que quien lo narra. Tampoco que la entrevista se convierta en un pulso, eso se llama debate.
En la anterior entrevista hablábamos de cómo una nueva hornada de cabeceras (Eldiario.es, La Marea, etc.) había roto la hegemonía de los grandes periódicos. Ahora, la gente se informa cada vez más por redes sociales y la novedad son las fake news. Está cambiando todo, y sin embargo seguimos hablando con un lenguaje antiguo, porque hace más ruido el árbol que se desploma que la hierba que crece. Érase una vez las antiguas estructuras empresariales que ofrecían información. Siguen estando ahí, aunque en crisis. Y mientras tanto, se ha producido una inundación de señales que nos llegan de todas partes del mundo. Hay fenómenos no deseables como el disparo sin identificación de fake news, que han existido siempre pero ahora se difunden con mayor facilidad, y la liquidación y precarización de la profesión, así como de los atajos para conseguir el “me gusta”. Ya no se puede hablar de normas en el periodismo porque ha surgido una enorme cantidad de modelos. La dificultad ahora es ver cómo se digiere todo esto.
¿Ha leído El Director, de David Jiménez, donde el autor revela que sufrió presiones en su época al frente de El Mundo? Sí, es interesante como campanazo sobre las presiones que sufre la prensa, que lo han sorprendido más a él que a lo demás porque estuvo mucho tiempo en la soledad de una corresponsalía. El periodismo y los periodistas ya venían denunciando, tradicionalmente, los pecados que Jiménez exhibe en este libro, aunque su testimonio tiene mucha fuerza porque corresponde a un hombre decente y gran periodista. Algunos de sus excompañeros lo han tildado de exagerado, y yo no lo puedo saber, pero me sorprende, por ejemplo, que al decir que un importante presentador de radio cobró un dineral que no debía, no especifique su nombre, porque los cuatro o cinco que podríamos estar en ese lote lo agradeceríamos. Y creo que ve un fantasma al hablar de un “acuerdo” entre el poder financiero y los medios. Creo que ese poder puede intentar ejercer su influencia, pero desde luego no existe tal acuerdo.
¿Usted se expresa hoy con más libertad que nunca? Siempre lo hecho. Hay quien piensa que Polanco o Cebrián me dictaban lo que tenía que hacer. Nada más lejos.