¿Por qué te gusta tanto dibujar casas? Desde pequeña tenía una obsesión con los balcones y siempre observaba los de Barcelona desde el coche, tratando de ver quién vivía allí y qué clase de piso tenían. También me encantaban los libros ilustrados de casas, recuerdo en especial uno llamado La Casa de Ana (1996) de Norman Messenger, que recorría todas las habitaciones y jardines de una casa eduardiana. Con 22 años, me fui a vivir a Londres y empecé a observar el interior de las ventanas de sus casas victorianas. Y empecé a dibujarlas.
Es innegable la inspiración de Ibáñez y su 13 Rue del Percebe. Sin duda. Mi madre siempre me ha animado a que siga haciendo las ilustraciones al estilo 13 Rue del Percebe, un estilo siempre presente en mis sketchbooks. Otras referencias gráficas son Robert Crumb, Bill Watterson, Quino, Goya o Helen Oxenbury. También literarias, como Kafka, Gabriel García Márquez, Lewis Carroll o Paul Auster, y cinematográficas como David Lynch o Alfred Hitchcock, en especial La Ventana Indiscreta (1954).
¿Alguna vez piensas en lo que estarán haciendo tus vecinos? Muchas veces, soy una voyeur empedernida. Me acabo de mudar a un piso en Malasaña con mi pareja y tenemos unos vecinos que son el típico matrimonio un poco cascarrabias, así que ahora que estamos en cuarentena no puedo evitar imaginarme como un día de estos empiezan a discutir y sin querer acaban redescubriendo una insospechada furia sexual (¡JA!).
Considera que lo más importante que ha aprendido es “hablar de cosas que te importan y te divierten, ser honesto contigo mismo y saber cuándo estás usando un truquillo técnico y cuándo estás explorando cosas que tiene mucha más profundidad para ti. Sobretodo, he aprendido la importancia de contar historias”. Le gusta que “el espectador también interprete su versión de los hechos tratando de descubrir sus historias y conectar con sus personajes”.
Te encanta dibujar mil detalles. ¿Cómo preparas cada ilustración? Suelo tomar muchísimas fotos de edificios que me gustan y luego uso distintas partes de estos para cada ilustración. Una vez tengo un esbozo rápido a lápiz del edificio, empiezo a perderme en él y dibujo cada ventana con rotulador calibrado y voy añadiendo personajes y situaciones que se me van ocurriendo. Intento que sean situaciones que me divierten y que me gustaría poder presenciar a mi misma. Muchas veces me río sola creando escenas ridículas o cochinas. Por otro lado, cuando estoy saturada y no se me ocurre nada aprovecho para avanzar con los detalles del edificio, que es mucho más automático.
La suya es una “profesión solitaria en la que hay que luchar mucho con uno mismo para empezar a recoger los frutos de tu trabajo”. Lo ejemplifica: “Muchas veces hablo con gente creativa que tiene ganas de desarrollar proyectos y que se desanima en cuanto ve que no consigue los resultados esperados”. Por ello, el mejor consejo que daría a alquien que empieza es “ser constante y seguir dibujando pase lo que pase”.
Enfatiza, además el peligro de caer en tentación con las redes sociales: “hay que dejar de crear para tener más followers. Al final, la calidad de tu trabajo se resiente cuando ese es tu objetivo final. Las redes son un medio, pero no el fin”.
¿Has compartido muchas veces piso? Sí, al llegar a Londres compartí piso con un inglés que alquilaba una habitación y resulta que tenía una plaga de ratones en casa, ¡fue una gran bienvenida! También viví en una casa con dos actores de teatro y una diseñadora de producción, así que como os podéis imaginar hay muchas anécdotas, desde largas noches en el pub con el reparto de una obra hasta una plaga de polillas en casa proveniente de la ropa del teatro que mi compañera había almacenado en nuestra escalera. Después viví con mi hermana y durante un tiempo estuvimos en un piso enano con solo una cama para las dos (fue muy divertido, de verdad).
Ha trabajado mucho en el mundo de la animación. De hecho, su obra preferida, se mueve: su cortometraje animado 61 Beehive Street (2018), “fue el proyecto más largo que he hecho hasta ahora y fue muy gratificante desarrollarlo, darle vida a ese extraño mundo y a sus personajes y finalmente ir a festivales de cine y ver las reacciones positivas de la gente”.
La que, a buen seguro, va a seguir muy animada, es la comunidad de vecinos de la ilustración de esta portada, habitando dicharachera en el revistero de nuestra casa.