Acabamos de verla triunfar, de nuevo, en Teatro Kamikaze en la reposición de Iphigenia de Vallecas. Además de participar en varias series televisivas está preparando para la próxima temporada Jauría, con Miguel del Arco, en la que se enfrenta a uno de los mayores retos de su carrera, ya que está basado en el caso de La manada.
Hervás ya se estrenó en este formato teatral como monologuista en 2013, en Confesiones a Alá, que la reveló como uno de los mayores talentos de nuestra escena.
Los responsables de Teatro Kamikaze, donde se ha programado Iphigenia de Vallecas, han anunciado que la de 2018/19 será su última temporada en la sede actual, porque no pueden afrontar el alquiler. Hervás opina que “falta conciencia respecto a que la Cultura ha de apoyarse públicamente” y que este tipo de proyectos que aportan contemporaneidad a nuestra escena “necesitan ayudas para ser sostenibles, por su interés y calidad, pues desempeñan una labor pública partiendo de lo privado”.
¿Qué te aporta el monólogo frente al teatro de elenco?
Creo que uno de los mayores errores que cometemos quienes hacemos teatro es que pensamos que nuestras interpretaciones están exentas de reciprocidad hasta el aplauso final. El formato monólogo, en el que empecé muy joven y de manera casual (para Confesiones… me cogieron en un casting), a mí me ha entrenado en la escucha al público durante la función, en tener una especie de radar que me permite ir testeando no solo el ritmo de la obra, sino también la reacción de quien está en la butaca, con un control sobre el escenario que comparo con la posición del centrocampista en el fútbol, que tiene una visión de pájaro del partido. Porque, o bailas con el público, o no hay teatro, que es, principalmente, comunicación.
Tanto Iphigenia…, como Confesiones…, e incluso Pingüinas, de Fernando Arrabal, donde compartiste cartel con Ana Torrent y Marta Poveda, tienen un tono social distinto al de tus proyectos televisivos, que son entretenimiento puro.
Antes sufría porque no comulgaba del todo con algunos proyectos televisivos en los que trabajaba. Hoy me he dado cuenta de que la vida va más de surfear, de entender cuál es la finalidad de cada proyecto. Ahora entiendo que es necesario el entretenimiento, que puedo aligerar su carga a personas que trabajan ocho o catorce horas, porque, al llegar a casa, se ríen gracias a una serie. Cada vez estoy más lejos de la intelectualidad exquisita y el esnobismo. Este año he empezado estudiar Filosofía a distancia, en su día empecé Arquitectura y estoy bastante al día de lo que sucede en el terreno de la Cultura. Quiero decir con ello que siempre he tenido mucha empatía con todas las causas sociales, aunque llamarlo así me parece ponerle una etiqueta a algo que, sin complejos, podríamos llamar Política, de interés por lo que ocurre en la polis. Y como ‘artista’, una palabra que no me gusta y estoy sustituyendo por ‘artesana’ (como persona que desarrolla un oficio de la mejor manera que puede), egoístamente hablando, me siento más realizada si lo que estoy aportando a la comunidad es algo esencial, que puede modificar el curso de las cosas aunque sea ligeramente.
En marzo protagonizarás Jauría, montaje con el que Miguel del Arco y Jordi Casanovas subirán a escena el caso de La Manada.
Me supone muchos dilemas morales. Jordi Casanovas ya ha llevado al teatro, por ejemplo, el caso Ruz–Bárcenas, personajes públicos que, está demostrado, han estafado a la sociedad, así que no debemos tener miramientos en exponer los entresijos de sus maldades. Pero esta temática tan personal, sometida a un juicio social y paralelo en el que nos estamos lanzando a opinar influidos por un movimiento todavía incipiente pero ya histórico relativo a la igualdad y el feminismo, me asusta, como también pensar qué opinarán la víctima y su familia de que tratemos el tema de manera tan contemporánea. Aunque, por supuesto, el texto no puede ser más objetivo, porque se conforma con las declaraciones del juicio de los implicados, y es de Miguel Del Arco, una persona con una honestidad indiscutible.
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