Recuerdo cuando compré mi primer teléfono móvil en Milán en el año 2000, justo empezando mis estudios de diseño industrial. Podía estar por primera vez localizable en cualquier momento del día independientemente de donde estuviese. El año siguiente, ya estudiando en Londres, me saqué mi primera cuenta de e-mail y podia comunicarme gratis e instantaneamente con cualquier persona en cualquier lugar del mundo.
Esta movilidad fue gracias a las enormes ventajas de las que nuestra generación se pudo beneficiar por pertecer España a la Comunidad Europea. Podíamos volar en las nuevas aerolineas de bajo coste sin pasar por agencias de viajes y quedarnos en casa de amigos de Erasmus o compañeros de piso de cualquier parte del mundo. Más tarde llegaría Airbnb y todas sus variantes tipo car sharing…
A esta revolución de la información se unió el avance en los ordenadores personales y la informatización de nuestras herramientas. Empecé haciendo mis renders con rotuladores y terminé mandando archivos informáticos por maila Bélgica desde donde recibía piezas perfectas realizadas por procesos de prototipado rápido. Del prototipado en pocos años pasamos a poder realizar producciones CNC extremadamente precisas de tiradas pequeñas y medianas a muy bajo coste y sin invertir en moldes, facilitando la autoproducción.
Entre tanto, internet avanzaba a pasos de gigante y las tiendas fisicas pasaban a ser tiendas online y nuestro trabajo pasó de comunicarse solo a través de revistas, a hacerlo en blogs y más tarde por las redes sociales. Podía encontrar a amigos del colegio a quienes tenía completamente perdida la pista en Facebook, al igual que cualquier cosa que pudiese imaginar en cualquier parte del mundo a traves del World Wide Web.