Vivimos en un tiempo de conflictos, de odios, de separatismos, de salidas, de rupturas. Por eso es bueno apelar a la música y a la poesía como antídoto para la violencia y para mitigar el daño hecho ya. Vivimos “también en un mundo en el que se prostituye el significado de las palabras. No sé si de tanto usarlas, o de no usarlas en el contexto adecuado pierden el significado o el valor. La libertad o la política son buen ejemplo de ello”, nos asegura Quique González por teléfono. Un disco que surge de la amistad y de la admiración.
¿Qué significa para ti la poesía? Algo tan importante como el cine, la música… La poesía (y también el cine y la música) te dan herramientas y trucos para aprender a vivir. Y para colorear un poco el mundo que tenemos enfrente. Para mí es algo absolutamente necesario, que te ayuda a profundizar y a conocerte mejor.
Las palabras vividas me inspira calma, quietud, pero también reflexión. ¿Qué has querido buscar, transmitir con este disco? Sobre todo, lo que busco es comunicar. Y seguir manteniendo un diálogo con mis seguidores, con la gente que llega viniendo a mis conciertos y comprando mis discos desde hace veinte años. Para mí es muy importante seguir manteniendo ese diálogo. Y lo que a uno le gustaría sería tener la capacidad de emocionar a través de tus canciones.
¿Te gusta que te digan, o te cataloguen como, cantautor? ¿Te consideras un cantautor? Antes me importaba mucho. Pero realmente no me lo tomo ni bien ni mal. Me gusta más el termino escritor de canciones, o cancionista, más que cantautor porque ha tenido, sobre todo en España, unas connotaciones de las que algunos hemos intentado huir. Pero si lo separas y pones autor de canciones, no me molesta.
Has compuesto para gente tan diversa como Enrique Urquijo, Luz Casal o Stereotipos. Y has colaborado con mucha gente variopinta, como Bunbury, Diego Vasallo, Pereza, Burning, Ariel Rot, José Ignacio Lapido, Pablo Guerrero o El Drogas, entre otros. ¿Qué te supone escribir para alguien? Supone mucho aprendizaje, porque es gente con mucho talento y mucho rodaje. Solo el hecho de compartir escenario, estudio, momentos y preparación, y que hayan pensado en mí ya solo por ello es un orgullo. Porque tienes que ponerte en la piel de otra persona. Eso añade un nivel más alto de exigencia. Pero también de disfrute. Y también he pensado que si me gustaba a mí lo que estaba escribiendo, también les gustaría a ellos. Cuando haces canciones para ti piensas en tu intuición. Y te dejas guiar por ella. Son cosas distintas pero compatibles.
En el oficio de músico hay mucha inseguridad con lo que haces, porque es algo muy abstracto. Colaborar con otra gente es positivo, porque es buena esa camaradería. Y está todo lo que aprendes, las tablas que coges, te pone a ti también en otra dimensión. Ya no solo por su forma de hacer canciones, sino por su forma de vivir el oficio y de pisar un escenario, y de pisar la vida.
¿La música también ha de ser política? Sí, sin duda. A través de las letras de tus canciones, aunque sea una canción de amor, estás hablando de política también, de lo que te inquieta, de lo que te preocupa, de lo que amas. No todas las canciones tienen que ser políticas, ni todas tienen que ser intimistas o sentimentales. A lo largo de los diez o doce discos que llevo publicados también tengo canciones de todo tipo, aunque prime lo intimista.
Hace poco La Polla Records y El Drogas llenaron dos días seguidos el Palacio de los Deportes ¿Sigue siendo necesaria gente como ellos? Gente como Evaristo o como Enrique [El Drogas] han hecho canciones en las que decían las cosas muy claras, y son gente que con 60 años mantienen muy viva la llama de la rebeldía en el rock and roll. Y es algo no solo necesario, sino obligatorio.