No se trata del apocalipsis, ni del fin del mundo, pero sí de un proceso irreversible a gran escala. Puede durar años, décadas o siglos. Lo que sí sabemos es que constituimos la última generación que puede hacer algo al respecto, pasando a la acción: desde la perspectiva del cuidado de las personas y de la Tierra. Eso es lo que nos trata de explicar la colapsología, un movimiento (más que una ciencia) promovido e ideado por los teóricos franceses Pablo Servigne y Raphaël Stevens, pertenecientes al Instituto Momentum, un laboratorio de ideas francés, fundado en 2011 por un grupo de personalidades (políticos, periodistas, ecologistas, ingenieros, urbanistas, economistas y sociólogos) en torno a la periodista medioambiental Agnès Sinaï. Se trata de un think tank sobre los temas de la sociedad industrial y el decrecimiento solidario en respuesta al impacto social del colapso, que promueve seminarios y publicaciones, organiza conferencias y debates y produce estudios e informes que sirvan para promover la implementación concreta de las ideas desarrolladas dentro del Instituto.
Según Servigne y Stevens existen dos grandes grupos de causas para que un sistema colapse: las endógenas (generadas por la propia sociedad) y las exógenas (asociadas a eventos catastróficos extremos). Nuestra sociedad estaría provocando su ruina por sus propios medios: degradaciones medioambientales, cambios climáticos y fallos sociopolíticos habrán de conducir a nuestro sistema al desmayo, opinan los autores. Se ha de puntualizar que lo que se nos viene encima no es una crisis (pues las crisis mantienen siempre la esperanza de volver a un “estado normal” y, paradójicamente, nos comunican una sensación de continuidad). Lo que se viene “es una situación inextricable, irreversible y compleja para la cual no hay solución, sino medidas que tomar con tal de adaptarse”, escriben los autores. De cualquier forma, nos advierten también, todas las civilizaciones que nos han precedido han sido víctimas de declives y colapsos. Y, a fin de cuentas, “nada es realmente estable ni se encuentra en equilibrio”. Todos los sistemas pasan por ciclos de cuatro fases: una fase de decrecimiento, conservación, colapso o “distensión” y una rápida fase de reorganización que conduce a otra de crecimiento, y así sucesivamente. Por lo que la situación que tenemos al frente es grave, pero no excepcional (aunque sí sumamente incierta).