Su música se cocina a fuego lento y con buenos ingredientes. Su último disco Global Sickness (Idioteque Records, 2021) es otro ejercicio de maestría influenciado por el tiempo, la pandemia, el desencanto o la muerte que hasta ha sonado en el programa de Annie Nigthindale de BBC 1 Radio. Ha tocado en el Sònar, e ironiza cuando dice que “casi tienes que dar las gracias por ello”. Y denuncia “que no se cuida nada la escena local”. Se gana la vida como productor en el Fashion Beat Team Sudio. También ejerce de DJ e imparte masterclasses de producción musical. El 22 de octubre toca en Navarra, en noviembre se va de gira a México y en diciembre toca en el Fanzine Fest de A Coruña.
Ha producido a Alice Wonder, pero también a bandas más underground como The Love Flying Attack, que tiene en sus filas a la teclista de Rufus T. Firefly, o ha sido asistente de estudio de Arca. Y es muy crítico con la música en España: “Generas una escena que es amor al arte puro y literal. Yo tengo suerte con mi estudio. Entiendo que uno tenga que acabar en el underground, pero es por imposición, no por querer serlo. Que es lo que le pasa a las bandas que vienen a mi estudio. Ya no es que no puedan ganar dinero, que lo tienen asumido, es que no tienen soporte, no tienen un sitio donde tocar”.
Considera que “es insostenible vivir de la música en este país”. Sólo un mínimo porcentaje (que cifra por debajo del 10%) puede vivir de la música. “Lo que me alucina es que la industria musical en España se permita estar tan ajena a lo que pasa en el resto del mundo. Es sorprendente. Que solo viva del rollo latino al que se ha sumado al carro y le ha venido de perlas”.
Mientras degusta unos niguiris de foie en Le Macao nos cuenta su experiencia poniendo música a la campaña de publicidad del nuevo Audi E-Tron GT quattro para cines, protagonizada por jugadores del Real Madrid (cuyo estadio está a unos pasos del restaurante en el que nos encontramos) o sobre el proyecto que llevó a cabo de ponerle música a la colección del siglo XIX en el Museo del Prado. También colabora con el mundo de la danza contemporánea, con Elías Aguirre en el proyecto Cuerpo Romo, entre otros proyectos o en propuestas audiovisuales.
La música constituye la mayor parte de su vida y reconoce que es un perfeccionista. Creció tocando la batería en bandas metaleras y acabó en la electrónica y produciendo a otros artistas. Sobre la burbuja del selector reconoce que “el concepto actual de DJ me da mucha pereza. Pinchar es algo relativamente fácil y relativamente mecánico. Pero no hace falta tener una sensibilidad especial para ser infalible, sí para tener un discurso”. Cuando da clases le gusta que sus alumnos se planteen retrospectivamente qué música les ha influenciado y cómo entienden la música, para conectar con tu visión, con tu estilo y desarrollarlo. A él le gustan artistas como Björk o David Bowie, que salen de su zona de confort y conquistan nuevos lugares.
Ha disfrutado de los sabores asiáticos de Le Macao porque él también es fusión, combinación de elementos. Pero resuena un cierto sabor agridulce cuando habla de la realidad de la música. Reconoce que es “un funcionario de la música. Es una etiqueta peyorativa, lo sé. Y me genera conflictos porque yo vivo de la ilusión de la peña. Por muy honesto que quiera ser, solo hago cosas en las que creo y no engaño a nadie. Tienes a gente que cree en lo que hace y cree que tiene una oportunidad. Que van a grabar de lujo y que va a moverse la cosa. Y la realidad es que sólo un 1% llega. Eso es insostenible”.