Tiene sentido la crítica cinematográfica en un panorama de sobreabundancia informativa? Como en 2009, la defiende, por supuesto, dando especial importancia a su labor de filtro y, aunque criticaba duramente a la crítica internauta: “las opiniones se venden muy baratas” ahora reconoce que “es cierto que en el ciberespacio ha surgido una cinefilia crítica muy especializada con capacidad de generar autores de referencia y puntos de vista insólitos”. Lo que no duda es reafirmar que “la crítica debe estar mucho más preparada, pues las dinámicas del audiovisual han borrado toda frontera jerárquica de formatos y espacios de exhibición, de modo que es necesario una crítica omnívora para ser realmente fiable”.
Ante la pregunta de cómo ve el cine español con respecto a otras cinematografías, como la alemana o la francesa, en 2009 nos decía que “al cine español le faltaba audacia y autocrítica” y que “El corazón de la industria sigue padeciendo los mismos defectos: (raquítica industria, atomización de productoras), productores a la caza de subvenciones, etc” […] “Con excepciones como las de Lacuesta, Amodeo, Guerin, Serra… en los márgenes del sistema.” Diez años después, su opinión al respecto de esto último se mantiene: “Creo que en este siglo XXI se ha producido, al menos en los caminos menos trillados de la industria, una renovación de autores, lenguajes y ambiciones realmente estimulante. Es algo de lo que hasta los festivales internacionales de prestigio se han dado cuenta, aunque dentro de nuestras fronteras todavía no”.
La comparación se mantiene una década después: “desde luego es mucho más interesante que el cine alemán, aunque el francés compite en otra dimensión”. Y sobre el cine en general: “Lo que nos llega a España de otras cinematografías es apenas una muestra muy raquítica, que no es representativa, pues solo llegan las propuestas más comerciales o de mayor prestigio en el circuito de autor. Pero como en cualquier otro país, incluido Estados Unidos, en España hay mucha producción (dentro y fuera de industria) y no toda ella debe ser extraordinaria. Es algo inherente al medio que a veces cuesta mucho entender. No es posible que todas las películas que se hagan sean obras maestras. Habrá un grueso mediocre, unas cuantas infumables, unas pocas interesantes, y aún menos muy interesantes”.
Sobre “el futuro del cine”, hace diez años opinaba, entre otras cosas, que es “apasionante, mucho más democrático, desde el punto de vista de la producción y su consumo”. También que “el cine espectáculo quizá quede relegado a las salas de 3D”. Hoy su opinión es esta: “Dadas los importantes y vertiginosas transformaciones que se están produciendo en el ecosistema de imágenes, y todo lo que implica respecto al mercado de consumo y la viabilidad artística de proyectos, parece claro que la experiencia seminal del cine en pantalla grande ha dejado de ser la vía común de acercarse al cine. Quizá lo que hay que preguntarse a día de hoy es, no tanto «qué es el cine”, que ha sido la gran cuestión de los estudios críticos desde la década de los sesenta, sino “dónde está cine”. El cine podrá cambiar de aspecto, de piel, pero siempre habrá buenos o malos cineastas, pues siempre habrá miradas. Otra cosa es si habrá que buscarlas en YouTube, en Netflix o en un story de Instagram. En todo caso, creo que el placer por la pantalla grande volverá tarde o temprano (ya está volviendo) y convivirá con el resto de ventanas de exhibición.
Ante la pregunta de “¿cuáles son tus directores de cine favoritos de hoy y de siempre?”, es franco: “Los que pueda decir hoy serán otros si contesto mañana. Es muy difícil, imposible, ser ponderado y justo al respecto”. De hecho en su respuesta de hace diez años y en la de ahora coinciden Chaplin, Ford, Godard, Ophüls, Buñuel, Thomas Anderson… pero otros como Terrence Malick, Pedro Costa, Gus Van Sant o Claire Denis han sido sustituidos en su respuesta actual por Jean Renoir, Alfred Hitchcock, Maya Deren, Agnés Varda o Jonas Mekas.