Para este creador argentino afincado en Madrid desde hace veinte años la danza es un arte “frágil”, pues no es tan accesible para todos los públicos al poseer un “lenguaje más hermético”. “Es una enfermedad, dulce”, sostiene, y se enfrenta a ella como director de su compañía: “No bailo desde hace tiempo. Trabajo más desde la oscuridad. Soy una persona muy tímida. Cuando decidí comenzar a dirigir automáticamente dejé de bailar, porque no era feliz al exponerme”, confiesa.
Lo que mejor define a su trabajo coreográfico es la mezcla. Ha trabajado en el Magreb, en Egipto, en India y en Japón. “Todas esas fusiones son búsquedas espirituales. Relaciono la danza. Me gusta investigar sobre tradiciones que me atraigan, y aplicarlo de una manera contemporánea, con ideas modernas. He apoyado la cultura hip-hop de toda la vida. Primero porque es un arte. Y segundo, porque estos chicos muchas veces no tenían la oportunidad de elevar esta danza a la categoría de arte, se veía como una cosa underground para la calle o solamente para batallas de gallos”.
Él mismo nos resume su trabajo: “Soy director de escena, pero también soy director de arte para marcas. También hago el hosting para clubs (en Morocco hacía la Devotion con David Delfín y fundé el Changó), trabajo en moda y básicamente dirijo mi propia compañía desde 1999, Dani Panullo Dance Theatre Company”. Actualmente hace de anfitrión de la sesión Águila de Trueno que se celebra dos viernes al mes en la discoteca Palace (Plaza de Isabel II, 7). “Un club intergeneracional. En lo musical, es rabiosamente moderno con artistas de la nueva generación del trap como La Zowi, Miss Nina, Bejo, Dano o la reina del dancehall catalán Bad Gyal, también con la old skool de DJ y productores de la capital como Jotamayúscula, Toni Rox o Sandro Bianchi, que aportan educación musical a las nuevas generaciones. En artes plásticas invitamos a algunos de los mejores grafiteros y artistas de calle, algo que realizamos en vivo cada sesión. En el escenario contamos con las mejores crews de bailarines y live fashion shows. El lema del club es una frase epicúrea, ‘Creamos falsos infinitos’, jugando con los límites”. Opina que el trap “es como el punk del hip-hop, con todas sus estupideces. Tiene una fuerza innegable, como lo tenía el punk”. Menciona a Goytisolo, “yo siempre trabajo en la periferia del centro y no al revés. Vivo en el centro, pero me fijo más en la suburbia de lo urbano”. Y es que Panullo tiene una cita a mano para cada argumento: “Como decía el poeta Rimbaud, ‘si vivo en una metrópoli tengo que ser terriblemente moderno’. Hay una cierta carga de frivolidad en lo que busco, pero hay un discurso detrás”.
Su vinculación con la moda es muy personal. “Todo lo que hago en moda también tiene que tener algo propio. Casi no trabajo con modelos. Una de las condiciones que puse es que tenía que trabajar con bailarines”.
La compañía aún está de gira con su espectáculo Avalanche, estrenado en Madrid en Danza 2012, en el que empleaba el fútbol freestyle, “como un elemento más, con la plástica del futbolista con trucos, combinado con Bboys”. Su nuevo proyecto es Atlas, Mapas en movimiento, una producción con el Museo de Arte Contemporáneo de Navarra que se estrenará en noviembre. Es un ballet urbano contemporáneo inspirado en la obra del artista Ortiz Echagüe”.