Ambos libros comparten la filosofía del empate: ese punto de entendimiento entre el lenguaje y el escritor/lector, en el que ambos encuentran el equilibrio del gusto y el diálogo.
A Zambra le encantan los juegos (como demuestra en su propia obra; Facsímil es un claro ejemplo) y, así, se presta a que repitamos la entrevista que Paloma Fidalgo le hizo para estas páginas en 2012, por su libro No leer, para ver qué ha cambiado, si se desdice o amplia, pero sin permitirle saber lo que contestó (Zambra tampoco muestra demasiado interés en saberlo).
Zambra sigue igual de prolífico que entonces (poco), aunque escriba mucho. Sigue sin sentir la escritura como un trabajo, pero sí como lo que más deseo le involucra. Paradójicamente ahora está dedicado a la escritura a tiempo completo (a pachas con la crianza de su hijo de año y medio). Se ha cambiado de país (vive en México desde hace dos años) y le ha sucedido en estos últimos años que los libros ya no le vienen con título impuesto, excepto el nuevo (que se publicará el próximo año), la novela Poeta chileno. Respecto a la composición de sus obras, sigue creyendo en el ensayo y el error, en romper las propias reglas y en que la escritura sirva para “presenciar la disolución de mis ideas estructurales”. Respeta mucho la crítica literaria, Zambra, como nos dijo en 2012, y matiza que no lee a un crítico por su opinión, sino por su escritura. Resalta la dificultad de escribir una reseña positiva, ya que en las negativas siempre se sabe por qué algo no te gustó, pero es más difícil dilucidar su contrario.
Es tajante Alejandro Zambra al referirse al escritor como buen lector, afirmando que no solo es necesario sino inevitable. Y dice que, además, es que “leer es estar en el mundo”. Cree Zambra que eso debe quedar patente en la obra de quien escribe, esa forma de estar leyendo el mundo, y que no se debería disimular “la inevitable particularidad” del escritor. Hablando de la obligatoriedad de las lecturas se nos muestra con iguales dudas que antaño, ya que piensa que “a toda la gente que le gustar leer era porque leyó algo a lo que no estaba destinado oficialmente”. Y que el placer de la lectura está asociado al placer de la relectura. “Uno lee un libro y no acaba de entenderlo y se alegra de que siga estando ahí”, nos dice. Esto le sirve al escritor chileno para darnos una clave sobre la repetición. Igual que sucede con una canción, comenta Zambra, la repetición en la lectura tiene una función asociada a la complejidad y a la riqueza. “En la experiencia de un lector es un momento sumamente importante el momento en el que releíste una novela”.
Los libros siguen teniendo precios prohibitivos en Chile, mas el problema es el de la piratería digital, nos cuenta el autor de Tema libre. Un problema que cuesta combatir. Zambra graba sus propios audiobooks, por decirlo así, para consumo propio. Sus textos, “pero también buena parte de la literatura que me gusta -nos confiesa- tiene que pasar la prueba del sonido. Importa su dimensión oral”. A Zambra le gusta la música y no quiere renunciar a ella ni en su escritura ni en las cosas que lee. Y dice algo muy bonito: “que el texto sobreviva a su mala interpretación. Como una canción que aguanta varios malos covers. Igual”. Textos, pues, proteicos. Indestructibles. Por eso el escritor graba y escucha sus textos, descubriéndoles cosas nuevas en el proceso. Y cierra nuestra conversación con algo que resume su poética y lo que el lector encontrará en Tema libre. Dice Zambra: “lo que quisiera yo es llegar a una intensidad que nunca renuncie a la posibilidad de una respuesta. Te cuento una historia y el que narra el cuento está solo, pero quisiera que siempre esa voz estuviera en situación de diálogo, por lo tanto en situación de poder perder la palabra y cederla”.