Su último disco Hirundinidae data de 2019, y alude a las golondrinas, aves que tiene esa conexión con lo urbano, porque ellos congenian con la naturaleza, pero también son muy urbanitas. Un disco que “tiene mucho que ver con la idealización de la naturaleza, o la visión de la naturaleza desde la ciudad”, señala Ana Franco, líder del proyecto, que fue mezclado con Adam Selzer, productor de She & Him, The Decemberist o Fleet Foxes.
La entrevista transcurre en el Toma Café de la calle La Palma, tomando un café solo de Honduras. Me reúno con Ana, junto a su fiel escudero, Andrés Cabanés. Ambos son muy cafeteros. Y su nombre alude a una combinación con mucha sustancia, café y vino. “Son dos bebidas que nos gustan bastante. De hecho, siempre nos preguntan quién es el café y quién es el vino, y nunca sabemos qué contestar”, comenta Ana. “Nos vale la caña también”, bromea Andrés.
Son una banda que viene de lejos. Lleva en funcionamiento desde 2003. Antes fueron Manderley, que se aproximaba más al pop con distorsiones. Coffee and Wine se mueven por el folk con muchos matices indies y el poso de la música anglosajona. “En realidad es que somos de fuego lento. Maceramos nuestras canciones, como el vino. Si fuéramos vino seríamos un buen vino, pero el caso es que sacamos un disco crianza o reserva, cada ocho años”, explica Andrés.
“Hemos elegido ir a nuestro aire en la música. Porque no sé si es una suerte, a lo mejor si me dedicase a la música en cuerpo y alma, lo mismo sería de puta madre, pero también tiene unas desventajas. Ir a tu aire tiene una serie de consecuencias y un precio a pagar alto. No llegar a tanta gente”, subraya Ana. “Nosotros hacemos lo que nos da la gana un poco, al no tener a nadie que nos exija algo, intentamos hacer cosas un poco temáticas, con un sentido, una coherencia”.
Música y política
“Somos gente bastante comprometida en lo personal, pero en lo musical no hacemos directamente una música comprometida”, señala Andrés. “Mi lucha tiene mucho más que ver con el medio ambiente, con la biodiversidad”, comenta Ana. “En el mundo de la cultura, la música no está apenas considerada. No suele recibir ayudas institucionales. Vivimos en un ámbito totalmente precario. La industria musical mueve muchísimo dinero, y sin embargo muchísima de la gente que trabaja en ella, lo hace en condiciones precarias. Además, dentro del propio mundo de la música no se habla de todo esto, de los problemas que tenemos los artistas. Y no sabemos asociarnos, hacer piña, y defendernos. Porque parece que en las redes sociales tenemos que decir que nos va de la hostia porque si no, parece que nadie nos va a contratar. Que haya salido el estatuto del artista y que esté la música dentro, me parece un milagro, porque no sé ni cómo ha salido adelante”, expone Ana con vehemencia. La realidad es que no hay clase media en la música.
El público de Coffee and Wine es un poco nicho. A Ana le gustan los artistas totales, con inquietudes, con distintos proyectos como Will Johnson, con proyectos como Centro-matic o South San Gabriel. Le encanta la nueva generación de mujeres músicos porque “antes nos trataban un poco como productos” o como algo exótico dentro de la música. “Se incidía mucho en la imagen, y esto yo lo he visto muy de cerca. Y es algo que me ha reventado mucho. Me reventó tanto que yo no quise formar parte de eso”.
Entre sus referencias señalan a Alela Diane, Angel Olsen pero también a artistas nacionales como Núria Graham, Elena Setién o Jero Romero.
“Mi momento para escuchar discos es conduciendo. A mí hay una cosa que me dice la gente y me encanta. “Tía, me he quedado dormida escuchando tu música”. Y me parece maravilloso. Me encanta quedarme dormida con música”.